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MELANCHOLIA / Dinamarca-Suecia-Francia / 2011
Dirección y guion: Lars von Trier
Producción: Louise Vesth y Meta Louise Foldager
Fotografía: Manuel Alberto Claro
Montaje: Molly M. Stensgaard
Diseño de producción: Jette Lehmann
Vestuario: Manon Rasmussen
Interpretación: Kirsten Dunst (Justine), Charlotte Gainsbourg (Claire), Kiefer Sutherland (John), Charlotte Rampling (Gaby), John Hurt (Dexter), Alexander Skarsgård  (Michael), Udo Kier (organizador de la boda), Stellan Skarsgård (Jack)

Lars, ego y figura...
A veces detesto a Lars Von Trier. Sus ínfulas de genio loco, su ególatra manera de exhibir lo bueno que es, sus salidas de tono gratis por la cara, sus ojillos que te escrutan por encima del hombro, sus manías esquizoides, su media sonrisa insidiosa, sus rarezas, su obsesión íntima por las armas de fuego y su absurdo pánico a volar. A veces me ponen muy nervioso sus películas, que parecen terapias psicoanalíticas, su personal manera de afrontar los géneros, todos los géneros, desde el thriller a la comedia fina y la soez, el melodrama desatado, el musical descarrilado y ultimamente su acercamiento al fantastique en su más amplia concepción, primero vía terror gótico con fantasmas para la tele en KINGDOM, luego terror mitológico-gore, con ese inmisericorde esputo a la cara que fue ANTICHRIST, y ahora la ciencia-ficción apocalíptica con MELANCHOLIA. Siguiendo con su manía de arrojar al respetable lo que sería carne de diván, la última del danés se situa en un lugar incómodo (cómo no), quizás en el reverso otoñal y sí, melancólico, de la brutal ANTICHRIST. Y entonces me enfrento a esta desbordante melancolía con unas décimas de fiebre y un poquito de hierba. Ominosa y luminosa a un tiempo, dividida en dos partes bien diferenciadas pero manteniendo la unidad de espacio de forma rigurosa, esta crónica de un doble Armageddon, íntimo y global, personal y planetario, supone también la crónica de una mutación personal y del enfrentamiento abisal a un pozo negro. Ahora... no sigas leyendo si aún no has visto la peli, amigo. 


JUSTINE, el primer bloque, la primera hermana, es el cadencioso descenso a los ¿infiernos? de la depresión, entendida como una pulsión interior que poco a poco obliga a una niña bien a mirar al abismo en su noche de bodas. Comienza el pequeño Hitler danés lanzándonos el gancho de CELEBRATION, aquel dogma que fue lo único salvable del Dogma. Sólo diez minutos son necesarios para percibir que el querubín de Kirsten Dunst ha recibido el regalo de su vida, el papel soñado, respondiendo con un trabajo soberbio, magistral en su contención con un personaje al que cualquier otra sólo hubiese otorgado muecas. Juega durante un buen rato a perturbar la comodidad, con una vibrante danza de personajes, familia y allegados del bodorrio. Jugosos los secundarios pululando por ahí. Ojillos chipeantes para un jovial John Hurt, templanza para ese vozarrón que responde a Kiefer Sutherland, cada vez más simbiotizado por su ilustre padre,  Udo Kier haciendo el ganso y un jugoso etcétera. Disfruta de nuevo Trier arrancando las máscaras de las convenciones de cuajo. Algo estupefacta, nuestra princesita de bucles rubios se deja llevar arrastrada por algo que la descontextualiza por completo, la desnuda y la encara con su lado más animal, telúrico y primitivo, ejemplificado por un gesto repetido a lo largo de toda la peli: mirar al cielo. Mirar al cielo, sí, y también orinar al aire libre, fornicar a cuatro patas o mandar al carajo a su jefe, que la acaba de ascender. Mientras el cielo nocturno, el cosmos, ilumina su camino con un leve titilar, un símbolo que, postreramente, será vida y muerte en simbiosis. Ella debería ser feliz en su "noche mágica", en ese palacete de cuento, en esa celebración soñada, pero no lo es en absoluto. Todo el ruído a su alrededor le aturde mientras su impulso, siempre, es salir fuera. Todo a su alrededor deja de tener sentido cuando ella se siente arrastrada hacia el vacío, hacia el cosmos, mientras esa pequeña estrella es el punto de fuga de su cielo. El microcosmos social se resquebraja mientras las ratas humanas abandonan el barco. Justine sufre, pero sólo quiere mirar al cielo.


