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THE DIVIDE / EEUU / 2011

Seguimos con la segunda oleada franchute. Tras la grata sorpresa de THE TALL MAN y la relativa decepción de LIVIDE (en breve en Sesión Golfa), llega la primera incursión yanqui del amigo Xavier Gens, artífice de uno de los puntales que conmocionaron al aficionado hace unos años, la barbárica FRONTIERE´S. Por entonces ya me pareció que Gens era el más norteamericanófilo de la panda (perdón por el palabro, pero también tiene una cosa llamada HITMAN que...), tanto en estilo visual (muy potentorro, of course) como en influencias, que miraban básicamente al survival setentero pasado por un tamiz videoclipero, todo ello con un trasfondo que buscaba, dicho finamente, llamar la atención (y es que los nazis rurales siempre son muy resultones). Tras visionar THE DIVIDE, sigo pensando lo mismo, aunque con un nuevo matiz: Gens busca la polémica y el escándalo a toda costa, y su discurso unidireccional tiene cierto componente amarillista un tanto chusquero. Sería el SÁLVAME DELUXE de la nouvelle horreur vague, para entendernos. ¿Razones? THE DIVIDE presenta un escenario de sobras conocido, un encierro postnuclear en un bunker blindado. Nada que no hayamos visto ya mil veces, rodado con nervio (buen prólogo), tensión y garra, aunque el dibujo de personajes se diluye en lo de siempre: Gens lleva la consabida máxima "el hombre es un lobo para el hombre" a su paroxismo, pero sin verdadera reflexión al respecto, tomando en exclusiva el tren de las bajas pulsiones, la demencia y el horror más puro. O dicho de otro modo: una misantropía que, insisto, no nace de la reflexión sino de las vísceras, y probablemente de las ganas de llamar la atención. Es una visión respetable, por supuesto, y bien coherente en sí misma (que ella tenga que revolcarse literalmente en mierda propia y ajena para salvar el culo es paradigmático), pero todo es muy sesgado e, insisto, nace del evidente deseo de epatar a toda costa. Dicho esto, que me resulta algo mosqueante, la película es una nueva muestra del ojo clínico de esta peña para el impacto inmediato y la oscura belleza de lo infame y lo sórdido. Densa y asfixiante en su primer tramo, el mejor, comandado por un magnético y troglodita Michael Biehn, Gens tira por la vía rápida para que el proceso de degradación de esta comuna humana aislada sea lo más espectacular y repugnante posible, hasta en lo físico. Progresivamente demencial, la película trata de jugar al "más salvaje todavía, amigos" cada quince minutos lo que, en realidad, le acaba restando impacto al invento. Así pues, film para amantes de las emociones fuertes y estómagos curtidos, blanco perfecto para mojigatos y escandalizados de serie, pero muy bien armada y ejecutada en general aunque, al final, resulta de lo más epidérmica en su conjunto y superficial en su tratamiento del horror humano, del que, sospechosamente, Gens acaba haciendo espectáculo. Curiosamente, su hermoso epílogo, brillante por su sencillez de concepto y por puro contraste con lo anterior, cuenta lo mismo que todo el metraje precedente sin necesidad de alaridos, tiroteos, desmembramientos, violaciones ni cucarachas mutantes. Sin ser una maravilla, merece la pena echarle un vistazo. 

- Lo mejor: aunque tiene un discurso muy sensacionalista, en intensidad, furia y atrevimiento está a años luz de sus mojigatas hermanas yanquis, y eso es para aplaudir

- Lo peor: esa sensación de cortometraje estirado que gravita sobre toda la película

  CABEZAS



THE WICKER MAN / Inglaterra / 1973
Dirección: Robin Hardy
Producción: Peter Snell
Guión: Anthony Shaffer
Música: Paul Giovanni
Fotografía: Harry Waxman
Intérpretes: Edward Woodward, Christopher Lee, Britt Eckland, Diane Cilento, Ingrid Pitt

Anoche vi THE WICKER MAN, una de esas que vas dejando pasar año tras año, que siempre está en tu cuenta de pendientes. Esta mañana no me la puedo quitar de la cabeza. Así que recupero el olvidado apartado De Culto para entrar en materia con esta, literalmente, inclasificable película inglesa setentera. Todo en THE WICKER MAN, desde el título (EL HOMBRE DE MIMBRE... tela), es muy extraño. Pudo ser una producción de la Hammer más crepuscular, pero no lo fue, aunque en estilo y forma bien lo parece, amén de las presencias de Christopher Lee, el puto amo, luego entraremos con él, y de la crujiente hammerette Ingrid Pitt. El libreto es obra del prestigioso Anthony Shaffer (FRENESÍ y LA HUELLA, nada menos), y la dirección la firma ese tal Robin Hardy, que desapareció del mapa treinta años hasta una especie de tardío spin-off de esta peli, titulado THE WICKER TREE... Hay diversos montajes de la película circulando por ahí, aunque ninguno es un director´s cut oficial. Los IRON MAIDEN se declaran fan y le dedicaron un tema homónimo hace poco, cuando lo único que suena en la peli es folk. Y es que todo es muy raro en THE WICKER MAN, incluidas las pelucas de Mr. Lee, oiga.

