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ESKALOFRÍO / ESPAÑA / 2008
Dirección: Isidro Ortiz.
Guión: Hernán Migoya, Alejandro Hernández, José Gamo e Isidro Ortiz.
Producción: Ramón Vidal y Álvaro Augustín.
Música: Fernando Velázquez.
Fotografía: Josep María Civit.
Montaje: Bernat Aragonés.
Dirección artística: Pilar Revuelta.
Vestuario: Eva Arreche.
Interpretación: Junio Valverde (Santi), Blanca Suárez (Ángela), Jimmy Barnatán (Leo), Mar Sodupe (Julia), Francesc Orella (Dimas), Roberto Enríquez (Antonio), Andrés Herrera (Fabián), Paul Berrondo (Óscar), Anna Ycolbazeta (Gloria), Berta Ros (Erika Hassel), José María Domenech (Teófilo), Christian Najera (Raúl), Pau Poch (Tito).


ESKALOFRÍO es la tercera película de Isidro Ortiz tras la estupenda FAUSTO 5.0, en la que colaboraron miembros de la FURA DELS BAUS, y la muy plomiza (haciendo honor a su nombre) SOMNE. Enmarcadas todas en un "fantástico postmoderno", por decirlo de alguna manera, ESKALOFRÍO demuestra otra vez lo que defiendo desde tiempo: por aquí tenemos un potencial tremendo de género y una nutrida horda de directores/guionistas con buenas ideas, pero seguimos tropezando en la misma piedra una y otra vez, la falta de promoción (somos unos completos inútiles en esto) y una especie de "complejo de inferioridad" ridículo que lleva a películas como esta a sufrir la indiferencia/desconocimiento general. Y además estoy seguro de que este auto-maltrato masoquista al cine español de género no tiene nada que ver con la calidad de las pelis (como muchos opinan) sino a su completa falta de distribución: cuando la cosa se vende bien (vease REC o EL ORFANATO, por ejemplo) la cosa funciona, así de simple. No hay ninguna razón por la que cualquier espectador que disfrutó con JOVENES OCULTOS, LOS VIAJEROS DE LA NOCHE o THE RING no vaya a disfrutar de ESKALOFRÍO, pero para disfrutarla hay que saber de su existencia. Fin de la pataleta dominical.

Francesc Orella como Dimas... ¿el nuevo Paul Naschy?

Aunque tramposilla y algo confusa, ESKALOFRÍO se beneficia (y mucho) de una factura visual personal y brillante, una puesta en escena cuidada al milímetro y un buen ritmo narrativo. La película lanza un anzuelo clarísimo, y uno pica sin dudar: por fin una peli de vampiros adolescentes hecha aquí. Las primeras peripecias vitales de Santi, un chaval aislado y enfermizo que no soporta la luz del sol, al que le están creciendo los colmillos y que "sueña" con morir abrasado funciona de cojones. La peripecia vital que le lleva a abandonar la ciudad con su madre en busca de un clima más beneficioso para su delicada salud hace que nos frotemos las manos: una peli de vampiros adolescentes en un entorno rural norteño, nublado, asilvestrado, grisaceo, y con la tensión palpable que todo forastero (y más aún si es rarito) debe sufrir en sus carnes. Hasta aquí chapeau, con una ambientación perfecta y una presentación de personajes efectiva. Arranque inmejorable, un inquietante protagonista, un buen plantel de secundarios y todo un abanico de posibilidades por delante. Lamentablemente, poco a poco la cosa se va diluyendo, no por hastío o desinterés, sino por todo lo contrario: la cosa pincha por pura acumulación, hasta que la maldita pregunta comienza a revolotear por la cabeza... ¿de qué va todo esto? A la media hora ya tenemos demasiadas vías abiertas: la historia vampírica de Santi, el monstruo que merodea por el bosque, asesinatos sangientos, pasos en el desván, la luna llena, el juego del "falso culpable" y un buen montón de pistas falsas por doquier que, no obstante, no consiguen evitar que le descubramos el truco al asunto demasiado pronto. Mal asunto.


Siempre he pensado que cuando un guión viene firmado por más de dos guionistas es que la cosa no acaba de cuajar, y precisamente eso ocurre con ESKALOFRÍO amigos. En vez de concentrar el interés en el apasionante arranque, se ponen demasiadas cartas sobre la mesa que no acaban de cohesionarse y lograr el repoker que pretende. Parece que cada uno está intentando contar su película, con lo que la trama general queda algo forzada, rematada por el "secreto" del bosque, cuya explicación parece metida con calzador de forma bastante tosca e incoherente (la visita al viejo orfanato con las monjas) aunque, milagrosamente, nada hace que la película acabe por derrumbarse, en gran medida gracias al extraordinario talento visual de Isidro Ortiz, (hay un par de secuencias de puro terror y tensión de quitarse el sombrero) que sólo pincha en un par de ocasiones, con alardes que no acaban de funcionar (todo ese tramo con la cámara en "modo nocturno" no me gustó nada). Los actores cumplen con creces, el simpático Jimmy Barnatán repite su papel de siempre de amigo friki/enrollado, pero hay que destacar a su protagonista Junio Valverde, que consigue rubricar una sorprendente e intensa interpretación, haciéndose de principio a fin con un personaje nada fácil.


