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A FANTASTIC FEAR OF EVERYTHING/Inglaterra/2012
Atención a esta. Comedia netamente inglesa, presentada en Sitges 2012 (sin pena ni gloria), la propuesta más estrambótica y psicotrónica de la temporada. Nacida desde ya como obra de culto, y si no tiempo al tiempo, A FANTASTIC FEAR OF EVERYTHING (¡fantástico título!), ópera prima de sus desconocidos artífices, juega a la transmutación genérica de todos esos ingredientes que los golfos tanto apreciamos, sustentada como un auténtico one-man-show de su absoluta estrella: Simon Pegg. Veamos: un escritor de cuantos infantiles trata de alejarse de su encasillamiento con un ensayo sobre asesinos en serie. El problema es que el patético individuo vive encerrado en su mugriento apartamento con evidentes síntomas de "sindrome de Diógenes", en un constante estado de paranoia, convencido de que le quieren asesinar. Carne de diván, poco a poco descubrirá que toda su angustia existencial proviene de un trauma infantil relacionado con... una lavandería. Tendrá que encarar sus miedos atávicos, que van desde el pánico atroz a salir a la calle hasta enfrentarse a un serial killer real, armado con un cuchillo de cocina pegado a la mano y unos calzoncillos sucios. Dividida en tres actos bien diferenciados en estilo visual y tono, lo que puede ser su verdadero talón de Aquiles para algunos,  la cosa empieza como una abigarrada historia que bebe tanto del gótico paranoico victoriano de Poe (me recordó a ratos a una especie de versión urbanita-delirante de EL CUERVO, sin cuervo), como de los más barrocos delirios visuales terrygillianescos y, por extensión, ligeramente montyphytoniana. Kamikaze arranque que puede desorientar, pero que asienta con efectividad el trasfondo psicoanalítico de la historia en su conjunto, auténtico tour de force que continúa con el magnífico segmento en la lavandería, puntuado por una tronchante secuencia de transición en la que Jack/Pegg consigue reunir fuerzas vitales escuchando gansta-rap. Y partir de aquí, a pesar del radical cambio de escenario (o por ello) la película despega y nos regala unos veinte minutos realmente asombrosos, de lo más original y descojonante que he visto este año. Finalmente, ya vencido, rendido a la palícula, la función concluye con un tercer acto que, seguramente, sea el más "rutinario", teniendo en cuenta que es una larga secuencia cuasi teatral en el que vienen a juntarse nuestro pobre diablo, la chica, el psychokiller al fin (amante del hair metal ochentero), y un par de erizos animados en stop-motion. Amigos, ha quedado claro: es para amar u odiar, pero hay que verla. O algo así como lo que podría haber sido en los setenta una comedia dirigida por Mel Brooks y protagonizada por un Gene Wilder hasta el culo de ácido. Queremos más como esta.

- Lo mejor: el brillante, impagable set-piece central, o como el cotidiano acto de poner una lavadora se convierte en una angustiosa pesadilla

- Lo peor:  sus arranques de genio y delirio son intermitentes, por otra parte algo normal en una ópera prima