Echando una mano en la investigación

Vamos a ver. Entre canciones folk que hablan sobre cebada y maizales al atardecer, un policía inglés viaja sólo en su hidroavión (!) hacia la isla de Summerisle, valga la redundancia. El tipo es un cristiano estirado que no se quita el uniforme ni la gorra ni para excretar. Ha recibido una carta anónima que le advierte sobre la desaparición de una niña en la isla. Nada más llegar, un grupo de pescadores le toman el pelo a dos manos. Esto va a ser una constante. Después interroga a una señora, que niega que la desaparecida sea suya. Cuando el poli cree que se ha camelado a su verdadera hija para que confiese, se da cuenta que la cría le está tomando el pelo. Alquila habitación en el bar-pensión del pueblo, a tiempo para escuchar una entrañable (y elaborada) canción coral en la que todos los lugareños llaman puta a la hija del posadero, participando en el evento el posadero y su hija con evidente complicidad. Confundido, el policía descubre que todo lo que dan de comer en el bareto son conservas (!!). Tras rezar un avemaría, unos gritos interrumpen su reposo: Christopher Lee, como Lord Summerisle, disfrazado como de tuno, ofrece a su primogénito a la hija del posadero, que a estas alturas sospechamos que ha sido conejita de Playboy. Ella recibe al chaval para instruirle en los misterios del amor. Confundido de nuevo, el casto policía baja a dar un paseo nocturno para aclarar su mente y enfriar su entrepierna. Mala idea: en un prado se da de bruces con parejas que retozan alegres entre gemidos y estertores. Vaya. Esto es Sodoma y Gomorra en formato insular. Al día siguiente, nuestro intrépido investigador es toreado varias veces: por la responsable del registro y por el médico del pueblo, que directamente se ríen en su cara. De camino a visitar a Lord Summerisle, se fija en un ritual en el que unos jovencitos saltan desnudos sobre una hoguera. Lord Summerisle ha cambiado su atuendo de tuno por algo mucho más sport (según los parámetros setenteros). Lo que no ha cambiado es su inexplicable pelucón. Nuestro intrépido policía pregunta al Lord sobre el baile en pelotas de la muchachada:

- ¿No le parece peligroso que esos jóvenes salten desnudos encima del fuego?
- Sería más peligroso si saltasen vestidos, ¿no cree?

Lógico. Abandonada esta vía de investigación, el policía trata de presionar con psicología inversa al Lord, que parece ser el que maneja el cotarro, pero al Lord, francamente, parece que se la sopla todo excepto beber vino y retozar con su manceba. También presencia un ritual adolescente de adoración al sol y al Árbol de Mayo, una nueva tonada folk cantada con inusitada pasión. Ya en la escuela, descubre a la profesora (rubia platino macizota) enseñando a las prepúberes alumnas que el Árbol de Mayo es el símbolo fálico por excelencia. Y entonces las nueve niñas gritan a coro "¡falo, falo, falo!". Esto ya es too much para el beato, que entra en cólera (ligeramente) y pone las cosas en su sitio. En ese momento, tanto una alumna como la profesora le toman el pelo con una cucaracha.

En pelotas por el prado

A partir de aquí, todo son falos. Los setos, los árboles, los chismes paganos colgados de los arbustos. Todo. Cada vez más agobiado por los nulos resultados de su investigación, decide desenterrar el supuesto cadáver de la niña, pues hay una lápida con su nombre. Pero allí sólo hay una liebre muerta (vaya cachondeo). El enterrador se ríe en su cara. Por la noche en la pensión comienza a sonar otra canción folk, cantada esta vez por la hija del posadero, en la habitación contigua a la suya. Es una especie de canto de sirena en el que, mediante una poco sutil avalancha de metáforas fálicas y masturbatorias, invita al policía a follar toda la noche. El policía resiste con firmeza satigüándose durante unos minutos pero cuando la manceba, ya en riguroso topless, intensifica el rollo seductor, el tipo se resquebraja. Todo el bar, a coro, se une a la tentadora tonadilla, ella ya está en pelota picada y dando golpes en las paredes cual potranca, el policía se mesa el cabello, araña las paredes y, llegado el momento, ya no sabe si tirarse al tren o a la taquillera. Pero resiste casto y puro (aunque con gran dolor testicular). Su pensamiento recurrente es: "¡¿Pero es que aquí nadie conoce a Jesucristo?!" cuando debería ser "¡Aquí todo el mundo se divierte menos yo!". Inasequible al desaliento, el policía decide registrar una por una todas las casas del pueblo (repito: todas), investigación que, básicamente, consiste en mirar detrás de unas cortinas, caerse por unas escaleras y que una niña disfrazada de cadáver le tome el pelo. Hasta los belfos, el oficial lanza tímidas amenazas al pagano populacho, se toma un whisky y trata de largarse de la isla para buscar refuerzos, pero resulta que alguien a saboteado el hidroavión. Qué putada, se queda en el pueblo justo para las fiestas patronales.

Juegos florales: el Falo de Mayo

El día de fiesta consiste en que todos se disfrazan de animal del bosque (con inquietantes máscaras) y peregrinan por los prados para ofrecer diversos sacrificios a sus dioses. Antes, un tipo vestido de... ¿dragón con falda?... ha acosado al policía por las desiertas calles del pueblo. Otra vez hasta los belfos, el recto oficial decide noquear al posadero y ponerse su disfraz para pasar desapercibido. Casualmente es el disfraz de Fool (Tonto). Por si no había quedado claro. Así pues, el oficial peregrina haciendo el ganso con los nativos, dirigidos por un Lord Summerisle travestido con un pelucón negro y falda de encaje, que hace cabriolas con una hoz en la mano (¡¡!!). Finalmente la niña  desaparecida aparece atada en un risco. Parece que todo se acerca a su final. Y aquí lo dejo...

