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TWIN PEAKS. THE RETURN
Por supuesto y sin discusión. El regreso de David Lynch al pueblo fronterizo que le dio fama mundial ha sido la gran delicatessen del año. Lynch cierra su gran opus televisivo con un sostenido grito desagarrado en primer plano seguido de un secreto susurrado 25 años al oído que nunca llegaremos a escuchar. Dura travesía para que el que se acercó por pura nostalgia. Un ejercicio, los 18 capítulos (que se dice pronto) a pura cara de perro con el espectador, capaz de frustrar sus expectativas más conservadoras, una por una. Un tinglado hipnótico, radical, que se permite idotizar al viejo Coop (santo y seña de la serie) durante tres cuartas partes, por poner sólo un ejemplo. El ejercicio creativo catódico más libre, transgresor y kamikaze que se recuerda, perpetrado un por un joven cineasta de 72 años. 


TERROR (PEN)INSULAR
Dos de las mejores películas del año dentro del fantastique en sus variadas formas han sido, albricias, de producción española. VERÓNICA, la última del militante Paco Plaza, es pequeña, intimista, logra mezclar relato costumbrista (Vallecas años 90, inspirado en hechos "reales") con los más descarados elementos del cine de posesiones y fantasmas, y todo funciona como un cañón, sobre todo cuando sabe describir con delicadeza las angustias de una adolescencia puesta a prueba, aunque también hay mucho susto y dolientes espectros que trepanan tímpanos. Por una vez los actores infantiles están estupendos. Bien hecho. LA PIEL FRÍA, esperada adaptación del best seller homónimo, está dirigida por el ex-enfant-terrible del cine francés Xavier Gens, con una Aura Garrido haciendo de merluza esclavizada, espectacular aun enterrada en toneladas de latex. Clasicota y elegante, incluso en algunos aspectos casi pasada de moda (pensé mucho en la Hammer), LA PIEL FRÍA es el ejemplo perfecto de cine de género comercialote bien construido y ejecutado, técnicamente irreprochable, con aromas a aventura iniciática y, por supuesto, hediondo aliento lovecraftiano. Lo incomprensible es que no se haya llevado ni una nominación a los Goya (¡ni siquiera maquillaje!)... ¿cuándo aprenderemos?

COMO FUNDAS DE PIANO
El cine de acción lleva eones tratando de justificarse a sí mismo. Fans del sopapo fílmico bien dado: ¡no lo necesitamos!. Sobre todo con dos pepinazos como los presentes. En tiempo record (¡bien!) llega la secuela, JOHN WICK: CHAPTER 2. Su primera secuencia podría ser el puto grand finale de cualquier otra. Keanu atiza como un semidios surcoreano con set pieces memorables en la que, a diferencia del porno, la somanta de palos hacen avanzar la trama. Insisto: Keanu es un titán en estas lides, y el tal Chad Stahelski dirige el mondongo febril con mano de hierro, al que sólo le podemos achacar cierto ensimismamiento (entre mamporro y guantá) que le resta algo de la concisión casi matemática que tenía la primera. Y luego llegó su versión paritaria, ATOMIC BLONDE, ahora con Charlize Theron, que cada vez habla menos y reparte más. Además de la Theron, que está estupenda (crossover con mr. Wick ya), la peli tiene el encanto berlinés de guerra fría y espionajes varios, el encanto de John McAvoy con pinta de cocainómano sudado y, por supuesto, el encanto del gran John Goodman. Todo va muy bien, a ojo morado y hombro dislocado por escena, hasta que llega LA SECUENCIA. Sí amigos, un plano-secuencia de puras oxtias como fundas de piano que dura, yo que sé, 15 minutos, y que me hizo llorar, como el lago de los cisnes con fracturas cervicales. Peliculonas, las dos. 



DE RACISMOS BIPOLARES
Pues sí, las he juntado sólo porque sus protas son negros y el tema racial es funda-mental. La seriota es DETROIT, de la nunca suficientemente reivindicada Kathryn Bigelow, una realizadora que es una animala fílmica, una cineasta cada vez más potente y comprometida, ahora prestigiosa pero que siempre fue de las nuestras (STRANGE DAYS, NEAR DARK, POINT BREAK, ahí es nada). Narración fragmentada, nerviosa y febril, de aromas cuasi documentales, acerca de unos lamentables hechos aún no esclarecidos en la ciudad homónima. DETROIT te cae encima como una apisonadora con un segmento central angustioso, horror real y puro. Aunque quizás algo pasada de metraje, es peliculona obligatoria y relevante. La cachonda es GET OUT, por supuesto, la gran sorpresa indie de la temporada, que pilló al personal con el pie cambiado. Serie B juguetona y de género disfrazada de parábola social que sorprendió al público más generalista, aunque a los que tenemos el culo pelado de experimentos y mad doctors le vimos el plumero demasiado pronto a este hype tan exagerado, cosa poco grave por otra parte en una peli sumamente entretenida y juguetona, que (y esto es un halago) podría ser un episodio largo de BLACK MIRROR con más cachondeo. Molona.
RUMBA, SAMBA, MAMBO
Alejado ya de los cansinos piratas caribeños, cuando Gore Verbinski quiere, lo hace. Si no, recordad RANGO, THE MEXICAN o THE LONE RANGER, que sólo me gustó a mí. Proyecto largamente querido, LA CURA DEL BIENESTAR es, posiblemente, la peli más anacrónica de la temporada. Raruna. Gótico decadente. Estilizada. Elegante. Enigmática. Larga. Con sus arritmias, Verbisnki juega con los resortes del terror psicológico dentro de estancias cuasi victorianas y compone un relato retorcido, atmosférico y, a ratos, febril, alucinatorio. Como una buena de la Hammer injertada en el sXXI. Muy bien sr. Verbinski. Por su parte, Edgar Wright sigue a lo suyo: hacernos disfrutar de una peli como unos adolescentes en celo y, de paso, dar una lección de cine. Sí amig@s, dentro de una cosa tan ligera, disfrutable, rumbosa, dinámica y rockera late puro cine, ese que bebe de cualquier fuente transgenérica para hacerte bailar. Estilazo, actitud y una puesta en escena y montaje que obligan a fornicar al thriller y al musical para parir una criatura chispeante con un reparto de campanillas, incluido el chavalito protagonista. Edgar Wright, sigue a lo tuyo, por favor.