Buenas intenciones e ideas que no llegan a rematarse del todo, enorme poderío visual e incluso ciertos momentos de riesgo hacen que ESKALOFRÍO sea una más que digna y elegante muestra del cine de género de aquí y de ahora por encima de todas sus incoherencias y errores, muy por encima de esos subproductos pestilentes y remakes fast-food con los que nos bombardean desde el otro lado del Atlántico.

- Lo mejor: Santi atenazado por el terror tumbado en un sofá mientras la niña-monstruo merodea muy cerca. Magistral.

- Lo peor: el caco maravillao conceptual, las explicaciones forzadas, el susto-epílogo ochentero


CABEZAS






WATCHMEN / EEUU / 2008
Dirección:
Zack Snyder.
Guión: David Hayter y Alex Tse; basado en el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons
Música: Tyler Bates.
Fotografía:
Larry Fong
Montaje: William Hoy
Diseño de producción: Alex McDowell
Vestuario: Michael Wilkinson
Interpretación: Malin Akerman (Laurie Jupiter/Espectro de Seda II), Billy Crudup (Jon Osterman/Dr. Manhattan), Matthew Goode (Adrian Veidt/Ozymandias), Carla Gugino (Sally Jupiter/Espectro de Seda), Jackie Earle Haley (Walter Kovacs/Rorschach), Jeffrey Dean Morgan (Edward Blake/El Comediante), Patrick Wilson (Dan Dreiberg/Búho Nocturno II).

Nos encontramos en un 1985 alternativo. EEUU ganó en Vietnam. Nixon está a punto de presentarse a su cuarto mandato. Las cabezas nucleares se apuntan mutuamente y amenazan con un Apocalipsis inminente a nivel planetario pero... Superman pasa de salvar el mundo, un Batman jubilado y tripón sufre problemas de erección, el Capitán América promociona el "sueño americano" disolviendo manifestaciones a tiros y asesinando chiquillas embarazadas... algunos superhéroes han muerto víctimas de su propia torpeza, otros están ingresados en psiquiátricos, aparcados en residencias para la tercera edad o agonizan en un hospital de cáncer o cirrosis. Todos, excepto los que ahora trabajan para el gobierno en misiones poco éticas, han sido ilegalizados, y alguien se está encargando de acabar con los que aún siguen en activo. El fin del mundo se acerca, inexorable, mientras las manecillas de un reloj amenzan con marcar las doce y un dios se pasea entre los humanos creyendo ser un hombre... Éste es el mundo de WATCHMEN. Doce capítulos y cuatrocientas catorce páginas para uno de los comic-books (que no novela gráfica) más redondos, complejos e inabarcables de todos los tiempos.


De un tiempo a esta parte tenemos WATCHMEN hasta en la sopa, pero esto funciona así amigos. Me hace mucha gracia comprobar cómo sesudas publicaciones culturales que generalmente ignoran (cuando no desprecian) el mundo de cómic de pronto se lanzan con entusiastas defensas de la obra de Alan Moore y Dave Gibbons: que si "la mejor novela gráfica de la historia" (repito: no es una novela gráfica, es un comic-book, además en un formato clásico), que si "una obra clave de la literatura del s.XX" (tampoco es literatura, es un cómic, carajo), que si "la reinvención total del cómic" (de total nada)... todas ellas tratando de "elevar" o dotar de prestigio a una forma de expresión que, supongo, esos círculos culturetas considerarían desprestigiada, o por contra, que pretende dar la impresión de que el mundo del cómic hasta la publicación de WATCHMEN era un harén de excrementos narrativos. Ello sabrán. Como muchas cosas en esta vida, mi percepción de WATCHMEN pasa por la admiración profunda, y, por descontado, por la subjetividad total, por lo que no voy ahora a desgranar las virtudes de, eso sí, una obra maestra que pienso que no necesita ser reivindicada con esas exageraciones y meadas fuera del tiesto. Simplemente, la teneis disponible en cualquier librería... ahora hablemos de cine.


