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THE IMAGINARIUM OF DR. PARNASSUS / Inglaterra-Canadá/2009 
Dirección: Terry Gilliam  
Guión: Terry Gilliam y Charles McKeown
Producción: Terry Gilliam, Samuel Hadida y William Vince
Música: Mychael Danna y Jeff Danna
Fotografía: Nicola Pecorini
Montaje: Mick Audsley
Diseño de producción: Anastasia Masaro
Vestuario: Monique Prudhomme. 
Interpretación: Heath Ledger (Tony), Christopher Plummer (Dr. Parnassus), Johnny Depp (Tony), Colin Farrell (Tony), Jude Law (Tony), Lily Cole (Valentina), Tom Waits (Mr. Nick), Verne Troyer (Percy), Andrew Garfield (Anton)




Al fin está aquí. Ya sabeis mi pasión por el señor Terry Gilliam, uno de los poquísimos directores en activo cuyos estrenos siempre suponen un acontecimiento para un servidor. Por su valentía, por su tremenda coherencia a lo largo de toda su carrera, por su honestidad consigo mismo a prueba de bombas y catástrofes, por su inabarcable y poética potencia visual (su imaginario, jejeje),  por su marciano sentido del humor y, en resumen, por su personal, lúcida,  hermosa visión de la existencia, cada nueva película de este hombre me supone un revulsivo mental y emocional que me suele acompañar muchas horas depués de haber salido de la sala. Cómo hace él mismo con su obra, la objetividad la tiro por la ventana aquí y ahora. Sean bienvenidos a EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS, de Terry Gilliam.



La potente imagen de un cochambroso y retorcido carromato de feria ambulante desplegando su escenario en medio de un suburbio londinense actual por el que pululan juvencitos ebrios le basta a Gilliam para poner las cartas sobre la mesa desde la primera secuencia, una claridad de ideas casi a un nivel icónico que tira por tierra el argumento de aquellos que dicen que el bueno de Terry nunca es capaz de sintetizar. El impacto resulta brutal: es la imagen de algo que no debería estar allí desplegando sus alas, su inquetante magia en medio de la realidad, una visión anacrónica que invita a los hooligans borrachos a cruzar el umbral, un puñetazo de pura fantasía en la jeta del común de los mortales. Las botellas no tardan en volar hacia los feriantes, pero ellos aguantan el tirón, desmontan en chiringuito y ponen rumbo a su próxima actuación sin dejar rastro, pero sin embargo, algo ha cambiado para siempre...



Como ya podeis suponer, esto es puro Gilliam, una recuperación plena de las pautas que guiaban BRAZIL, LAS AVENTURAS DEL BARON MUNCHAUSSEN o EL REY PESCADOR, incluso yendo aún más atrás, a la época de los Monty Python, pero actualizadas y teñidas por la amargura que proporciona el tiempo y el devenir de los años, entendidos como aproximación a la sabiduría. EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS actúa en realidad como un sonoro puñetazo sobre la mesa, una reivindicación airada del potencial de la fantasía y de la pura creación como sendero para cambiar a las personas, y por ende al mundo. La auténtica avalancha descontrolada de estímulos e imágenes, de ideas y paradojas que maneja la película funciona como una bomba de relojería que estalla en un enorme castillo de profiteroles visuales de sabor agridulce. La creación como un ejercicio de terrorismo audiovisual que arremete contra muchas cosas que ya casi todo el mundo da por sentadas. Como siempre en el cine de Gilliam, hay muchas capas en esta historia que remite tanto al mito de Fausto como al propio imaginario del director, a la Alicia de Carroll (una vez más) y, sobre todo, a esa figura que siempre he pensado que late en su obra: el Quijote. De hecho, voy más allá y afirmo que desde que Gilliam se puso detrás de una cámara, no ha hecho sino adaptar, analizar  y desubicar esta obra desde todos los puntos de vista posibles: en la mayoría de sus pelis siempre hay una dualidad Quijote-Sancho (con lo que ello representa) y un proceso de intercambio de roles entre los personajes protagonistas: pensad en BRAZIL, en EL REY PESCADOR, en DOCE MONOS, en TIDELAND, incluso en esa obra maestra que es MIEDO Y ASCO EN LAS VEGAS. Esa constante tensión entre lo real y lo imaginado, entre el delirio y la razón, ese peculiar modo de entender la "justicia poética". Todo eso, una vez más, hinca sus garras en EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS y lo eleva a la máxima potencia sin restricciones ni cortapisas de ningún tipo.