Lady Summerisle en acción... ver para creer

The real wickerman
¿Thriller de investigación rural? ¿Sátira religiosa? ¿Musical folk erótico? ¿Manifiesto pagano ye-ye? Imposible etiquetar una película que desborda cualquier género, amigos. Uno acomete tamaña marcianada primero expectante, después sorprendido, finalmente embelesado por la rareza y riqueza intrínseca de, repito, una de las películas más singulares y únicas de los 70. Soy consciente de que han analizado sesudamente esta película por activa y por pasiva, desde el punto de vista sociológico, psicológico y teológico, pero a mí me es imposible mantener la seriedad: me he reído mucho, mucho, viendo THE WICKER MAN, en algunas ocasiones por puro delirio, y he disfrutado inmensamente  mientras todo un culto pagano le tomaba el pelo a dos manos a ese beato policía hasta el ridículo más espantoso. Soy consciente de que el propio Christopher Lee, gran estudioso del rollo ocultista y pagano, la considera una de sus mejores películas. También es cierto que el film fue algo mutilado en su estreno (censura sexual y de la otra), así que cada uno saque sus conclusiones. Si bien el coherente giro final otorga peso específico a la película para el que necesite profundidad (vertiente dramática, ahora sí), creo que puestos en la balanza en esa hipotética lucha Paganismo VS Cristianismo, desde luego la película no se queda en un punto equidistante. Para nada. La mofa directa, sardónica e irónica contra el culto cristiano es más que evidente, en mi opinión. Y el disfrute sensual y vital de los paganos pone al pobre beato en su sitio, dejando al descubierto su inherente estupidez existencial. No digo más. Los años pasan, pero seguimos igual, o peor:  hoy en día el estreno de esta peli sería un escándalo. Obviad, por supuesto, el flatulento remake protagonizado por Nicholas Cage hace un tiempo, que sólo comparte con la original el delirio capilar, nada de su carga subversiva, y tiraos de cabeza a por esta película. No hubo otra igual.


- Lo mejor: inclasificable, libre, divertida e iconoclasta, tocada por ese aura genial imposible de explicar

- Lo peor: que te identifiques con el protagonista

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THE CABIN IN THE WOODS / EEUU / 2012

Aficionados y freaks del terror infecto, esos que nos tragamos cualquier hez audiovisual a las tantas de la noche por puro sadomasoquismo: ¿cuántas habéis visto sobre un grupo de jovenzuelos que pasan un fin de semana sangriento en una cabaña en el bosque? Todas cortadas por el mismo patrón y los mismos estereotipos, misma estructura, salidas de una fórmula que produce películas como churros. Casi todas una merde excepto honrosas excepciones que tenemos en la testa. Bien, pues THE CABIN IN THE WOODS es otra de esas... como no habéis visto nunca. Mi ya casi adorado Joss Whedon une fuerzas con su colega de ilustre apellido Drew Goddard para regalarnos, esta vez sí que sí, la última vuelta de tuerca a un subgénero tan trillado. Deconstrucción brillante de los propios resortes del género, paso por paso, Whedon (coguionista y coproductor, por cierto) y Goddard construyen un artefacto sencillamente delicioso. Una comedia de terror que se devora y disfruta desde el minuto uno hasta el último, non stop. Obvio: cuanto mejor conozcas las "herramientas" del género, es decir, cuanta más mierda semejante hayas deglutido, mucho mejor, porque la diversión será el doble. Chicos muy listos, orquestan una operación hasta cierto punto similar a SCREAM y a la reciente TUCKER & DALE vs EVILpero excavando aún más hasta los propios cimientos del género y, aquí está lo glorioso, sin que la película deje ser, en ningún momento, una película de género. Carambola redonda que les permite jugar con conceptos que profundizan hasta llegar, literalmente, al arquetipo, a varios niveles. Los cinco jovenzuelos son de manual: el macho-alfa que interpreta Chris Hemsworth (Thor), la chavala virginal, el amigo tímido que no folla, la rubia tonta siliconada y, por supuesto, el colega fumeta. Pero (¡¡atención: SPOILERS!!), el macho-alfa tiene el final que se merece, la virgen llega al final vivita y coleando (y llega, ¡porque tiene que llegar!) y, por una vez, el colega fumeta es el único que tiene las ideas claras y visión de conjunto, con diferencia el más despierto de la función. Y hablaba de arquetipos, también, porque la propia estructura de la película juega mostrar sus cartas desde el principio sin necesidad de un twist final, manejando con salero cosas como el azar, el suspense y la incertidumbre (atención a la secuencia de la "elección" de objetos del sótano, brillante) pero ocultando la información necesaria para que la peli avance como un torpedo de la pradera hacia su objetivo. Dicho de otro modo: personajes, desarrollo y ritmo de la peli son la bomba, un todo coherente plagado de ideas y pistas juguetonas que, ahora sí, tienen sentido y empujar a la película hacia la diversión extrema. Coherencia interna, claridad de ideas y sorpresas bien dosificadas... ¿eh, señor Lindelof? Si a estos ingredientes tan sabrosos le añadimos un tramo final delirante por su propio exceso (aunque los fx digitales son un tanto salchicheros), la "aparición especial" de una señora de muchos quilates y una conclusión que merece vítores, en realidad el motor argumental de la propia película, que es puro Lovecraft-pop, sumado todo obtenemos... el juguete con el que ya nos apetecía jugar, amigos. Una delicia.