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DOOMSDAY BOOK/Corea del Sur/2012
Aprovechando su paso por la sección oficial de Sitges 2012, Asia regresa a Sesión Golfa. Ya iba siendo hora, porque prácticamente uno puede taparse los ojos, elegir una película surcoreana al azar y disfrutar, como mínimo, de una factura técnica sobresaliente y, seguramente, de una película notable. DOOMSDAY BOOK sigue el repunte actual de esas añejas películas de historias con un curioso terceto de mediometrajes que, en esta ocasión, tan solo tienen una leve premisa argumental común: el fin del mundo (más o menos). Dos directores para tres propuestas muy distintas entre sí (la última la dirigen a cuatro manos). La función arranca con BRAVE NEW WORLD, del amigo Kim Ji-woon (I SAW THE DEVIL y la absoluta maravilla de DOS HERMANAS, entre otras), una especie de sátira apocalíptica a vueltas con una plaga zombie y una extraña reinvención del mito de Adan y Eva, manzana putrefacta mediante. Con ese tono tan raro y tan coreano, que puede pasar del la comedia bufa al dramón en una misma secuencia, la peliculita de Ji-woon consigue salvar la papeleta precisamente por los elementos más sarcásticos (atención a los informativos y tele-tiendas), aunque los ingredientes del guiso no acaban de acoplarse demasiado bien (crítica social, reflexión sobre los alimentos que consumimos, parábola sobre el reciclaje...). Ideal para vegetarianos. Con THE HEAVENLY CREATURE la cosa se pone seria. El menos conocido Yim Pil-sung (HANSEL & GRETEL) filma una hermosísima y reflexiva historia que gira en torno a la posible reencarnación de Buda en un cyborg que vive en un templo rodeado de un grupo de monjes y monjas, que le consideran su maestro. Por supuesto, la megacorporación dueña del robot opina que su máquina está defectuosa y deben destruirla. De tono pausado y transfondo existencial, su primorosa puesta en escena  funciona como un bálsamo para el espíritu, un precioso cuento que bebe tanto de las famosas novelas robóticas de Asimov como de los complejos animes cyberpunk de Mamoru Oshii (GHOST IN THE SHELL, AVALON etc). Quizás su serio tono discursivo sea el único escollo para disfrutar por completo de esta delicada y preciosa miniatura. La última es HAPPY BIRTHDAY, sin duda la más loca y delirante de las tres, digna de aparecer en cualquier libro de Douglas Adams. La cosa va de (y si te quieres sorprender, deja de leer ahora mismo) un armageddon planetario provocado por un objeto que impacta contra la Tierra, que resulta ser una gigantesca bola 8 de billar (tal cual) que una niña compró en una página web alienígena, que por paradojas de la relatividad y los agujeros de gusano ha provocado la destrucción del planeta... ¿o no? Tierna a la vez que demencial, si uno es capaz de tragarse la premisa sin rechistar (¡yo lo hice!), es la más arriesgada del terceto y, por lo tanto, puede ser la más indigesta. No obstante, comparte con la primera su cachondeo generalizado y esa visión esperpéntica de los mass media (atención al tronchante último informativo de la historia). Impactante plano final, por cierto. Así pues, DOOMSDAY BOOK resulta más una estimulante curiosidad que una película para los anales, algo lastrada por cierta arritmia y lo poco conjuntada de sus tres historias. Pero ya sabéis: es coreana...

- Lo mejor: su variedad de registros, tonos y sensaciones

- Lo peor: su excesiva variedad de registros, tonos y sensaciones


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LAST DAYS HERE/EEUU/2011
En breve seguiré con el particular repaso a Sitges 2012 (aún hay tela que cortar), pero antes debo hacer un receso fantastiquero para entrar en LAST DAYS HERE, el último rockumentary con el que me he topado, ese subgénero documental que se desvía hacia todas las mutaciones del rock más durete, pletórico en los últimos tiempos. Dejando de lado el punk, que tiene un par de obras de cabecera, ANVIL resulta, seguramente, la gran obra maestra del género, apasionante; LEMMY un documento encantador sobre el tipo más auténtico del universo; además hay brillantes estudios transversales como la dupla METAL: A HEADBANGER´S JOURNEY / GLOBAL METAL o GET THRASHED, por no hablar de irregulares análisis del black metal (el incompleto pero interesante UNTIL THE LIGHT TAKE US o el absolutamente amarillista SATAN RIDES THE MEDIA) o el revelador y muy célebre METALLICA: SOME KIND OF MONSTERS. Si tras toda esta caterva de personajes y sonidos furiosos ya nos hemos dado cuenta de que la mítica y tronchante SPINAL TAP se quedaba más bien corta, esperad a ver LAST DAYS HERE. Una película es genial cuando el qué y el cómo entran en simbiosis, en perfecta comunión. Un documentalista (que también es un cineasta, amigos) es genial cuando sabe sacarle lo máximo a una buena historia. Y, por diox, que la historia de LAST DAYS HERE es la bomba. Los que hemos deglutido con ansia viva todo ese proto-metal setentero ya conocíamos a PENTAGRAM (potentorros y carismáticos, pero eternos segundones) y a su líder espiritual, Bobby Liebling, figura central del documental. En especial tras la "resurrección" que Relapse Records hizo en 2001 de sus demos, la fenomenal recopilación FIRST DAZE HERE-THE VINTAGE COLLECTION. Sabíamos de su errática carrera y sus problemas adictivos, apenas nada en comparación con lo que narra este monumento.