CLAIRE, el segundo bloque, la otra hermana, ya arranca con ambiente plomizo, nublado, gris, peligroso. Cambio de tercio. Claire se esfuerza por comprender a su hermana, abandonada y ya sumida en un estado semicatatónico: su depresión amenaza con acabar con ella, física y mentalmente. Pero Claire, aunque a veces la odia, es pragmática, fuerte y bondadosa. La cuida, vela por ella en una incómoda posición dentro de su, otra vez, contexto social algo asfixiante. La familia. La presencia de esa cosa en el firmamento se hace material: Melancolia, un planeta mucho más gordo y más bonito que la Tierra, baila la danza de la muerte cósmica alrededor del nuestro, amenaza con su destrucción directa. Esa presencia crece hasta copar la narración, en forma y fondo. Justine se despelota y se ofrece, muy pagana, al planeta asesino, para disfrute de fetichistas y onanistas. Ahora sí, todos miran (miramos) al cielo, incrédulos. La fuerza natural que arrastra a Justine finalmente la transforma en un ser distinto, una atea-chamán ni viva ni muerta que, en un último gesto de generosidad, será la guía espiritual de sus seres queridos y construirá el escenario último e íntimo antes del fin de todas las cosas. Bloque ominoso y progresivamente aterrador, a un tiempo racional y mágico, real e irreal, hermoso y terrible, con un último plano para el recuerdo. Fin (del mundo).


Creo que el amigo Lars ha echado el resto con esta película, sinceramente. Afortunadamente, en mi opinión, la descarnada crudeza conceptual y visual de ANTICHRIST está muy matizada, pero hay un hilo conductor entre ambas películas. Mucho menos ruda en sus imágenes, menos bruta, menos atroz, deliberadamente preciosista por momentos, con imágenes de un romanticismo pictórico bien entendido, épica en su minimalismo y punteada constantemente por la magna TRISTAN E ISOLDA de Wagner (apoteósico, de verdad), MELANCHOLIA me dejó patidifuso, hinchado de belleza y de sensaciones contrapuestas. No importa que sea como TITANIC y conozcamos el final, porque lo bueno no es el qué, sino el cómo. No acabo de alcanzar del todo a Justine en su viaje, pero empatizo con ella. Claire me conmueve. Sigo sin saber dónde quiere llegar el danés chiflado, pero me impresiona el recorrido, mucho. Así que ignoro sus chorrosandeces personales, esos comentarios que bien podría introducirse por su polémico orto, y me dejo llevar. MELANCHOLIA es una película hermosa, hipnótica, llena de cine, y por descontado una de las grandes del 2011. La proxima, NIMPHOMANIAC, una porno. A veces admiro a Lars Von Trier.


- Lo mejor: transmitir tanta cosa a través del lenguaje audiovisual... puro cine

- Lo peor: ese esteticista prólogo que en realidad es un auto-spoiler, ¿era necesario?

   CABEZAS

1 vituperios:

davidgore dijo...

Cojonudísima la cinta de Trier. Es una jodida maravilla, llena de poesía gris y escenas ultra lentas que te escupen al vacio posteriormente. Melancholia, tristeza, atracción, poder... una absoluta maravilla todo lo que hay dentro de esta nueva obra del Danés.