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Pues sí, ya ha pasado una semana desde que nos dejó Berlanga, parece mentira carajo. Anárquico, cruel, tierno, cínico, fetichista, sarcástico, contradictorio, inocente, erotómano... maestro de maestros. Pocos directores en la historia del cine pueden presumir de haber convertido su apellido en un adjetivo por méritos propios para definir un estilo, una forma de hacer y de mirar, muy pocos. Aún menos pueden afirmar que encontraron a SU guionista, y que junto a él construyeron una simbiosis perfecta, sin fisuras, como fueron sus obras maestras junto a Rafael Azcona. Curioso cuando el propio Berlanga consideraba el guión "como una Gestapo en el cine que había que minimizar", una de sus muchas contradicciones que le hacían aún más grande. Un luchador militante sin militancia que tuvo el valor de contar, en tiempo real, una época oscura de nuestra historia (hacerlo a posteriori es bastante más fácil), que fue capaz de sortear a la cegata censura franquista a través del humor y la energía cinética de sus personajes en plano, siempre en movimiento, siempre dialogando como ametralladoras en sus magistrales planos secuencia. Berlanga, siempre más interesado en los detalles que en lo que se presupone principal, el tipo que encumbró un cine de personajes por encima de la historia, que subió a un pedestal a la fabulosa cantera de secundarios que hemos tenido por aquí, un director de actores como la copa de un pino. Berlanga, siempre al lado de los humildes y los desarrapados, cuyas películas son, sin excepciones, crónicas de un fracaso pequeño y cotidiano, y por tanto universal. Hasta cuando se acercó en primer plano al poder y la ostentación, a los que manejan el cotarro, fue para no dejar títere con cabeza. Sin Berlanga, seguramente ni el cine de Almodóvar, ni el de Alex de la Iglesia serían lo que son, por poner sólo dos ejemplos de distintas generaciones. Cerrar los ojos y recomendar cualquiera de sus películas es un acierto seguro, así que yo me limito a nombrar mis preferidas (no necesariamente las mejores): EL VERDUGO y BIENVENIDO MR. MARSHALL, dos obras maestras incontestables; LOS JUEVES MILAGRO, impagable; LA ESCOPETA NACIONAL, pura mala leche destilada; LA VAQUILLA, o cómo desmontar una guerra a base de sarcasmo e inteligencia; PARÍS-TOMBUCTÚ, amargo, anárquico y lúcido epitafio vital; y en el podium, PLÁCIDO, su película más pequeña y la más redonda, la que más veces me ha hecho disfrutar, una tragicomedia delirante y trepidante rebosante de crueldad y ternura por igual, precisa, divertida, emocionante, entretenida, ácida, surreal... perfecta. Descanse en paz Berlanga, siempre con nosotros.
 THE HORSEMAN / Australia / 2008
Vamos a ponermos serios ahora, porque la ocasión lo requiere. Recupero la producción australiana de 2008  THE HORSEMAN, ópera prima de Steven Kastrissios que desde que la vi la tengo clavada en las meninges. Dentro de los millones de subgéneros del cine de terror, tenemos uno que nació en los setenta y que el personal ha dado en llamar "rape & revenge", nomenclatura bastante explícita que se basa en: 1. Chica/s joven/es (habitualmente adolescente) es violada/torturada, casi siempre con resultado de muerte; 2. Familiar de la  chica (su padre o su hermano mayor, normalmente) se venga de los asesinos con verdadera saña, lo que desemboca en un baño de sangre. Oficialmente, el género nace con LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA de Wes Craven, una infame baratija de atroz violencia y nula calidad cinematográfica que, curiosamente, muchos reivindican ahora, pero hay precedentes más lejanos, como EL MANANTIAL DE LA DONCELLA de Ingmar Bergman, o posteriores muestras colaterales, como HARDCORE de Paul Schrader. El caso es que semejante subgénero apuesta por una "pornografía de la violencia" injustificada, manoseando además discutibles argumentos éticos para el tremendo despliegue de odio. Personalmente, son películas que, salvo los ejemplos citados, no me interesan lo más mínimo, por lo que me enfrenté a THE HORSEMAN con reparos: me encanta equivocarme. La jugada de Kastrissios es sólida y sorpresiva, sabiendo además que firma el guión y edita la película. El tipo opta por un enfoque hiperrealista del tema en el fondo y en la forma, comenzando por el protagonista, ese padre herido con el alma mutilada, que precisamente por su precisa construcción dramática y acertada evolución resulta un ser humano, no un pelele ultraviolento con un hacha. Por lo tanto, es imposible no empatizar con este hombre corriente destrozado por el dolor, dejando las posibles implicaciones éticas de sus actos (e incluso morales/religiosas, si uno se atiene al título y al nombre, Christian) para las cañas posteriores a la peli, porque THE HORSEMAN no se ve, se devora de principio a fin. Pero de nada serviría un personaje tan bien escrito si detrás no hay un actor que le aporte carne y huesos, sentimiento y sentido. Peter Marshall, intérprete de dilatada carrera en la TV australiana, obra el milagro con su primer protagonista: no creo exagerar si digo que su extraordinario, repito, extraordinario trabajo es uno de los más intensos, deslumbrantes y emocionantes que he visto en mucho tiempo, sin recurrir a alardes innecesarios, utilizando cada fibra de su rostro para hacernos sentir su experiencia. Imaginad a uno de los personajes masculinos habituales de los dramas proletarios y suburbiales de Ken Loach en una peli de género, por ahí van los tiros. Además, la construcción de la historia es sumamente inteligente: comienza con un (literal) hostiazo en los morros, y de ahí para arriba, con un ritmazo acojonante, que juega muy bien la baza de la violencia real, seca y contundente, dolorosa, pero sin regodearse en ella, tanto que la película se salta el punto 1 y nunca vemos la desgraciada muerte de la hija, que además contiene  la suficiente ambigüedad como para hacerse preguntas. Como contrapunto, una subtrama de redención personal perfectamente hilada en la figura de una muchacha embarazada, pero que nadie se asuste: no se trata de una ñoñería, es otro trozo de vida herida al que Christian se agarra para evitar su total naufragio personal. Lamentablemente, no todo en esta película es perfecto: la idea de esta redención, que podría haber concluído en determinada carretera desierta, se estira en un último acto que me chirría y me molesta, seguramente los únicos minutos en los que la película cae en el cliché del género, zambulléndose en todo aquello que había evitado, con subrayados innecesarios y, ahora sí, una explosión de violencia demasiado gratuíta y fácil. Este bache narrativo impide que le coloque el sobresaliente a este duro, áspero e intenso drama humano, de visonado obligatorio para cualquier amante del séptimo arte y las emociones fuertes. Muy buena.