- Lo mejor: un guión que es un engranaje de precisión, que sabe soldar a fuego el macarrismo y la multirreferencia con  el propio motor de la acción, una virguería

- Lo peor: un poco más de mala leche y atrevimiento, ya puestos, no le habría venido nada mal, porque en el fondo no deja de ser un (notable) producto mainstream

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THE TALL MAN / EEUU-Canadá-Francia / 2012

Dirección y guion: Pascal Laugier
Producción: Kevin DeWalt, Scott Kennedy y Clément Miserez
Música: Jeff  Danna
Fotografía: Kamal Derkaoui
Montaje: Sébastien Prangère
Diseño de producción: Jean-Andre Carriere
Vestuario: Angus Atrathie
Interpretación: Jessica Biel (Julia), Jodelle Ferland (Jenny), Stephen McHattie, William B. Davis, Samantha Ferris


Era fácil de prever: la diáspora de los integrantes de la llamada nouvelle horreur vague al otro lado del charco continúa, lenta e inexorable. El genio Alexandre Aja ya está más que establecido, y andamos todos expectantes de cual será su siguiente paso tras la macarrada de PIRANHA 3D. Julien Maury y Alexandre Bustillo, artífices de A L`INTERIEUR, tras LIVIDE (aún francesa) se anuncia su desembarco en los USA tras su frustado intento de remakear HELLRAISER. Xavier Gens, autor de FRONTIERE´S, debutó en yanquilandia con THE DIVIDE, y ya acumula dos proyectos a la espera (uno de ellos, THE COLD SKIN, de evidentes influencias lovecraftianas, por cierto). David Moreau y Xabier Palud ya estrenaron el remake yanqui de THE EYE, con más pena que gloria. Y el más raruno de todos ellos, el demencial belga Fabrice Du Welz, trata de sacar adelante un proyecto llamado ALLELUIA basado, esta vez, en hechos reales. Así pues, de los pesos pesados, sólo nos queda Pascal Laugier, que llegó a Norteamérica con la llamativa credencial de su anterior película, la brutalísima y polémica MARTYRS, que tantos ríos de tinta derramó en su momento. Así pues, con la omnipresente presencia de su protagonista, la semiestrella buenorra Jessica Biel, ¿qué haría Laugier dentro del engranaje industrial de EEUU? Fácil: una gran película. Si no la has visto, la recomendación es clara: atrás prejuicios, no la dejes pasar. Adelanto conclusión porque estoy seguro de que se va a escapar más de un SPOILER. Primero, para que nadie la enfrente con falsas expectativas: THE TALL MAN es una película muy distinta a MARTYRS. El grado de brutalidad explícita ha desaparecido. Es mucho menos radical, al menos a nivel superficial. Segundo: aún así, en THE TALL MAN podemos identificar unas constantes que se repiten respecto a MARTYRS, o dicho de otro modo, tras tres películas, Laugier ha sellado una mirada propia. 


Como viene siendo habitual en esta panda, Laugier escribe el guión y se lleva a los USA a sus colaboradores en apartados tan importantes como la fotografía y el montaje. Parte de la producción, de hecho, es francesa. Jessica Biel, implicada hasta las trancas en el proyecto, ayuda también a que la película sea una realidad. Laugier no quiere que el asunto se le escape de la manos, ata cabos y hace la película que quiere hacer. Sin embargo, la maquinaria hollywoodiense, una vez más, vende el producto como lo que no es, en absoluto: un slasher que, si nos atenemos a frases promocionales y el poster americano, pretende arrancar franquicia con un nuevo asesino. Falso 100%. Para empezar, THE TALL MAN es una película de terror sólo en algunos momentos y sólo en su primera parte. Es una de esas que oculta un gran secreto. Ese "Hombre Alto" no es más que un punto de partida, casi un mcguffin, sobre el que descansa el armazón de la peli, o para ser más exactos, la primera mitad de la peli. Laugier juega sus cartas "de género" con sabiduría en este primer tramo, logrando que, cuando llega el cambio de tercio, ya estemos abducidos por el film. Su puesta en escena es milimétrica, elegante, cadenciosa, y su cámara examina rostros y escenarios con la precisión de un cirujano. Atención a la sencillez, la elegancia y, casi, el pudor, con el que filma la "resurrección" del bebé al principio. Se aleja todo lo que puede de los sustos facilones, del ritmo videoclipero y de la música estridente para acunarnos con una nana malsana y atmosférica, dando tiempo a sus personajes para que los empaticemos, dando tiempo a que el alma gris, triste y desolada de la película impregne nuestra piel. Hay en este tramo, por supuesto, detalles y formas que nos recuerdan al autor de MARTYRS, a su realista y palpable tratamiento del dolor físico. Aquí la violencia duele, duele mucho. Por fin vemos a un personaje revisar sus heridas entre el llanto y la respiración agónica. Y justo cuando creemos que estamos llegando a una especie de climax final (¡en medio de la película!), la palabra más sencilla que puede pronunciar un niño nos da la vuelta al cerebro. Sin subrayados ni tachanes, casi subliminalmente. Pero entonces nos damos cuenta que la película no ha hecho más que empezar, la subtrama del "Hombre Alto" se cierra y Pascal nos obliga a seguir la historia desde otro punto de vista... ético.

Poster internacional niponizado... ¿con otro título?

Pero que nadie salga corriendo, esto no es la última ocurrencia de mr. Shyamalan. El temible giro no llega al final, ni mucho menos. Durante media película tenemos que reajustar nuestro cerebro a la nueva visión de la historia. No se trata pues de epatar, sino de ¡redescubrir la película en tiempo real! Obviamente, Laugier tira de algún truco narrativo, como dividir un punto de vista que hasta entonces estaba centrado en Julia/Biel. Nada grave. THE TALL MAN, pues, se convierte entonces en un sofocante thriller de suspense que trata de responder una nueva pregunta (observad el mucho menos fariseo poster francés). Así, la película plantea un inusitado conflicto ético y, en última instancia y en un último plano que es una verdadera declaración de principios, Pascal Laugier se atreve, nada menos, que a romper la "cuarta pared" y lanzarle una pregunta muy jodida al espectador, directamente a nuestra jeta. Como vemos, este cambio de tercio conecta con lo que ocurría a mitad de MARTYRS (comenzaba, de facto, una nueva película), y no sólo eso, sino que en su verdadera esencia argumental, la hipótesis que propone Laugier aquí, sin llegar a ser tan radical como en la susodicha, sí que las conecta y participan una de otra.