La idea de una adaptación en celuloide de WATCHMEN no es nada nueva. Desde el mismo momento de su publicación (1986-1987), los jerifaltes del Hollywood compraron los derechos, anonadados por su apabullante intensidad y el preciso engranaje narrativo. Ya desde entonces muchos la consideraron como "inadaptable", tal es el grado de complejidad en la trama, la cantidad de personajes "con subtrama" (yo he contado hasta 14), la experimentación formal y narrativa en algunos tramos (en especial el Capítulo 4, que transcurre en Marte, y en el que distintas lineas temporales separadas por años, presente, pasado y futuro, parecen suceder simultáneamente), la inquietante ambigüedad ética de una historia en la que no queda nada claro quiénes son los buenos y quienes los malos, y la gran pregunta que queda en el aire: "¿Quién crea el mundo?", planteada además por un dios nihilista que llega a la conclusión de que "el Universo es un reloj sin relojero". Toma castaña. Mi adorado Terry Gilliam fue el primero en interesarse por el asunto allá por 1991, algo perfectamente lógico por otra parte, pero su legendaria mala suerte, un presupuesto desorbitado y el poco interés de las majors en Hollywood por él hicieron que el proyecto se fuese al carajo. Una putada, teniendo en cuenta que una adaptación de WATCHMEN podría prescindir de muchas cosas excepto de dos: mucho talento y muchos dólares para poder acometerla con garantías. Todavía se me ponen los pelos como escarpias imaginando qué podría haber hecho el genio creativo de Gilliam combinado con el de Moore y Gibbons, algo que nunca sabremos. La cosa se quedó congelada hasta que en 2005, el prestigioso Paul Greengrass (BLOODY SUNDAY, UNITED 93, la trilogía de BOURNE) desempolvó el proyecto con nuevo ímpetu y muchas caras conocidas en el casting, pero ignoro con qué pretensiones. La cosa quedó de nuevo en nada hasta que Zack Snyder, pletórico tras su apañado y mega exitoso calco en cine del 300 de Frank Miller, decide rescatar el proyecto otra vez, poner condiciones y tirar millas. Sus condiciones, básicamente, son tres, y son innegociables: el núcleo de la peli serán los tres capítulos más complejos del cómic (el funeral del Comediante, el capítulo en Marte con el Dr. Manhattan y el tratamiento psiquiátrico de Rorschach), no habrá ni una sola estrella en el reparto, y el Dr. Manhattan reflexionará sobre la vida y la muerte, pero en pelotas. ¿Adivinais cuál de estas tres directrices generó más problemas? Efectivamente, poder ver un pene azul en pantalla la mitad de metraje fue un duro toma y daca del que Snyder salió vencedor, y que, con la calificación "mayores de 18 años" asumida, permitió lo que esta historia pedía a gritos: dotar a la película de un grado más de sexo y violencia de lo habitual en este género, consumido mayoritariamente por adolescentes.

Las comparaciones son odiosas... pero curiosas
Los diferentes castings de WATCHMEN


Superada la polémica de la picha fluorescente, las otras dos lineas mestras con las que Snyder construye WATCHMEN son perfecto ejemplo del resultado de la película. Personajes por encima de caras conocidas (la Paramount quería como mínimo a Brad Pitt para el Dr. Manhattan, con lo que su miembro habría quedado embutido permanentemente en un tanga, por supuesto) y fidelidad y respeto a la obra original por encima de todo. Snyder no se amilana por nada y decide coger al toro por los cuernos en esta asombrosa película. Tiene que resumir obligatoriamente la trama principal y eliminar subtramas para poder hacer comprensible la historia al gran público que desconoce la obra original (se cepilla la historia del chaval que lee el cómic, otro de los apasionantes juegos metalingüísticos de WATCHMEN, y gran parte de las historias de los Minutemen originales), tiene que construir una película coherente de principio a fin, cerrada en sí misma, y debe ajustarse al presupuesto (unos 100 millones de $, bastante ajustados en este caso) sin perder en ningún momento el norte ni el alma. Un autentico tour de force. ¿Lo logra? Mi respuesta es un contundente sí, al menos en un 80% de la película.

Ahora mismo me resulta difícil imaginar una mejor adaptación de WATCHMEN al cine, la verdad. El guión es una perfecta condensación del original que funciona, vaya si funciona. Sólo hay un cambio sustantivo en la trama, ese que afecta a todo el final y que tiene que ver con la gran conspiración, pero en este caso es un ejemplo de perfecto ensamblaje con el resto de la trama y sus necesidades narrativas que, modificando un punto esencial, es capaz de mantener la coherencia, reforzando incluso los aspectos cinematográficos. Nada de "traición" como he leído por ahí a algún fanático, sino inteligencia y pragmatismo visual. De quitarse el sombrero, amigos. Para todo lo demás, Snyder demuestra una pasión y un respeto casi enfermizo por el cómic, replicando viñetas, planos, secuencias enteras como un aplicado caligrafista, pero sin dar la sensación de "copia estática" (como sí ocurría en 300), sino siempre con un punto de vista cinematográfico y cinético en el ritmo y la puesta en escena. Además, durante los títulos de crédito del comienzo, algo nuevo y que es netamente made in Snyder, otro tour de force, se juega a explicar mediante una increíble sucesión de imágenes "de archivo" (al son de The Times They Are A-Changin´ de Bob Dylan, nada menos) el mundo en el que sucede esta historia, sus precedentes y consecuentes, una apasionante y dilatada zambullida conceptual que logra dos cosas: explicar sin palabras el "universo WATCHMEN" a los neófitos y poder prescindir de alguna de esas subtramas secundarias, que quedan plasmadas en una o dos imágenes cada una. Y de paso nos enteramos por fin de quién mató a Kennedy. Simplemente genial.