El triunfo y la gloria deslumbra, pero rara vez emociona. La plenitud y la felicidad apestan, amigos. Y la historia vital de Liebling es tan extrema, tan exagerada, tan dura y desoladora que parece ficción. Parece escrita por un guionista cenizo tratando de rizar el rizo con cada nueva secuencia. Bigger than life, que dicen los yanquis. Ver cómo Bobby se ha convertido en un zombie adicto al crack que con cincuenta y pico años vive aislado en el sótano de sus padres, coqueteando cada día con la muerte, y que se cree víctima de una infección parasitaria de origen desconocido, no es un espectáculo ni agradable ni divertido ni ligerito para pasar la tarde. Pero ese es sólo el terrible punto de partida. Por extraño que parezca a priori, por mucho que la muerte siempre esté rondando, LAST DAYS HERE es un sincero y desgarrador retrato de vida pura. Tal cual. De amistad incondicional, de oportunidades perdidas, de amores truncados y reencontrados: del amor de los seres más cercanos, del amor por el rock y la energía sobrenatural que lleva implícito, de la búsqueda de un amor plenamente romántico, y de ese impulso vital tan difuso que hace que Bobby logre vivir otro día más. Rodeado de pentagramas satánicos (of course) y visiones apocalípticas, Bobby, junto con Argott y Fenton, dibujan un retrato humano de una autenticidad y una fragilidad estremecedora. Una historia tan apasionante y sincera, con tantos "giros de guión" y sorpresas (aquí lo improbable sucede), incluso con un emocionante climax final musical que hace de LAST DAYS HERE una de las experiencias cinematográficas más intensas de la temporada, una dura película llena de empatía y afecto y, como he leído por ahí, un sabio ensayo sobre la mala suerte, sobre el contubernio cósmico y el sabotaje personal. Una maravilla que, curiosamente, no te deja el cuerpo destrozado, sino que termina con una gratificante (y algo surrealista) imagen que hace que llegues al final del camino con una sonrisa. La vida se abre camino. Imprescindible.

- Lo mejor: el emocionante tratamiento cinematográfico del documental, con su desarrollo, nudo y desenlace, que potencia al máximo la ya de por sí potente historia que se narra

- Lo peor: se echa en falta un análisis más profundo de la escena musical de los setenta, para entender mejor el papel que jugaron Pentagram por entonces


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Bobby, vivito y coleando, en 2011...

Pequeño paréntesis de Sitges. Como ya ha empezado el éxodo de los mejores cineastas surcoreanos en los USA, un pequeño avance de algo de lo que se nos avecina. Park Chan-wook con la muy psicológica STOKER y Kim Ji-woon con Swarzenegger (!!) de regreso en el desparramo de THE LAST STAND.

LOVELLY MOLLY/EEUU/2012
Por mucho que le pese, al cubano afincado en los USA Eduardo Sánchez siempre se le recordará por ser coautor de aquel ya lejano pelotazo titulado EL PROYECTO DE LA BRUJA DE BLAIR, película que puso de moda en medio mundo esa agotada plaga (ver V/H/S) que se ha dado en llamar found footage. El bueno de Sánchez, tras vivir una temporada de las rentas y explotar el filón de la bruja tanto en su lamentable secuela (en tareas de producción) como en una poco vista serie de televisión, no tardó demasiado en retomar su carrera, ya en solitario, con un curioso par de películas que no abandonaban del todo el estilo granuloso, apresurado y de falsa apariencia amateur del film que le hizo famosete por un tiempo. Tanto ALTERED como la exótica y moderadamente aterradora SEVENTH MOON, rodada en China, explotaban este filón de la cámara hiperactiva y aires documentales, pero es en LOVELLY MOLLY donde de nuevo a tirado de grabaciones de cámara doméstica, al menos en parte. Tan minimalista como las anteriores, por esta vez el cubano deja los elementos sobrenaturales a un lado y se toma un valium para contar el descenso a los infiernos de la esquizofrenia de la encantadora Molly, una chavala que sufre en sus prietas carnes el ominoso acoso (sexual y del otro) de una entidad que proviene de su atormentado pasado y que nunca sabremos hasta qué punto es real. Sucia, atmosférica, de hechuras indies, ritmo pausado y paulatinamente agobiante, más propia de un terror psicológico vertiente REPULSIÓN o LA SEMILLA DEL DIABLO, (qué casualidad, de Polanski) que del burdo muestrario de sustos al uso, la cosa se enriquece lo justo con los insertos de video-diario que la pobre criatura va grabando durante su pesadilla, una Molly a la que la debutante Gretchen Lodge se abandona en cuerpo y alma y que supone la mejor arma de la película. Sin ser memorable, LOVELLY MOLLY cumple su objetivo y funciona como buena muestra de que cuando hay algo que contar e ideas claras el formato es lo de menos (vaya, justo lo contrario de V/H/S). Eduardo Sánchez es uno de esos tipos que, sin estar en la primera división del género, sigue labrando una filmografía interesante y personal paso a paso sin estridencias. Seguro que lo mejor está por llegar.