Poster franchute, pura atmósfera

Dejo para el final a Jessica Biel. Supongo que muchos aficionados habrán fruncido el ceño con su total presencia en el poster. Pues tirad los prejuicios por la ventana, porque la Biel nos regala, hasta el momento, el personaje y la interpretación de su vida. Laugier esconde, literalmente, su seña de identidad, y su natural macicez pasa a la historia. Lejos de aparentar el más mínimo erotismo o lozanía, la Biel aparece, en buena parte del metraje, apalizada, hundida, hecha un giñapo. Y compone un personaje jodidamente complejo, humano, real. Bravo por ella. Otra vez, pocas concesiones a la industria, y un chasco total para el que acuda a ver a la habitual action-woman ostiándose contra el asesino enmascarado. Feliz también la recuperación de Jodelle Ferland (la cría de TIDELAND y SILENT HILL), convertida en una enigmática adolescente muda que Laugier retrata con estética cuasi nipona. 


Poco más que añadir. Para cualquier aficionado, THE TALL MAN es de visión obligatoria. No es una peli fácil ni de digestión inmediata, pero desde luego no tiene nada que ver con lo que tratan de vender desde los despachos. Sería una pena que muchos la dejen pasar por su aparente poco atractivo porque THE TALL MAN puede ser muchas cosas, incluso discutible en algunos de sus puntos clave, pero desde luego no es una más. Queda dicho.


- Lo mejor: la pericia de Pascal Laugier para llevar la película a un nuevo nivel de complejidad, alejándola de los estereotipos del género y generando importantes dosis de inquietud visual y conceptual

- Lo peor: como casi siempre, la voz en off resulta redundante y no aporta nada... excepto justo al final

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PROMETHEUS / EEUU / 2012

Dirección: Ridley Scott
Guion: Jon Spaihts y Damon Lindelof
Producción: Ridley Scott, David Giler y Walter Hill
Música: Marc Streitenfeld
Fotografía: Dariusz Wolski
Montaje: Pietro Scalia
Diseño de producción: Arthur Max 
Vestuario: Janty Yates
Interpretación: Noomi Rapace (Elizabeth Shaw)Charlize Theron (Meredith Vickers),Michael Fassbender (David)Guy Pearce (Peter Weyland)Idris Elba (Janek)Logan Marshall-Green (Charlie Holloway)Rafe Spall (Millburn),Sean Harris (Fifield)


Empanada
1. f. Masa de pan rellena de carne, pescado, verdura u otros ingredientes, cocida en el horno.
2. f. Acción y efecto de enredar u ocultar un negocio.
3. f. coloq. Confusión de ideas.

PROMETHEUS:  
1. f. Argamasa de conceptos rellena de la Biblia, la secta de los Raelianos, iconografía cristiana y grecorromana, la propia mitología de Alien y su pizca de Lovecraft, horneada en un cerebro muy cocido.
2. f. Acción y efecto de enredar arriba y abajo con una película muy esperada, ocultando sus flaquezas, esperando que todo el mundo pase por taquilla y el negocio salga redondo.
3. f. coloq. Empanada espacial de sepia en la Semana Santa extraterrestre.


Para muchos, entre los que me incluyo, PROMETHEUS era algo así como la película soñada del año y, desde cierto punto de vista, la peli soñada desde hace bastantes años. El ansiado regreso de Ridley Scott no sólo a la ciencia ficción (desde BLADE RUNNER, por diox) sino al universo del que él mismo se encargó de levantar los cimientos: la saga ALIEN. De tortuosa gestación, PROMETHEUS comenzó siendo una precuela directa de ALIEN, que se dividiría en dos partes, con libreto de Jon Spaihts y dirección de Carl Rinsch, protegido de Scott que, como él, también viene de la publicidad. Después, cambio de rumbo: PROMETHEUS no sería una precuela, sino una película independiente de la saga con algunos puntos en común con la serie del xenomorfo. Scott toma ahora las riendas del rpoyecto y llama al celebérrimo Damon Lindelof, uno de los guionistas de LOST, que le da un tremebundo magreo al guión precedente, tratando de conciliar, digo yo, lo ya escrito (todo aquello que conecta ésta con la primera de ALIEN) y añadiendo una serie de elementos nuevos que, en realidad, lo que pretenden abiertamente es iniciar una nueva serie de películas. En realidad, todo esto mola como rollo informativo, quizás ayude a entender el destrozo en algunos apartados, pero lo que cuenta, siempre, es el resultado final. Y PROMETHEUS no es, ni por el forro, la película que estábamos esperando, porque su guión es un gran agujero negro por el que se desintegra, sin piedad, todo lo que esta película podría haber sido y no es.


Y a partir de aquí, SPOILERS por un tubo, amigos. No he visto LOST pero he visto PROMETHEUS. Se me han quitado las ganas de ver LOST. Quizás sea injusto achacar todos los males del discutible libreto al sr. Lindelof, ya que el "amigo de los símbolos" partía, como comentamos, del guión previo de Jon Spaihts. Por lo tanto, muy difícil dilucidar cuáles de las cienes de cagadas e incoherencias argumentales de PROMETHEUS son suyas. Aunque, por lo leído y comentado por muchos fans de la serie de TV, parece que la mayoría. El gran problema de base de esta película, para empezar, es la enorme distancia que separa lo que se pretende con el resultado final. Parece que Ridley quería una película de ciencia-ficción de altos vuelos, buscando cierto concepto trascendente jugando con las preguntas más antiguas de la Humanidad: ¿quienes somos? ¿de dónde venimos? ¿fuimos creados?. Ningún problema con eso, colega. Incluso cuando el ALIEN original era cualquier cosa excepto pretencioso. La movida es que, partiendo de una premisa tan jugosa como la que afirma que nosotros somos extraterrestres, fascinante aunque poco original en el ámbito de la ciencia-ficción y el terror cósmico (con leer a Arthur C. Clarke y a Lovecraft bastaría), Scott & cia rizan el rizo tratando de encajar semejante embolado teórico-existencial con el  propio imaginario de los aliens, bañado de cierto espíritu serie B de lo más zarrapastroso y, por si esto fuera poco, con una avalancha de iconografía religioso-mitológica que, mire usted por donde, no hay quien se la trague sin anestesia. Teniendo en mente, además, que esto es un blockbuster veraniego, que la película ha costado lo mismo que una misión a Marte, y que hay que atraer al respetable con las obligatorias dosis de fuegos artificiales. Y todo ello, por supuesto, lo suficientemente confuso, superficial y malabarístico para que todo y nada se explique a la vez, en una suerte de puzzle que roza lo absurdo por momentos, no sólo incoherente sino, en algunos pasajes, directamente contradictorio.