¿Y qué pasa con los personajes, en realidad la base sobre la que se sustenta WATCHMEN? Pues de nuevo me vence el entusiasmo y tengo que aplaudir. Caras desconocidas perfectamente acopladas a sus personajes, interpretaciones extraordinarias todas ellas de las que tengo que destacar a dos: Jackie Earle Haley dando vida a Rorschach, simplemente perfecto en su (complicado) papel, y Billy Crudup, que ya será para siempre el Dr. Manhattan, seguramente el personaje más complejo, enigmático y extraño de toda la obra, y por descontado el único que disfruta de algún superpoder, que en este caso son todos los poderes imaginables. Un casting que funciona como un todo cohesionado hasta en los personajes más episódicos (pienso en Moloch, por ejemplo), pero que lamentablemente tiene un punto negro muy feo que desequilibra la balanza, que no es otro que Matthew Goode y su Ozymandias. Ojo, no digo que sea una mala interpretación, sino que este personaje (sólo este) parte de una base érronea en la película, unido a un error de casting de bulto. Ni Matthew Goode da el físico apropiado ni el personaje está bien explicado. Si ya en el cómic Ozymandias era el más delicado por su tendencia al ridículo más espantoso (un multimillonario hecho a sí mismo, megalómano y egocéntrico, al que se considera "el hombre más inteligente del mundo", admirador de Alejandro Magno al que imita en su atuendo, recluído en una mansión en la Antártida con su lince modificado genéticamente y tres sirvientes vietnamitas...), en la película no funciona como debiera, el bueno de Goode se emperra en interpretarlo como un villano "a lo James Bond" y la cosa queda diluída y algo amorfa. Una cagada considerable que empaña el resultado final, un error mayúsculo que, además, pivota en el mismo nucleo narrativo de la trama.

Parafraseando al propio cómic, "nada acaba jamás"... He leído, como era de esperar, que WATCHMEN tendrá su "versión extendida" en DVD, en la que se incluirá el episodio del meta-cómic y todo lo que quedó en el suelo de la sala de montaje, hasta alcanzar casi las cuatro horas. A la espera de esta edición definitiva, me quedo con el agradable sabor de boca de esta versión para salas, una especie de pequeño milagro inesperado que tiene entidad por sí mismo y que, como mínimo, debería hacer que muchos corriesen a por un ejemplar del WATCHMEN impreso. Si tú no lo has hecho, ya estás tardando.


- Lo mejor: sigue siendo WATCHMEN
- Lo peor: Ozymandias



CABEZAS


BABYLON A.D. / Francia-EEUU / 2008
Dirección:
Mathieu Kassovitz.
Guión: Mathieu Kassovitz y Éric Besnard; basado en la novela "Babylon babies" de Maurice G. Dantec.
Producción: Alain Goldman y Mathieu Kassovitz.
Música: Atli Örvarsson.
Fotografía: Thierry Arbogast.
Montaje: Benjamin Weill.
Diseño de producción: Sonja Klaus y Paul Cross.
Vestuario: Chattoune & Fab.
Interpretación: Vin Diesel (Toorop), Gérard Depardieu (Gorsky), Mélanie Thierry (Aurora), Michelle Yeoh (hermana Rebecca), Charlotte Rampling (Gran Sacerdotisa), Lambert Wilson (Dr. Arthur Darquandier), Mark Strong (Finn), Jérôme Le Banner (Killa), Joel Kirby (doctor Newton), Souleymane Dicko (Jamal), David Belle (hacker)

Hace unos años, a raíz del estreno de EL ODIO, se hablaba de Mathieu Kassovitz como el auténtico enfant terrible del cine francés en particular, y europeo en general. Ya ni tan enfant ni mucho menos terrible, se ha dejado fagocitar vilmente por la industria yanqui (como tantos otros colegas) y parece que se mueve cómodamente en ese fangoso terreno de la coproducción. Aunque GOTHIKA, su entrada en el universo Hollywood, era un tostón de baja estopa a costa de fantasmas, psiquiátricos y giros argumentales absurdos (allí estaba nuestra Pe, la de pelis malas que ha hecho y que ya nadie recuerda, cegados por el brillo del calvo dorado), me propongo ahora una causa perdida: reivindicar BABYLON frente a los injustos vituperios que le han colgado aquellos que la han visto, más bien pocos a juzgar por su raquítica taquilla y su fugaz paso por las carteleras.