- Lo mejor: la construcción del protagonista, su evolución vital, y la sobresaliente interpretación de Peter Marshall

- Lo peor: el último acto, demasiado facilón y verbenero

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 PREDATORS / EEUU / 2010
El sábado pasado vi PREDATORS y ya no me acuerdo de nada. Bueno, sí, tengo un vago recuerdo de Adrien Brody haciendo de la hermana pequeña de Schwarzenegger, pero poco más. Con esto podría finiquitar la reseña a la última vuelta de tuerca a la saga/franquicia/loquesea de los cazadores espaciales parida por John McTiernan y los hermanos Thomas en aquel lejano 1987. Creo que la mayoría estaremos de acuerdo en que el DEPREDADOR original fue uno de los mejores ejemplos de cine de acción de esa década, una peli pequeña en esencia pero que con el paso de los años ha adquirido un estatus que roza el "clásico", sólida como una roca, planificada con mano maestra  y un notable sentido del suspense y capaz de crear imágenes y personajes para el recuerdo. Nada de esto hay en la nueva ¿entrega? ¿semi-remake? dirigida por Nimród Antal bajo la sombra tex-mex de Robert Rodriguez y su estudio chicano, sólo una vaga intención de alejarse de los crossovers con los aliens que sufrimos en los últimos tiempos, algo que sólo se logra  a medias. PREDATORS suplica escena por escena la complicidad del público por la vía rápida, haciendo guiños constantes a la original, imitando secuencias enteras y esos diálogos lapidarios que funcionaron tan bien entonces, pero que ahora sólo invitan a la carcajada (sobre todo cuando salen de la boca de Brody), porque apestan a eso, simple imitación. El sableo es tan constante y evidente que, en una maniobra de vergüenza ajena, en el clímax tenemos que tragarnos al buen Adrien marcando pectorales, embadurnado en barro con una antorcha y soltando alaridos prehistóricos... otra vez. Las (escasas) novedades pasan por ubicar el circo en una selva extraterrestre (que es alienígena sólo porque hay una planta que echa babas y dos planetas raros en el cielo), introducir al típico superviviente majara aislado del mundo que parece el más listo pero que fenece a la primera de cambio (un desaprovechado Laurence Fishburne con las formas de un cachalote), y finalmente ampliar el merchandising de Mattel con dos especies nuevas de depredadores, sólo para que acaben dándose sopapos entre ellos. Tres ideas interesantes de partida pero totalmente desaprovechadas en el cansino devenir de la película. El resto, una tosca repetición del esquema original, paso por paso, en el que ni siquiera la correcta puesta en escena del director, cuya VACANCY me hizo mucha gracia, logra brillar lo suficiente, a pesar de intentarlo (ese cenital en un prado con el yakuza y el mostrenco muerto...). Y poco más que decir. Solvente para pasar el rato sin ninguna exigencia, insuficiente desde cualquier otro punto de vista.

