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Coja usted cualquiera de las mejores películas de los Coen (FARGO o EL GRAN LEBOWSKI especialmente), extraiga el humor, el frenesí, el barroquismo visual y la ironía desatada pero mantenga el descreimiento general y el interés por el reverso negro, sucio y terrible del ser humano; después destile gota a gota estos ingredientes hasta encontrar su esencia misma, y deposite los posos en el fondo de un relato amargo, violento y nihilista pero de aspecto transparente, limpio, elegante, clásico, regado con una sutil apariencia de sabiduría. Comience la narración cuando ya han empezado los hechos, no explique el leivmotiv y no satisfaga al respetable con soluciones fáciles, porque no las necesita. No justifique conductas y acciones aunque parezcan incomprensibles, simplemente muéstrelas, el ser humano es así. No caiga en el error de adornar con romanticismo barato la historia de un pobre perdedor en busca de dinero fácil, porque no hay nada de romanticismo en ello, la vida es muy dura y rara vez premia al que se lo merece. Haga que su asesino parezca lo que es: un fantasma hierático con magnetismo animal que, como una cobra, hipnotiza antes de matar. No provoque un final feliz, porque esta historia no lo tiene. Mantenga el anti-climax hasta las últimas consecuencias y después otorgue la palabra a quien la debe tener: aquel que con ojos sabios ha asumido la derrota porque ya está cansado de mirar. Exija paciencia del espectador, debe hacerlo: durante el trayecto haga que el relato avance con calma y juegue con el tiempo, dilatarlo, comprimirlo, eliminarlo, utilice las elipsis con maestria... todo eso es la misma esencia del cine.
CLOVERFIELD / EE.UU. / 2007



Algunos (falsos) diseños del monstruo
¿De verdad merecía la pena volver otra vez al viejo monstruo gigante? ¿Ofrece CLOVERFIELD algo nuevo que no hayamos visto ya mil veces en los KING KONG, las gargantuescas kaiju japonesas (con su estrella GOJIRA a la cabeza), la horrible GODZILLA versión USA o incluso en la reciente y magnífica THE HOST? Pues sí amigos, sólo y exclusivamente una cosa: el novedoso punto de vista, literalmente. Con la habilidad que caracteriza a los grandes productores yanquis, el bueno de J. J. Abrahams (cerebrito tras la archifamosa serie LOST, de la que no he visto ni un episodio) diseña y perpetra un producto que combina con inteligencia lo trillado y masticado con las "nuevas texturas" de la imagen actual para dar la (falsa) sensación de estar viendo algo novedoso. La idea es simple, brillante: alejarse lo más posible de los tópicos visuales y argumentales del género para narrar la misma historia, pero a pie de calle; fuera los típicos militares bravucones, los científicos genialoides con rocabolescas teorías, los héroes sudorosos de una pieza y los villanos dementes con poco cerebro; para ser consecuente, con ello fuera también las lujosas panorámicas aéreas que nos muestran la ciudad destruída, los dramáticos planos cenitales con grúa mientras un personaje agoniza y los travellings vertiginosos paralelos a la persecución por la 5ª Avenida. Ya puestos, fuera el bicho también, al que conoceremos a retazos y sólo veremos en toda su gloria en los minutos finales, y eliminada queda cualquier tipo de explicación sobre su origen (aunque algo hay si se está muy atento a los ingeniosos flashbacks grabados en la memoria de la cámara). Al carajo con la música ambiental y los chundachunda que subrayan los momentos cañeros. Sustituyendo a cualquier clon de Bruce Willis, un grupete de actores desconocidos, jovenzuelos JASP grabando una aburrida fiesta de despedida con su videocámara, trufado con sus (supuestos) conflictos, deseos y aspiraciones, su (supuesta) vida cotidiana al fin y al cabo, que se ve de pronto sacudida por el elemento destructor. Y en lugar de un grandioso formato en Panavisión 16:9, una hábil imitación de cualquier cámara digital doméstica, con sus tembleques, ráfagas, desenfoques, temblores, sobreexposiciones y anti-encuadres. Así, CLOVERFIELD entra de pleno en la experimentación con los nuevos formatos audiovisuales sin importar el género, a la estela de cosas como el REDACTED de Brian de Palma, a un millón de años luz del apabullante INLAND EMPIRE de David Lynch (la mejor película de 2007, sin discusión) y muy cerca de nuestro estupendo [REC], de Jaume Balagueró y Plaza. Tal y como está el panorama, con el tiempo y unas cañas veremos pelis de robos rodadas con cámaras de seguridad, comedias adolescentes a través de móviles o dramas indies grabados con webcams, palabrita de Sesión Golfa.
CABEZAS

Elijah Hernández y Hurt Fernández, pasmados

Colorines en portada para niños traviesos

Elijah, atrapado en Mordor

Elijah, Alex y John, jugando al Cluedo


Alex Cox en la (torturada) piel de Kalman


Swarzie quiere ser leyenda: no pudo ser...



Inexplicablemente, justo en el clímax dramático, en el intento de suicidio de Neville, con el que termina el segundo acto de lo que era una maravilla audiovisual hasta ese momento, todo se va al garete. La potente masa encefálica del guión se agota y el tandem Goldsman/Protosevich abre la caja de los fuegos artificiales y de las pretensiones patrióticas, religiosas y místico-falleras. La película da un giro absurdo hacia el convencionalismo más plano con la aparición de la chavala y el niño, hay alguna secuencia de verguenza ajena (la de SHREK, concretamente), el departamento de f/x toma las riendas con las hordas de mutantes atacando, una fea sensación de deja-vu barato se apodera de la función, el final es tan precipitado como absurdo y el epílogo resulta vomitivo. Un auténtico despropósito que empaña gravemente lo que podría haber sido, y no exagero, una película de sobresaliente.
Te vi a comé to lo negro...
- Lo mejor: cuando el estruendo da paso al silencio... la desolación en la mirada de Will Smith
- Lo peor: el fallido y verbenero tercio final, y su epílogo, indigno, que traiciona a la propia película y al espíritu de la novela
CABEZAS