¿Ejemplos del cacao conceptual? Comenzamos con los xenomorfos: su origen. En pie, seguidores de la saga ALIEN. Todo en PROMETHEUS juguetea con el concepto de mutación genética y mezclas de ADN como germen de la vida, o de nuevas formas de vida. Vale. Como bien queda claro en su viscoso epílogo, parece que el Alien (o un proto-alien, vaya usted a saber) es fruto de la combinación del misterioso chapapote con el ADN de los Ingenieros, por puro azar. Esto tiene algo de sentido, porque antes hemos visto versiones de un proto-facehugger en forma de serpiente, y el ciclo vital embrionario de los aliens ya está presente en toda la caraja previa, entre pulpos, krakens y zombies violados oralmente. Pero entonces... ¿por qué en el mural de la sala de vasijas, que recordemos tiene más de 35 mil años de antigüedad, aparece ya una reina alien iconográfica, adorada como una deidad? y, para más INRI, ¿por qué está crucificada?...

La Reina Madre, crucificada por el sistema

Si el alien es fruto casual de la recombinación genética que vemos en la película en tiempo presente, ¿de qué carajo huían los Ingenieros? De los aliens no, si somos coherentes. ¿O sí? Porque resulta que David, el robot, nada más entrar en la pirámide, toquetea lo que parece ser una muestra de esa mítica baba-alien... Por otra parte, ya hemos visto en el prólogo de la película cómo un Ingeniero, en lo que se presupone que es un  ritual de sacrificio, muere al ingerir dicho chapapote y, supuestamente, "crea la vida" en un planeta inhóspito (que puede ser o no la Tierra: supongamos que es la Tierra...). No muta en nada, no se transforma, simplemente se desintegra. Entonces... ¿es la misma chocoplasta de las vasijas? ¿es otra sustancia distinta? Sí, no... quizás. Además, dicha viscosidad parece que actúa a su puta bola dependiendo del organismo que infecte, sin un patrón definido, o sea, provoca cualquier cosa que al sr. guionista le venga bien. Sustancia multitarea ideal para escritores sin ideas. Resumiendo:
  • Ingeniero + Chapapote ADN = Seres Humanos
  • Chapapote ADN + Gusano = Serpiente Espeluznante
  • Chapapote ADN + Champán + Arqueólogo = Zombie Mutante
  • Arqueólogo Pre-Zombie + Sexo con Mujer = Sepia Espacial
  • Sepia Espacial + Un Par de Horas = Kraken Gigantesco
  • Kraken Gigantesco + Ingeniero = Proto-Xenomorfo
Prometheus en plan rápido

Sigamos. Asumamos que los Ingenieros son nuestros creadores, o, al menos, los que provocaron la chispa de la vida en la Tierra (siempre que el planeta de inicio sea el nuestro). Vale. Pero resulta que, además de crear vida, también se dedican a crear armas biológicas, a destruirla. Y los aliens parecen ser el cénit de esta investigación, el arma definitiva. Esto lo sabemos por una secuencia metida con calzador hacia el tercio final. Vale, aún así es coherente con ALIEN, recordad aquel diálogo del mítico Ash cuando le está haciendo la autopsia al facehugger, que lo definía como una "máquina de matar, un perfecto hijo de puta". Hace tropocientos miles de años, los Ingenieros sirvieron de modelo para mogollón de pinturas rupestres muy parecidas entre sí, que parecen funcionar como un mapa estelar. O algo. Pero resulta, que el mapa no nos conduce a su planeta de origen, que parece lo lógico, sino a un trozo de piedra flotando en el espacio que no es más que un inmenso laboratorio biológico donde lo mejor que nos puede pasar es morir entre convulsiones, convertirnos en zombies o ser fecundados por un calamar. Y además, es sólo uno de los muchos planetas donde estos semidioses están desarrollando sus Legos genéticos. Pues vaya una invitación guapa para conocerlos. Puedo admitir que el mito del dios-destructor-de-mundos encaje aquí, aunque sospecho que los Ingenieros, en realidad, son unos cachondos. Y para terminar con las incoherencias internas, otro detalle a estudiar: si el Ingeniero criogenizado es el último vivo de su especie, y muere al final de la película para engendrar un proto-alien, por lo que el proto-alien es, insisto, fruto del azar, entonces: ¿por qué hay huevos de alien en el planeta de la primera película? ¿cómo aparecieron, cómo demonios llegaron allí?