- Lo mejor: el impactante arranque

- Lo peor: a un paso de la parodia involuntaria

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 MONSTERS / Inglaterra / 2010
Una pareja lucha por volver a casa desde México hasta EEUU, atravesando una zona infectada por alienígenas gigantes mientras el ejército trata de contenerlos y evitar que se extiendan. Esta podría ser, a grandes rasgos, la sinopsis de MONSTERS, la ópera prima en la ficción del documentalista británico Gareth Edwards, una especie de "Juan Palomo" que firma en solitario dirección, guión, producción y f/x, con el handicap (que me parece increíble) de que la película ha costado poco más de 200 mil $. ¿Historia resobada? ¿Ya os la sabeis de principio a fin? ¿Estamos pensando automáticamente en CLOVERFIELD o DISTRITO 9?. Pues sí, eso pensaba yo, y me alegro de lo mucho que me equivocaba. Para empezar, MONSTERS es una película de ciencia-ficción  de bajísimo presupuesto en la que la ciencia-ficción es meramente contextual, apenas hay acción y nada de gran espectáculo pirotécnico, y los monstruos a los que irónicamente alude el título en la mayor parte del metraje aparecen de forma indirecta, en informativos televisivos y carteles. De hecho, su acepción a los cánones de género se podrían reducir al arranque de la película, con el habitual texto de introducción, y un primer (y único) combate entre ejército y alienígenas visualizado como un video de la CNN durante los créditos. Y ya está. A partir de aquí, Gareth Edwards juega a frustrar una tras otra las expectativas del aficionado medio, que seguramente espera secuecia tras secuencia alguna set-piece antológica que le dispare la adrenalina que nunca llega, avanzando por una trama-viaje que sin prisa pero sin pausa nos conduce a un clímax en el que, una vez más, tira por tierra el prototipo de enfrentamiento-destrucción final. Descartado lo que la película no es, nos queda la hermosa realidad del film: MONSTERS cuenta el nacimiento de una historia de amor en un momento de conflicto bélico desde la intimidad de su pareja protagonista. El conflicto, ubicado en centroamérica, es la clave esencial de su armazón: no es casualidad que él sea fotógrafo (probablemente de guerra) y ella una turista perdida. No es un recurso vacío que el film avance a través de unas tierras arrasadas y marcadas por la tragedia humana, en las que  vemos sólo las consecuencias de la "guerra" y la forma en la que ésta incide en las personas, nunca el conflicto en sí.  No son gratuítas la referencias al aquí y al ahora, como esa monumental muralla que separa los EEUU de la "tierra infectada" (México), pero que da entrada a una tierra militarizada e individualista, en contraposición a la calidez que desprende el arranque mexicano. Y no es casual que el tono de la película sea tan triste y desolado (aunque nunca tremendista), arañando ejemplos de mezquindad humana pero también dejando espacio para la esperanza, visualizado en ese abrupto pero magnífico y poético final, espectacular y bellísimo a un tiempo, que deja bien a las claras las intenciones metafóricas de Edwards con respecto a sus "monstruos". Así pues, una película netamente indie en su concepto, utilizando herramientas visuales cercanas al documental con maestría, con un guión sólido y unas  buenas interpretaciones para dos personajes que pasan un 90% del metraje en pantalla. Se le perdonan ciertas licencias geográficas, como que en la frontera sur de los EEUU el desierto haya sido sustituido por selva y pirámides aztecas (¿?), y un ritmo excesivamente uniforme sin demasiadas sorpresas, en aras de un resultado final insólito y extrañamente evocador para el género y los tiempos audiovisuales que vivimos, mucho más íntimo que truculento o efectista. Una propuesta algo suicida que no sé si encontrará su público con facilidad, pero que ha dado como resultado una película pequeña, hermosa y admirable.