- Lo mejor: ese plano de resonancias mitológicas en el que Molly se entrega a la oscuridad en pelota picada... y lo que surge de allí y la abraza...

- Lo peor: la sensación de estar esperando algo con mucha paciencia y que nunca llega

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V/H/S / EEUU / 2012
Esto de la moda del found footage (metraje encontrado) se está desmadrando. Si bien ya ha tocado (casi) todos los géneros posibles, de la aventura a la ciencia-ficción, pasando por el thriller e incluso el cine bélico, parece que el terror es la parcela en la que este discutible estilo se encuentra más cómodo y tiene mejor respuesta entre un público, digamoslo claro, cada vez menos exigente. Si tras el exitazo de la apañada y poco más PARANORMAL ACTIVITY y todas sus aburridas secuelas el tema de las cintas de video con bicho dentro se ha desparramado como la peste, V/H/S supone la prueba palmaria de que la cosa está ya muy agotada. Estrenada este año en Sitges, con la cansina campaña promocional amarillista a toda mecha (que si en Sundance el personal se desmayaba, que si una ambulancia en la puerta, bla, bla, bla), vista y deglutida, no acabo de entender como una película tan sosa, mediocre y falta de incentivos puede llegar a ser un hype mundial. Siguiendo el gancho en los créditos de mi amado-odiado Ti West, V/H/S trata de arrancar con un formato relativamente original en el estilo: una película de episodios. Como en cualquier film con esta estructura, la calidad del conjunto depende mucho de las partes, y aquí la han pifiado casi por completo. De sus 5 historias (6 si contamos la no-historia principal que funciona como cutre-masilla del resto), apenas una, la última (10/31/98), consigue levantar el vuelo de una película cansina, aburrida, insustancial, más bien poco inquietante, con una alarmante falta de ritmo e ideas ingeniosas y, además, larga, muy larga. No creo que merezca la pena analizar en profundidad una por una las historias, pues todas ellas buscan la autocomplaciencia del aficionado (parece que sólo con el baile de San Vito de la cámara y sus texturas amateurs uno ya tiene la obligación de acojonarse y aplaudir la propuesta: pues no), dando muy pocas alegrías o sorpresas y más bien mucho bostezo y miradas furtivas al reloj, transitando por lugares comunes y refritos de clichés sin nada nuevo que aportar. Obviando la estupidez supina de la historia "principal", TAPE 56, que no hay por dónde cogerla, la cosa arranca de forma sólo resultona con AMATEUR NIGHT, con un par de ideas e imágenes de impacto. Después llega SECOND HONEYMOON, la de Ti West, que fiel a su estilo se dedica a filmar la nada durante 20 minutos hasta llegar, como es marca de fábrica, a un final torpe y apresurado. Prescindible. TUESDAY THE 17TH es una tontería sin el mayor interés que ser una especie de slasher campestre al uso que homenajea la saga de Jason. Muy mala. Con THE SICK THING THAT HAPPENED TO EMILY WHEN SHE WAS YOUNGER la cosa se anima ligeramente: el formato cambia a las grabaciones de un videochat, y la historia, con un final incomprensible, es bastante marciana y tiene un par de momentos de susto que funcionan. Si uno consigue llegar a estas alturas del metraje, aleluya, la cosa remonta con la última historia, 10/31/98, la mejor de todas, aunque sólo sea porque es la única entretenida, divertida y loca, y porque tiene algunas ideas visuales de enjundia. Repito, absurdo hype mayormente prescindible. Y además, muy feo. Bah...