Ahora, juntemos nuestras manos que llegó la Navidad. Obviando el rollete creyente de nuestra heroína y su perenne cruz al pecho, obsesivamente retratada por Scott, la Prometheus llega al planeta un 24 de diciembre, y ella es inoculada-fertilizada, suponemos, que al día siguiente o así. Una mujer que, según ha confesado antes, es estéril. 25 de diciembre. Inseminada por una entidad desconocida incorpórea (el chapapote) a través de su novio mutante. La Inmaculada Concepción. Y el que le anuncia su estado de buena esperanza es un tipo rubio de facciones perfectas y aspecto angelical, al que sólo le faltan las alitas. La Anunciación. Sólo falta el pesebre amigos.  Y la criatura nace, por supuesto. Tirando de este hilo, entonces... ¿es la sepia abortada un Jesucristo extraterrestre? Y si lo es... ¿tiene esto algún sentido más allá de hacer paralelismos gratuitos a diestro y siniestro, todo por la cara? Lo dudo, amigos. Narrativamente, ni tiene sentido más allá del floklore ni va a ningún sitio. Pistas, símbolos, y anzuelos de pescar espectadores que no llevan a ninguna parte. Así pues, cataratas de buenas ideas inconexas, sin cohesión ni relación firme entre ellas. Y un buen guión no son sólo buenas ideas, sino un todo coherente y comprensible. Humo de colores.

Prometheus también quiere ser Kubrick

En muchas ocasiones, una buena construcción de personajes puede hacer que semejante galimatías, como poco, se mitigue. Pero no, aquí tampoco. La tripulación de científicos de élite de la Prometheus se comportan como retrasados, en el mejor de los casos, en especial en los secundarios, que llevan tatuados la frase "carne de cañón" en la frente desde el principio. Sus acciones y reacciones son absurdas e incomprensibles, su dibujo de personajes raquítico. A años luz de la precisa, creíble y riquísima fauna humana que poblaba la Nostromo, por supuesto. Son detalles que, sumados, restan credibilidad a la película a pasos agigantados: que el que se pierde en la pirámide sea precisamente el geólogo encargado de topografíar el planeta es de coña, amigos. Ah, que es punki, fuma maría y aúlla como un lobo. Vale: ¿justificado?... Pero que el biólogo se quite el casco alegremente porque "se puede respirar", obviando la posible presencia de virus o bacterias en el ambiente en un planeta desconocido, y que después trate a la serpiente espeluznante como un peluche encantador... es de traca. Por no hablar de la presencia de tanques médicos de alta tecnología... sólo para hombres (¿?). Lo que uno podría esperar de una rumbera serie B descerebrada en una sesión golfa, pero no de PROMETHEUS. Todo ello, simplemente para justificar una serie de secuencias impactantes, metidas con calzador en el guión de la manera más torpe posible. Afortunadamente, el oasis ante tanta tontuna es David/Fassbender, quizá el único ser bien construido de toda la película y, por descontado, el que se lleva las mejores frases, el único que aporta algo de peso y credibilidad ante tanto disparate. Ni que decir que la heroína, una esforzada Noomi Rapace, queda a años luz del carisma, la presencia y la fuerza de Ripley.

¿Plano de Ridley o fase final en la Playstation?

Así pues, ¿qué hace Ridley Scott con este lamentable panorama? Lo que puede. Obviamente, el apartado visual es, de lejos, lo mejor de la película. Aunque sólo roza en algunos momentos la tensión y la atmósfera que se podía cortar con un cuchillo en aquel octavo pasajero, que sigue siendo la referencia obvia para esta película, hay instantes y secuencias que funcionan como una coreografía visual de muchos quilates, justamente, mira tú por donde, aquellas donde no hay diálogos y el guión se dedica, aunque sea efímeramente, a desarrollar una sola idea. Pienso en el majestuoso y elegante prólogo. En el aterrizaje de la nave en el planeta y en la primera exploración a la pirámide. O en la activación de la silla del piloto del Ingeniero. Momentos que, estos sí, son de una belleza arrebatadora, en los que cada plano está mimado al detalle y que son pura ciencia-ficción con mayúsculas, de la que sugiere y activa las neuronas, al menos las que nos quedan vivas. Pero son, lamentablemente, instantes aislados dentro de un todo muy difícil de digerir. No niego que, con un segundo visionado, PROMETHEUS gane algo de peso, aunque tengo mis dudas. Y tampoco descarto que en su segunda parte, PARADISE, que ya está confirmada, arroje luz a algunas de las mil y una incógnitas que ésta nos ha dejado, siempre que el amigo Lindelof esté a mil kilómetros del proyecto. Pero una película debe hablar y tener valor por sí misma, no depender, en asuntos tan esenciales, de lo que pueda venir después. Si ALIEN, la primera, era una esfera negra flotando en el cosmos, pulida, brillante, enigmática, perfecta, una obra maestra del séptimo arte, PROMETHEUS es un prisma irregular y amorfo de muchas caras bañadas en chapapote, labrado a lo bruto y que refleja sólo  muy ocasionalmente algunos destellos de buen cine.


- Lo mejor: secuencias aisladas (sin diálogos) que reivindican la tremenda potencia, elegancia y belleza visual de Ridley Scott

- Lo peor: un guión tan a medio hacer, tan malo que ralla el sin sentido y consigue sacarte de la película