Evidentemente, la película es una oda al exceso, y eso puede resultar un hándicap para según que tipo de espectador. No estamos ya acostumbrados a tal avalancha de estímulos cuando una gran parte del cine moderno no es sino un ejercicio calculado y prefabricado que parte casi de fórmulas matemáticas de probado éxito con el factor riesgo bajo mínimos. La libertad que respira, transpira la peli se puede oler y palpar, sentir en los poros. Incluso diría que en esta ocasión Gilliam apuesta más que nunca por el descontrol, un aura de improvisación en algunos tramos que proporciona una viveza, un caos, un constante movimiento y una riqueza extrañísima y fascinante, aún a riesgo de desequilibrar el conjunto. Intuición pura por delante de perfección, por supuesto. De la tremenda potencia visual de este hombre poco más se puede decir: simplemente apabullante, encajando veinte ideas por minuto que muchos cineastas se empeñan en alcanzar durante toda su carrera. Me ha resultado en especial deliciosa esa vuelta a los recursos más artesanales, incluso de la época Python, con animaciones por collage y decorados, literalmente, de cartón, y un desaforado uso de recursos puramente surrealistas y pictóricos, con una capacidad asombrosa para crear imágenes icónicas que, una vez vistos, perduran ya en la imaginación de cada uno.


El propio Doctor Parnassus es glorioso, un aunténtico trasunto imaginario del propio Gilliam, empecinado en contar historias y "purificar almas" una y otra vez a lo largo de los tiempos, el motor incombustible de ese grupo de inmortales feriantes indigentes que se mueven al margen de todo entre escombros y basura sin ceder en su empeño de mostrar su extraño vodevil al mundo, incluso cuando el mundo le ha dado la espalda casi por completo. Hermosísimo ese imaginario postrero convertido en un simple teatro de marionetas al final de la película, reducido a su mínima expresión pero manteniendo su esencia contra viento y marea, alimentando esa necesidad que tenemos de contar y escuchar historias que trascienden y nos elevan. Una lección de interpretación de un contenido Christopher Plummer ya anciano que se lleva la película de calle, con una certera progresión dramática a la altura del mayor hallazgo de la función, el muy publicitado personaje de Tony, como ya sabeis personaje póstumo del malogrado Heath Ledger interpretado en sus sucesivas encarnaciones oníricas nada menos que por Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrel. Lejos de resultar un pastiche, este malabarismo narrativo fruto de una tragedia, la muerte de Ledger durante el rodaje, supone un asombroso acierto, ya que cada uno de ellos representa una fase en la evolución de un personaje con más capas que una cebolla. Todos geniales, Ledger sobresaliente. Pero es que los secundarios, empezando por el diminuto Verne Troyer y terminando por, santo cielo, el mismísimo Tom Waits, están perfectos. El viejo trovador con voz de cazalla recita sus textos, algunos de ellos geniales, igual que entona sus canciones: sarcástico, críptico, melancólico, mordaz, eterno, un auténtico lujo que añade otro punto de interés, otro más, a esta maravillosa película, y que reafirman una vez más que Gilliam es un magnífico director de actores, siempre que los actores comprendan en universo en el que se mueven. Waits, y todos los demás, encajan a la perfección.



En fin, podría seguir escribiendo hasta desollarme las yemas de los dedos, pero creo que ya os he dejado claro lo que pienso de EL IMAGINARIO DEL DOCTOR PARNASSUS. Podría hablaros de secuencias fascinantes (casi todas en realidad), de diálogos que destilan puro genio, de momentos muy divertidos y otros absolutamente emocionantes, obra de un autor con todas las  letras que nos ha regalado una película impagable, sincera, valiente, casi suicida, no ya a destiempo sino a contracorriente, una maravilla felliniana, atemporal, perfecta en su imperfección. Una película sabia y vital con un punto de elegía, de testamento personal algo inquietante, pero viva en cada uno de sus fotogramas. Ésta es una  joya para atesorar en el alma, porque Terry Gilliam sólo hay uno en el planeta, y si no existiese, nuestro mundo sería un poco más triste. Muy grande, maestro.



Tony: ¿Dónde estamos? 

Percy: Si hablas del espacio, en Londres. Si te refieres a lo social, en los márgenes. Respecto a esta historia, con mucho camino por delante...


- Lo mejor: todo
- Lo peor: nada

CABEZAS




4 vituperios:

Lolo dijo...

hostia, pues habia leido criticas realmente malas hacia esta pelicula, sacaremos tiempo para forjarnos una opinion...

kILL_Yr_Ydols dijo...

si tenía ganas de verla, ahora ni te cuento... ya va tocando que incluyas las nueve noventa cabezas...

Karba dijo...

Vamos, vamos señores, a ver y comentar esta joya!

Anónimo dijo...

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