La verdad es que reivindicar algo con el careto de Vin Diesel como reclamo principal tiene bemoles. Y lo cierto es que la película es un refrito de muchas otras en gran parte de su metraje, y además se precipita hacia el delirio según vamos llegando al final, con un cacao conceptual de narices, pero amigos... la peli es bien molona, muy divertida y tiene unas cuantas ideas /imágenes dignas de mención. A lo que vamos: ciencia ficción distópica (un futuro cercano más bien apocalíptico) mezclado con puro cine de acción (sin pasarse de la raya) y un par de secuencias que quitan el hipo. Kassovitz sabe embaucar con ese frenético arranque, unos diez minutos iniciales que presentan a la perfección el lúgubre ambiente y al protagonista, perdido en algún país del este en el que los refugiados vagan de un lugar a otro a causa de una guerra indeterminada que parece no tener fin y el "terrorismo de guerrilla" se ha convertido en moneda de cambio habitual en este contexto. Toda esta parte europea, lo mejor de la peli, funciona como un reloj suizo, seca y contundente, y logra transmitir una incómoda sensación de familiaridad a poco que uno vea la CNN. El orangután de Vin Diesel logra lo impensable, cargar de matices ese rostro de hormigón armado de un personaje que bien podía haberse quedado en la superficie: veterano mercenario hastiado de todo cuyo único interés es cobrar un sustancioso cheque por una "última misión" y desaparecer. Esa misión consiste en, acompañada de su tutora, llevar desde Kazajistán a Nueva York a una muchacha de nombre Aurora que, evidentemente, oculta un secreto... Este peregrinaje por la vieja Europa, arrasada y desolada, supone también un viaje interior para Toorop, impasible al contemplar los enormes cráteres en los suburbios de las ciudades, los campos de refugiados, las masas de gente peregrinando de un lado a otro sin futuro. Tremenda la secuencia del viejo submarino ruso, que emerge en medio de un mar helado para trasladar refugiados de forma clandestina, sin importar cuántos morirán en el intento. Preciosa la otra secuencia "helada", ya en Canadá, unos momentos de intimidad bajo la aurora boreal con un hermoso aliento poético.



Lamentablemente (o no), la cosa se desmadra del todo con la llegada de los tres personajes a Nueva York. Ese toque sucio y realista, vibrante, se transforma en un delirium tremens en el que se empiezan a mezclar conspiraciones, misticismo religioso, biotecnología, ambiente cyberpunk y, por supuesto, sablazos al maestro Philip K. Dick y sus trasteos en la memoria. Nada de lo que pasa a continuación resulta muy coherente, pero este es uno de esos casos en los que, cuanto más confusa es la trama, más divertida resulta. ¡Viva la serie B! La prestigiosa Charlotte Rampling está horrenda en su papel de gran sacerdotisa (o lo que coño sea), al contrario que Gerard Depardieu, que se lo pasa bomba con su micropapel de gran mafioso (o lo que coño sea), que logra convertir en una acertada y repugnante caricatura. Mientras unos van y vienen, la pequeña Aurora se olvida del convento y empieza a sufrir de picores uterinos y se fija en el semental que tiene a su lado, a la vez que comienza a desvelar su secreto, que resultan ser muchos, y sus poderes, que también resultan agobiantes, una especie de criatura multitarea que lo mismo te frena un misil en seco, te habla en 19 idiomas o te concibe un bebé sin haber disfrutado de los placeres de la carne. Dicho esto, un par de tiroteos masivos y patadas voladoras (por algo la tutora de Aurora es oriental, manteniendo la tesis de que todos los orientales saben artes marciales) y de pronto sale el sol, Toorop se pone una camisa blanca de algodón natural y la peli termina con un final, cuanto menos, discutible, pero que contiene la frase más cachonda de toda la peli y que daría pie a una secuela que, imagino, nunca existirá. Una pena, porque con todo este cacao mental, BABYLON me hizo disfrutar mucho, que ya es decir.


- Lo mejor: las secuencias en la nieve, la diversión general
- Lo peor: la embolia de los guionistas tratando de dar algún sentido a todo


CABEZAS


GRAN TORINO / EEUU / 2008
Dirección:
Clint Eastwood.
Guión: Nick Schenk; basado en un argumento de David Johannson y Nick Schenk
Producción: Clint Eastwood, Robert Lorenz y Bill Gerber
Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens
Fotografía: Tom Stern
Montaje: Joel Cox y Gary D. Roach
Diseño de producción: James J. Murakami
Vestuario: Deborah Hopper
Interpretación: Clint Eastwood (Walt Kowalski), Christopher Carley (padre Janovich), Bee Vang (Thao), Ahney Her (Sue), Brian Haley (Mitch), Geraldine Hughes (Karen), Dreama Walker (Ashley), Brian Howe (Steve), John Carroll Lynch (Martin), William Hill (Tim Kennedy), Brooke Chia Thao (Vu).