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LOCKOUT / Francia / 2012

Ocurre muy de vez en cuando, pero ocurre: que un soberano pastiche-megamix de decenas de títulos más o menos míticos funcione, sí, funcione, sin que uno tenga el impulso de defecar poeticamente sobre el progenitor del responsable. Luc Besson, tipo listo, lo sabe. Desde hace años ya, apoltronado en su butacón de productor-estrella y recordando con tragos de Moet Chandon y volutas de habano sus años mozos de enfant terrible del cine europeo, el bueno de Luc abandonó cualquier intención de hacer buen cine con su canto de cisne, la hermosa ANGEL-A. Desde entonces no para, dedicado en exclusiva a parir blockbusters franchutes "a la americana" con su EuropaCorp. De esta matriz han salido ya un montón de pelis (pero a paladas), todas ellas cortadas más o menos por el mismo patrón, unas pocas con argumento del propio Besson. Manoseando muy de cuando en cuando la ciencia-ficción, siempre pasada por el furioso tamiz de la acción hiperbólica, LOCKOUT (por favor, ignoren de nuevo el delirante título en español: MS1: MÁXIMA SEGURIDAD) se beneficia de su magnífico modelo, de su tono ligero y circense y de su protagonista Guy Pearce, un notable actor que rara vez se presta a este tipo de productos. Prácticamente un remake encubierto de esa maravilla de John Carpenter titulada 1997: RESCATE EN NUEVA YORK, toma "prestado" su protagonista y argumento punto por punto (cambiando al inovidable Snake Plissken por Snow, hermanos de sangre, a esa Manhattan postapocalíptica por una cárcel espacial y al rescate del presidente de los EEUU por el rescate de... su hija), anabolizando la acción a tope en un guión funcional que, además de la mentada, quiere recordar a otro clásico de la acción ochentera: LA JUNGLA DE CRISTAL. Y para sorpresa de un servidor, como decía, la cosa funciona de maravilla, siempre que tengas muy claro que vas a devorar una hamburguesa y no un churrasco de ternera, y que posiblemente perderás unas cuantas neuronas por el camino. Serie B hinchadita sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato a cualquier fanático de la acción espacial, con constante cachondeo generalizado (nadie se toma muy en serio la película, y en este caso es un plus), guiado por la chispeante batuta de ese Guy Pearce/Snow, chulesco, irónico y sobradísimo héroe que, desde la magnífica secuencia de apertura del interrogatorio, hace que afrontemos la peli ya con una sonrisa en los labios. Y es que hasta en la liga más chusquera hay clases, y, dentro de sus obvias limitaciones, LOCKOUT es un producto con cierta clase. Ideal para dejar el cerebro en la nevera y pasar hora y media refugiado de esta infernal ola de calor en tu sofá favorito, birra fresca mediante. Ni más ni menos.

- Lo mejor: sin inventar la rueda ni pretenderlo, lo bien que funciona el conjunto

- Lo peor: algunos efectos que, sencillamente, no llegan ni al aprobado (la persecución de la moto) 

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HAYWIRE / EEUU / 2012

Steven Soderbergh ha pasado de anunciar su retirada del cine ha estrenar prácticamente una peli por año. Presto a conseguir que hasta el más seguidor le pierda la pista, cambia de rumbo, género, formato y tono con cada proyecto, normalmente rodado a la velocidad del rayo, y a otra otra cosa. A su puta bola. Eso sí, sigue manteniendo una constante primordial en su cine: mejores o peores, más redondas o más irregulares, todas sus pelis siempre tienen algo interesante. Siempre. A priori, un proyecto como HAYWIRE (obviemos su horrendo título en castellano) supone una "pieza menor" en su filmografía. Peli de acción de consumo rápido, un poco en la vena de la saga BOURNE con frecuentes guiños a las action-movies setenteras y ochenteras, un pasatiempo ligero con el que matar el tiempo. Esto a priori, porque resulta que HAYWIRE es, posiblemente, lo mejor que ha rodado este insobornable en los últimos diez años. Agarrando por los cuernos una trama de cuerpos especiales de élite, espías macizos, traiciones varias y venganzas saltarinas, funcional pero nada sorpresiva, el bueno de Steven prima ante todo en su planificación el cómo sobre el qué, y logra que un argumento tan anémico resulte absorbente de principio a fin. Que nuestro action-hero de turno sea una maciza en vez de un cachas ya no es cosa novedosa, aunque sea una fémina puteada por diversos machos, pero sí lo es que la maroma sea una luchadora real de kickboxing y otras lindezas, pues al parecer la tal Gina Carano se pasa la vida dando cera en cosas como AMERICAN GLADIATOR y tal. Pues sorpresa: la maciza convence, y de qué manera, y no sólo repartiendo estopa a diestro y siniestro, sino también en las delicadas escenas en las que debe transmitir algo más que furia o dolor. Fumata blanca. Habemus actriz. Sabedor de que tiene un diamante en bruto delante del objetivo, deja a su actriz-atleta ejecutar con primorosa elegancia y nervio una serie de set-pieces de acción que, sencillamente, están entre lo mejor rodado del género de la última década. Mallory, pues así se llama la tremenda, amenaza cada secuencia con salirse de plano (amplios generales, a contracorriente del rollete videoclipero hiperpicado) o rebasar por velocidad al operador de la steadycam en sus carreras por la urbe, rodadas, para mayor goce, en purísimos planos secuencias de una fisicidad que quitan el aliento, literalmente. O sea, justito lo contrario que el horror de Michael Bay. No voy a decir que la brutal gresca en la habitación del hotel con Michael Fassbender es la mejor pelea rodada en el s.XXI, pero podría. Incluso hasta cuando la peli no está a tortas o tiros, funciona que es un primor. Pienso en la larga secuencia por las azoteas o la "huida caminando" por una acera (de nuevo en fastuoso plano secuencia), que bien podrían haber firmado un Hitchcock en plena forma. O la atención enfermiza que le presta a los tiempos muertos de la asesina, a sus pequeñas rutinas, de una poética digna de un Jean-Pierre Melville. Que sí, de verdad. Así pues, Soderbergh ha perpetrado (otra vez) un capricho personal con casting de lujo, su particular action-movie para los anales, una película que vuelve a confirmar que, cuando hay mucho talento  e ideas claras detrás de las cámaras y un equipo que sabe dónde anda, casi todo lo demás es secundario. Cine pequeño. Cine inmediato. Cine vibrante. Gran cine.

- Lo mejor: la hermosa planificación visual, tan a contracorriente en los tiempos que corren para una peli de acción pura

- Lo peor: que el cine de acción por la pata te provoque urticarias y sarpullidos

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