- Lo mejor: dos historias pasables de seis, poca cosa

- Lo peor: lo aburrida, larga y falta de ideas que acaba siendo... y que aun así algunos por ahí la pongan por las nubes... me estoy haciendo viejo

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CHAINED / EEUU / 2012
Como todos los años, recién clausurado el Festival de Sitges, vamos a hacer un somero repaso a lo más granado que por allí se ha visto y oído. A nuestro ritmo. Y comenzamos con CHAINED, la esperada película de Jennifer Lynch, la revoltosa hija del demiurgo David Lynch, que pasito a pasito se está labrando una curiosa carrera que, como mínimo, uno tiene que tildar de interesante. Con un primer paso en falso tremebundo como fue BOXING HELENA, un vergonzante bodrio que partía de una suculenta idea pero que se internaba en los abismos del ridículo desde el minuto uno, quince años tardo Jennifer, nada menos, en estrenar la juguetona, estupenda SURVEILLANCE, triunfadora en Sitges 2008. Después llegó HISSS, una marcianada bollywoodiense que aún tengo en mis cuentas pendientes. Finalmente y sin mucho estruendo, la pequeña Lynch regresa al festival que más la aprecia con su cuarta obra: una de psicópata/s. La figura del tarado asesino generosamente traumado, aislado del mundanal ruido, nativo de un entorno tipo "sótano llenomierda", sufridor y sádico a un tiempo, ha sido tan omnipresente en las dos últimas décadas que a uno ya se le hartazga el gaznate cada vez que alguien vuelve a proponer, otra vez, al psychokiller obeso y sus derivas masacrantes. Afortunadamente para todos, la perversa Jennifer maneja con soltura un par de ases en la manga: por un lado, aquí la policía / FBI / pariente vengativo, y la obligatoria investigación, brilla por su ausencia. Por lo tanto, se aleja del slasher al uso. Al fin. Gracias. Durante un ochenta por ciento del metraje Jennifer encierra a sus dos criaturas (y a nosotros con ellas) entre las cuatro paredes de esa casa, configurando una especie de crónica diaria y costumbrista del psicópata y, aquí viene el segundo as, también de su esclavo-pupilo. Ya se nos ha contado del derecho y del revés que todo asesino psicopático tiene un pasado del que provienen sus manías destructivas: CHAINED no es una excepción, pero plantea además un retorcido giro al asunto, un trasunto de "educación para la anti-ciudadanía" que acaba esputándonos a la cara que, efectivamente, el mal también se enseña, se imparte, y por tanto, se aprende. Tremendamente misógina en superficie gracias a los repugnantes discursos de Bob (bravo Jennifer por tu osadía y riesgo: te van a caer palos por todas partes), partiendo de un extrañamente extraño guión, mrs. Lynch, que sabe que tiene un armazón sólido con el el construir, atempera sus armas visuales y, de nuevo, demuestra al respetable que aquí hay cineasta para rato. Contenida en todos sus apartados y sin alardes por la cara, sin necesidad de plasmar marca de estilo porque sí (aunque podemos atisbar algún detallito heredado de papá), nuestra directora favorita echa mano de texturas ocres, interiores desolados, una calculada y hermosa puesta en escena, un sentido del ritmo prodigioso que sabe aunar flashbacks, narraciones paralelas y elipsis con tremenda elegancia, y una dirección de actores precisa como un bisturí, para absorber nuestras neuronas hasta ese seco y nihilista final, supongo que lo más discutible de la cinta. Ah, y Vicent D´Onofrio, mejor actor en la edición de este año, por supuesto. Cualquier otra cosa hubiese sido un escándalo.

- Lo mejor: la confirmación de que Jennifer Lynch ya ha roto el cordón umbilical, de que es una tía tan raruna como valiente, y de que nos va dar muchas alegrías en el futuro

- Lo peor: que CHAINED pase desapercibida entre la maraña psicopática habitual

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