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IL GATTO A NOVE CODE
Italia-Francia-Alemania / 1971
Dirección: Dario Argento
Guión: Dario Argento, Luigi Collo y Dardano Sacchetti
Música: Ennio Morricone
Fotografia: Erico Menczer
Intérpretes: James Franciscus, Karl Malden, Catherine Spacks, Pier Paolo Capponi, Horst Frank, Rada Rassimov, Aldo Regianni


Muy animado tras el lógico pelotazo de EL PÁJARO DE LAS PLUMAS DE CRISTAL, Argento no tardó ni un año en escribir y rodar su siguiente proyecto, siguiendo de cerca el modelo (su modelo) que tan bien había funcionado en su ópera prima. Así pues, seguimos en los mismos parámetros de ese "refundado" género, el giallo, una fórmula ganadora a la que se añadieron nuevos elementos. Rodeado ya de cierto prestigio y decidido a no dejar pasar la mínima oportunidad, el bueno de Dario consiguió para su segundo film a la primera estrella norteamericana de su filmografía: Karl Malden, uno de los grandes aciertos de la peli junto con la sugestiva y enervante música de Ennio Morricone, que repite. Aunque en un primer vistazo EL GATO DE NUEVE COLAS pueda parecer algo plana en comparación con la anterior, bajo la superficie esconde unas cuantas excentricidades. Tirando del hallazgo de la pareja de investigadores (rollo paterno-filial) que tan bien funcionaba en EL PÁJARO..., la cosa aquí se convierte en algo más bizarro: un viejo periodista ciego amante de los enigmas y los crucigramas, junto con su pequeña  ahijada huérfana, se asocia con un joven periodista con apariencia de surfero californiano (el adonis setentero James Franciscus) para desentrañar una enrevesada trama de espionaje industrial, crueles asesinatos e imposibles teorías genéticas.

La extraña pareja

Tan entretenida como todas, punteada por los ya imprescindibles momentos cómicos otorgados por los secundarios, aquí en la figura del barbero, en una curiosa secuencia que bascula entre la tensión y la parodia, y sobre todo en la figura del amiguete cerrajero de imposible bigotazo y pelazo setenteros, EL GATO... hace referencia a las nueve pistas que los intrépidos protagonistas han de aclarar, paso por paso, acosados por un asesino que, por vez primera, será doble. Pasándose por el forro la coherencia narrativa en más de una ocasión, la sucesión de escenas de impacto, ya sea por la vía bruta (hay un par de asesinatos que ya, poco a poco, van elevando el listón de violencia), por la vía tensa (el crimen interruptus del vaso de leche, que bien podría haber firmado Brian De Palma), por la vía romántica (el forzado affaire entre el adonis y la moza liberal), por la vía cómica ya mentada, por la vía trepidante (la improbable persecución callejera, uno de los escasos tiroteos de su filmografía) o, directamente, por la vía desconcertante, como en la larguísima escena en el cementerio, guiada por un prescindible McGuffin puramente hitchcockiano que resulta ser la primera sequenza lounga de su carrera: un secuencia que podría haber durado dos minutos pero que Argento tensa y estira hasta el límite, una especie de entidad independiente dentro de la propia peli con su propia presentación, nudo y desenlace (impactante esa mirada enloquecida de Malden transformado en espadachín) y que ya será una constante en su cine. Así es imposible aburrirse amigos.

Franciscus, profanando

Por supuesto, un análisis más riguroso de la película deja al descubierto su endeble construcción argumental: algunas cosas suceden porque sí, otros elementos están colocados sólo para impactar (la niña, en realidad, sólo está para ser secuestrada) y su tercio final parece metido con calzador, demasiado apresurado. Pero no nos importa demasiado. EL GATO DE NUEVE COLAS es un peldaño más hacia la búsqueda de una perfección formal que cada vez estaba más cerca, y el giallo ya era una apuesta segura dentro de la industria italiana del momento. Pero los grandes logros de Argento aún estaban por llegar. Tras el el pájaro y el gato, nos esperaban las moscas...

Resolviendo enigmas en braille

- Lo mejor: la intacta capacidad de Argento para entretener e impactar, como buen trilero, aún sacrificando la coherencia o la verosimilitud, y Karl Malden, claro

- Lo peor: apañada y divertida, pero no genial, quizás sea la más rutinaria y atonal de su Trilogía de los Animales

  CABEZAS





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