- Lo mejor: la constante y firme huída de los clichés del género

- Lo peor: la falta de "picos" en la narración

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PIRANHA 3D / EEUU / 2010
Antes de entrar en materia, una advertencia: Alexandre Aja me parece una bestia parda, así que me va a ser dificil tratar PIRAÑA 3D con un mínimo de ecuanimidad. Aún no sé cual es exactamente el don que posee este tipo, pero en cualquier cosa que filma es capaz de dejar su sello personal sin resultar cargante ni forzado, como otros. Un tío que sólo ha rodado cuatro películas (excluyendo la primera, FURIA, dificil de encontrar, que no he visto), de las cuales dos son puñeteras obras maestras incontestables del terror contemporaneo, es que algo especial tiene en la sesera. Él fue quien dio el aldabonazo de salida a la estimulante nouvelle horreur vague francesa de la que tanto se ha hablado con esa pieza de orfebrería brutal que fue HAUTE TENSION, el que abrió la veda que tanto espanto y placer nos ha proporcionado estos últimos años. Y eso no es todo: tras su salto a las américas ha rodado tres remakes consecutivos (!!!) de los que el primero, LAS COLINAS TIENEN OJOS, es infinitamente superior al original desde cualquier ángulo (y su segunda obra maestra), y el segundo, MIRRORS, aún a medio gas y sufriendo una especie de jet-lag creativo, también era mejor que el original coreano. Muy fuerte. Y en estas que llega el tercero, nada más y nada menos que arremetiendo contra la deliciosa PIRAÑA de Joe Dante, una de esas joyitas setenteras en las que sus defectos (pocos) pesaban tanto como sus virtudes (numerosas) para el disfrute colectivo, y que se convirtió en la mejor explotation, de las muchas que hubo, del grandioso TIBURÓN de Steven  Spielberg. Pues bien, la jugada de Aja y de su coguionista y compinche habitual Grégory Levasseur desparrama inteligencia, como siempre: sólo toma del original dos elementos, la premisa básica (grupo de bañistas domingueros acosados por pirañas muy carnívoras) y, sobre todo, el descacharrante sentido del humor. A sabiendas de que imitar el brillante guión de John Sayles de la original era un suicidio (con esos chispeantes diálogos escupidos a la velocidad de la luz), ambos franchutes se pertrechan con sendos portátiles frente a frente, ingentes cantidades de sustancias tóxicas y una pizarrita para apuntar sus delirios hiperbólicos, presupongo, cuelgan el "No Molesten" de la puerta del chalet y deciden involucionar hacia una evidente fase anal del subconsciente cercana a los doce años, pero advierto, unos doce años muy punkis. ¿Y qué nos molaba a los doce años cuando ibamos al cine en sesión veraniega con sobredosis de palomitas en vena?: monstruos, tetas y sangre. Con tan sencilla ecuación preadolescente, pero con la experiencia audiovisual de un maestro, el bueno de Alexandre se monta el divertimento veraniego definitivo de los tiempos del 3D amigos, conscientemente descerebrado y anárquico, usando la nueva tecnología como un dadaista escatológico, tratando de provocar la arcada y la carcajada (¿arcajada?) del respetable en un mismo plano. ¿Cómo si no interpretar ese fastuoso vómito tridimensional lanzado directamente a la platea? ¿o ese pene submarino  devorado y regurgitado por sendas pirañas en primer plano? Pero es que hay muchas tablas en el preciso pulso fílmico de esta barrabasada, en el sobresaliente manejo de los crescendos hasta llegar a un climax final ENORME, de lo más bruto-festivo de los últimos tiempos en una pantalla comercial, en donde la abundancia de cuerpos macizos de ellos y ellas de los que ya hemos disfrutado previamente en toda clase de poses cárnicas (en especial de ellas, para regocijo de onanistas heteros) son convenientemene troceados, mutilados, desmembrados, desollados y triturados de mil formas creativas, desperdigando silicona y "arcajadas" por doquier, y encima estructurada con un montaje paralelo en el que un yate varado y lo que allí ocurre (planificado como una set-piece independiente de muchos quilates) sirve como contrapunto de suspense a la salvaje masacre. Sumadle los pertinentes (y bien integrados) homenajes, en especial al mismísimo Richard Dreyfuss entonando la canción etílica de TIBURÓN justo antes de ser escabechado, jejeje, referencias a los Pixies, papelito para un Christopher Lloyd desatadísimo y un final-susto ochentero que mola cantidad y... por dios... ¿qué más quereis para pasar la próxima hora y media? La golfería macarra del año, sin duda. Los franceses también tienen sentido del humor. Muy grande Aja.
- Lo mejor: su total y absoluta falta de control y vergüenza, un gozoso cachondeo gore envuelto con una factura sobresaliente, marca de la casa

- Lo peor: que no la hayan estrenado en verano por estos lares... y seguimos a la espera...

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