El viejo Clint Eastwood no falla ni a propósito amigos. Alucino cómo este tío es capaz de rodar (casi) una peli por año y salir airoso en cada intento. Excepto BANDERAS DE NUESTROS PADRES, que me parece muy floja e irregular, y quizás EL INTERCAMBIO, que aún no he visto, el resto de sus películas de los últimos 10 años son, una tras otra, una demostración de sabiduría, cinematográfica y de la otra. Y GRAN TORINO no es una excepción.


Acabo de enterarme que Eastwood ha anunciado que GRAN TORINO es su última película como actor, y eso es una mala noticia. Es posible que ésta sea la interpretación y el papel más potente que nos ha regalado en años, que le encaja como un guante, y encima funciona como reflejo crepuscular de algunos de sus más clásicos personajes (pienso en Harry Callahan, pero también en el William Munny de SIN PERDÓN). Si esto es una despedida de la interpretación, me quito el sombrero varias veces. Un adios imposible de mejorar.


Veterano de Corea y mecánico de coches, Walt Kowalski se queda viudo justo al comienzo de esta historia. Sólo con su perra, en el ocaso de su vida y sin otra actividad de beber cerveza en el porche, ahora le toca enfrentarse a la soledad, a su vecindario mutante y a las profundas cicatrices dibujadas a fuego en su alma y en su rostro. Afortunadamente para todos Kowalski no es un anciano entrañable con pantuflas, sino un viejo huraño, malencarado, grosero y racista, un tipo que, literalmente, gruñe, un ser que se siente anacrónico, una vieja postal en blanco y negro de los años 50 gastando los últimos años de su vida en un barrio multirracial. No comprende a sus nietos, tiene una tensa y superficial relación con sus hijos (a los que tampoco entiende) y, en general, parece en guerra con el mundo, enclaustrado un su casa como en un viejo bunker mientras observa como el "enemigo" avanza escandalosamente a su alrededor. El intento de robo de su preciado Gran Torino por parte de su vecino adolescente, asiático, es la mecha, el inicio de la evolución que este hombre experimenta con el mundo, y de la transformación que provoca en otros, por supuesto. ¿Se convierte Kowalski entonces en una hermanita de la caridad? En absoluto. Su férreo individualismo contagia a la gente que le importa (y ya da igual de donde vengan), y descubre que es capaz de apreciar a sus vecinos asiáticos, no en el sentido ideológico-politizado de respetarles como representantes de una etnia o algo parecido, sino el respeto por las personas, una a una como entes individuales, en un fascinante toma y daca en el que entra casi sin darse cuenta en el ocaso de su existencia. A cambio, Kowalski endereza un par de vidas (y la suya propia) pagando un alto precio. Muchos críticos pseudo-progres siempre han disfrutado llamado "reaccionario" a Eastwood, cuando no "fascista". Allá ellos con sus tontunas y sus etiquetas idiotas, GRAN TORINO podría haber sido un típico caso de peli de "redención" con sobredosis de glucosa, pero como ya dije antes Eastwood destila sabiduría por todos los poros, se le desparrama e inunda toda la peli de arriba a abajo.


Emotiva más que emocionante, de ritmo fluído y sencillez que tira de espaldas, esta sabia película es transparente como el cristal a pesar de contar con muchos claroscuros. Teñida por completo con un cínico sentido del humor que nunca se sale de madre (los "concursos" de escupitajos con la vecina anciana o las secuencias con el peluquero son impagables), todo aquí es sutil pero intenso, sin grandes aspavientos, subrayados ni rollos melodramáticos (en muy escasos momentos supera la barrera razonable del "ternurómetro") es muy entretenida y se pasa como un suspiro. Y además tiene un gran final. GRAN TORINO. Gran película. Grande Eastwood.


- Lo mejor: casi todo, pero la clase de "hombría" para Thao con el peluquero, genial
- Lo peor: poca cosa... Bee Vang, el chaval que hace de Thao, bastante sosainas


CABEZAS





Os dejo con un trailer sin diálogos de WATCHMEN, puro poderío audiovisual, que me tiene salivando desde hace unos meses.




THE DARK NIGHT / EEUU / 2008
Dirección: Christopher Nolan.
Guión: Jonathan Nolan y Christopher Nolan; basado en un argumento de Christopher Nolan y David S. Goyer; sobre los personajes creados por Bob Kane.
Producción: Charles Roven, Emma Thomas y Christopher Nolan.
Música: Hans Zimmer y James Newton Howard.
Fotografía: Wally Pfister.
Montaje: Lee Smith.
Diseño de producción: Nathan Crowley.
Vestuario: Lindy Hemming
Interpretación: Christian Bale (Bruce Wayne/Batman), Michael Caine (Alfred), Heath Ledger (Joker), Gary Oldman (James Gordon), Aaron Eckhart (Harvey Dent), Maggie Gyllenhaal (Rachel Dawes), Morgan Freeman (Lucius Fox), Monique Gabriela Curnen (Ramirez), Ron Dean (Wuertz), Cillian Murphy (Espantapájaros), Eric Roberts (Salvatore Maroni), Chin Han (Lau).


