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 LES REVENANTS / Francia / 2004
Una mañana cualquiera, setenta y dos millones de personas muertas reaparecen sin más, deambulando por las calles de sus pueblos y ciudades. Este es el punto de partida de la propuesta de Robin Campillo, pero no, LES REVENANTS no es para nada una película de terror. No es un thriller. Tampoco es una comedia. Ni siquiera es una película de zombies, al menos en el sentido estricto. Campillo toma la tangente y nos presenta a unos "resucitados" con muy buen aspecto, lozanos y sanotes, más pacíficos que una ameba coja, y con capacidad para comunicarse. Los muertos recientes han vuelto y no parecen querer cerebros frescos sino reencontrase con sus vidas, con sus seres queridos y sus trabajos, reinsertarse en la sociedad otra vez. En el aparato del estado, lógicamente, saltan las alarmas: ¿cómo lo hacemos? ¿cómo se gestiona que, de pronto, millones de personas regresen para retornar a sus quehaceres? ¿cómo se encaja eso a un nivel operativo? De lo general a lo particular, la película retrata también el impacto (que tampoco parece mucho) de los familiares que ven cómo sus muertos vuelven a llamar a la puerta. En general, parece que todo el mundo se lo toma bastante bien. Con una flema más británica que francesa, sobre todo por la furia gala de estos tiempos, y un pie puesto en el existencialismo y otro en el ronquido, el bueno de Campillo da muchas vueltas al asunto sin llegar a ninguna parte y filma muchos rostros inexpresivos una y otra vez, mientras vamos descubriendo que los resucitados sufren una especie de afasia que raya el autismo, que las ideas y las imágenes les dan vueltas en el vacío que son sus cabezas, y que lo que quieren de verdad es largarse otra vez... Un arranque prometedor y algunos hallazgos interesantes que, no obstante, no logran entusiasmar en ningun momento, pues parece que todo el equipo no tiene muy claro cual es el objetivo de esta historia. Drama psicológico de tintes filosóficos o simple fábula fantástica a ritmo cansino, vosotros teneis la palabra. Interesante y original, pero más fría que un témpano.

- Lo mejor: su estimulante punto de partida

- Lo peor: Robin Campillo también sufre afasia

CABEZAS


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