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 BATTLE: L.A. / EEUU / 2011
INVASIÓN A LA TIERRA (aka BATTLE: L.A.) tiene un solo objetivo: ponérsela morcillona al adolescente norteamericano. Previo pago de los 12 dólares de rigor de la entrada, las palomitas king-size, los nachos con salsa barbacoa y el litro de Coke. Cuando comienzan los créditos finales y Johnny ya está convencido de que ser cualquier otra cosa que no sea un marine es una puta mierda, corre a rellenar su solicitud en la oficina de reclutamiento más próxima. Porque ser un marine es lo más, amigos: esa recia mandíbula en perspectiva a contraluz, ese mirar al infinito con ligero bizqueo, ese sentido del honor, cuadrado ante la bandera con expresión de estar sufriendo un trombo cerebral, esa sana camaradería rebosante de testosterona ("¡eso ha sido digno de John Wayne!" le espetan al sargento sin un atisbo de ironía, oiga), esa imposibilidad de decir una frase que no tenga una exclamación, esa síntesis de concepto fruto del análisis profundo ("sólo me interesa saber cómo se les mata"), esa pedagógica ternura (al niño de diez años que acaba de perder a su padre acribillado, se le espeta "eres mi pequeño marine" para luego saludarle como si fuese capitán general, y a otra cosa) y la firme convicción de que si en el planeta no existiese el ejército de los EEUU, todo sería un caos de la ostia. Le podríamos poner un turbante a las sepias biomecánicas de este panfleto y tanto daría, porque para eso tenemos a los marines, que sólo ellos saben lo que hay que hacer y cómo hacerlo. El mediocre de Jonathan Liebesman agarra lo peor de INDEPENDENCE DAY, BLACK HAWK DERRIBADO y LA GUERRA DE LOS MUNDOS para confeccionar este risible espectáculo pirotécnico de encefalograma plano sin una sola idea original y sin sentido del humor, que comienza bien pero que pronto se abandona al sonrojo panfletario (esos largos discursos marciales, ese final de vergüenza ajena, ver para creer) y al exceso a todos los niveles, cuyo único discurso articulado es el que discurre entre el ruido, la furia y los casquillos de munición rebotando en el suelo. Un vergonzante ejemplo de cine político en su más pura expresión, rastrero y camuflado, un insulto al género de la ciencia-ficción, puro colesterol cinematográfico, una suerte de "Patrañas Bélicas" que hace buena a la mucho más modesta SKYLINE (que ya es decir), que seguro ha hecho aplaudir con las orejas al Tea Party y que, efectivamente, provocaría un alarido multiorgásmico al mismísimo John Wayne. ¡Join The Army, motherfucker!

- Lo mejor: dejando el cerebro en la nevera, alguna secuencia bélica está bien resuelta

- Lo peor: que ofrece sólidos argumentos para los muchos detractores del cine comercial en general y la ciencia-ficción en particular

  CABEZAS

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