Aprovechando el nuevo tirón mediático de la película a causa del reciente oscar póstumo a Heath Ledger (y porque ayer la ví por segunda vez), me siento casi obligado a dedicarle unas palabras a EL CABALLERO OSCURO, uno de los taquillazos del año pasado y uno de esos casos tan marcianos en los que crítica y público parece que comparten criterio.

No es esta segunda entrega de la nueva saga del murciélago algo que se pueda asimilar en un primer vistazo, a no ser que, por supuesto, la cosa sólo te provoque bostezos y ya claudiques. Ésta es una película larga (dos horas y media), con casi una decena de personajes "activos" y muchas subtramas que les incumben. Asentada ya en mis neuronas, no comparto ni la idea general que nos han vendido de que estamos ante "el PADRINO de las películas de super-héroes", o sea, una incuestionable obra maestra, ni el desprecio que un gran sector sigue teniendo por cualquier cosa que se base en tipos disfrazados correteando por los tejados.


Por vez primera, en una película de Batman el nombre del héroe no aparece en el título, y esto ya es un síntoma. Batman es el único super-héroe clásico que no disfruta de ninguna clase de super-poder, excepto los millones de dólares que invierte en su particular cruzada. Si bien en su primera encarnación impresa era un tipo sin dobleces con la profundidad psicológica de un percebe, durante los años 80 fue sometido a un "tratamiendo psiquiátrico" que le convirtió en lo que es hoy día: un multimillonario enfermo que confunde justicia con venganza perdido en su esquizofrenia paranoide. Frank Miller primero y Grant Morrison después fueron los culpables de pintar al murciélago de negro, en su interior y en su exterior, desplazando el personaje de la luminosidad pop de sus inicios a los difusos límites de las sombras. Tim Burton recogió el testigo y nos regaló dos espléndidas adaptaciones del personaje (en especial la segunda, BATMAN VUELVE, asombrosa), llevándolas a su personal e intransferible imaginario. Después la Warner, cansada ya de tanta oscuridad y goticismo siniestro, trató de reconducir la saga a sus ligeros y festivos orígenes, y el resultado fue tan nefasto que el interés del personaje murió entre fast-food hollywoodiense, con cosas tan marcianas como ponerle al justiciero el careto de George Clooney y pezones al traje, que es algo tan delirante como si en los 50 a Cary Grant le hubiesen encasquetado las mallas azules y la capa de Superman.


Para sorpresa general, el respetado indie Christopher Nolan (MEMENTO es una joya) acepta en encargo y se pone al frente de BATMAN BEGINS, una mastodóntica superproducción cuya única intención es seguir exprimiendo al murciélago de oro. Afortunadamente para todos, Nolan opina que aún se puede dar una vuelta de tuerca más al personaje (algo impensable tras el tour de force de Burton en los 90) y de nuevo retoma la revisión ochentera de los cómics para idear un nuevo enfoque al universo batmaníaco. La idea es tan simple como brillante: dotar de realismo y cierto espesor dramático a un subgénero dominado por la fantasía (y en ocasiones el infantilismo tontorrón). Gotham deja de ser una ciudad "imaginada" dominada por la arquitectura pseudogótica y ciertos aires fascistoides inmersa en una noche eterna, como Burton nos la presentó, para transformarse en una ciudad "posible". Las gentes que la habitan bajan al mundo real, y los villanos ahora se mueven entre traficantes, mafias y brokers globalizados. La policía se mueve por cochambrosas comisarías, cafés calientes y papeles desperdigados, tratando de conciliar su ajetreada labor con su vida familiar. Se le da cierto sentido high-tech a todo lo que rodea a Batman, buscando el realismo pragmático en artilugios, gadgets, vehículos y demás juguetes tecnológicos, e incluso el mismísimo Bruce Wayne se mueve como pez en el agua en saraos vips, cocktails snobs y reuniones para potentados en la cima del poder financiero. Para ello, cara nuevas a tutti plain que encajan como un guante en sus personajes.


Imagino que pensada como una trilogía (y van...), EL CABALLERO OSCURO es algo extraña como película independiente, pero funciona como perfecto nudo central de una historia más amplia. Sentadas las bases que comentaba antes sobre esta nueva revisión del personaje, Nolan esta vez amplía y extiende las connotaciones psicoanalíticas tomando como némesis del ya de por sí inestable héroe a dos villanos de manual, tan diferentes entre sí como fascinantes: Harvey Dent/Dos Caras y, por supuesto, el gran Joker, enfrentando así al murciélago a dos reflejos distorsionados de su propia identidad. Distorsionado Dent, del que vemos su evolución completa (física y mental) desde íntegro fiscal del distrito hasta un ser herido y rabioso que decide sus actos criminales por el azar, y no ya distorsionado sino llevado al límite de la abstracción, al Joker, en realidad una idea, un concepto con patas cuya única función parece ser la de catalizador de los deseos oscuros del propio Batman, un anarquista extremo (y por lo tanto lleno de pureza) que juega con la idea de caos a su alrededor y para sí mismo, lo que le hace tan impredecible como aterrador. No hay posible "explicación" psicológica en su personalidad ni asideros a los que aferrarse para tratar de "comprender" su conducta (muy divertidas las trolas que cuenta a los demás acerca de su origen, distintas en cada ocasión), pero tampoco es, ni mucho menos, una encarnación del "mal absoluto", como muchos quieren ver. Dos Caras, Joker y Batman son las distintas facetas de un mismo personaje, sometido a diversos grados de presión, ya sea emocional (la tragedia que sufre Dent) o simplemente ideológica (toda la hermosa teoría del caos que promueve Joker).


Este complejo engranaje psicológico, que es lo mejor de la película si duda, está algo lastrado por la primera parte del metraje, que trata de poner frenéticamente todas las cartas sobre la mesa para desarrollarlas más tarde, quizás en exceso. Las subtramas de conspiraciones financieras e institucionales va tan rápido y es tal la sobreinformación con las que nos bombardean que uno a mitad de la película ya está algo exhausto. Aunque algo así es imprescindible para poder dotar de peso al resto de la historia, la película levanta el vuelo de tal manera después que esa primera parte palidece. Es genial que justo sea el momento de la detención del Joker y su magistral persecución previa por las calles (que en cualquier otra película hubiese sido el climax final) cuando esta película se hace cada vez más y más grande. Desaparecen todas las subtramas prescindibles y Nolan, por fin, deja de marear la perdiz: todo se concentra en estos tres personajes, y la acción incluso se ralentiza y se humaniza, con antológicas secuencias como la del mano a mano en los calabozos entre Batman y el Joker, o su conversación final colgando de un rascacielos en construcción. Aunque el clímax con los dos barcos es discutible (demasiado dulzón, pero muy bien rodado), la película se cierra con otra secuencia magistral en la que la voz en off del comisario Gordon, la música y la silueta de Batman huyendo pone los pelos de punta, y para más inri deja al personaje en una situación bastante jodida de cara a la tercera entrega. Genial.


Nolan dirige la orquesta con mano firme y sin muchos aspavientos, con una puesta en escena limpia y clásica (atención al robo inicial, impresionante) y una búsqueda casi enfermiza de la naturalidad y el realismo, pero lo que mejor funciona es el trabajo de los actores, un elenco de quitarse en sombrero que consigue hacer grandes hasta los personajes más pequeños. Desde Michael Caine como Alfred, un personaje que el inglés contruye con la punta de la oreja, dotándolo de una ironía mordaz, hasta Morgan Freeman y sus cachivaches, señorío y elegancia en cada secuencia en la que asoma la jeta. Maggie Gillenhaal logra sacar petróleo de Rachel, a años luz de la pavisosa Katie Holmes de la primera entrega. Gary Oldman genial en su comedido y silencioso comisario Gordon, en las antípodas del tipo de personajes excéntricos y gritones que le suelen encasquetar. Aaron Eckhart magnífico como Harvey Dent/Dos Caras, sorteando el esterotipo en su "versión limpia" y torturado en su "versión quemada". Christian Bale retoma con aplomo su bien perfilado Batman de BATMAN BEGINS y lo expande con matices. Y para el final, por supuesto, la antológica interpretación de Heath Ledger como Joker. El rubio jovenzuelo es capaz de construir, sin duda, el mejor Joker de la historia, muy pegado al personaje que supieron visualizar Miller y cia en sus revisiones en ARKHAM ASYLUM, LA BROMA SESINA y EL REGRESO DEL CABALLERO OSCURO. Este es uno de esos casos no de construcción de personaje, sino de fusión a nivel celular. Cada centímetro de la piel de Ledger es el Joker, cada palabra que pronuncia la pronuncia el Joker (hasta esa voz siniestra y juguetona en su versión original), cada gesto, cada leve movimiento, Ledger es y se siente Joker hasta de espaldas, pero no mediante la sobreactuación festiva y cuasi paródica (como hizo Jack Nicholson) sino con una especie de contención explosiva que dota de tensión extra a cada secuencia en la que aparece. No ya buena, sino una de las interpretaciones más orgánicas e increíbles que he disfrutado en mucho tiempo, y que sólo deja la amargura de que nunca más le volveremos a ver dando vida a este extraordinario (y nada fácil) personaje.


- Lo mejor: Joker, Joker, Joker
- Lo peor: algo de morralla insustancial en la primera parte de la película



CABEZAS