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TIDELAND, 2005, Canadá/Reino Unido

DR: Terry Gilliam
PROD: Jeremy Thomas y Gabriela Martinelli
GUIÓN: Terry Gilliam y Tony Grisoni, basado en la novela de Mitch Cullin
MÚSICA: Jeff y Mychael Danna
FOTOGRAFÍA: Nicola Pecorini
REPARTO: Jodelle Ferland, Janet McTeer, Brendan Fletcher, Jeff Bridges, Jennifer Tilly...




La paradoja eterna de la ciencia moderna: ¿el observador, por el simple hecho de mirar, modifica lo observado? Si lo aceptamos, ¿es posible entonces algún conocimiento verdadero y objetivo sobre esa palabra hueca que el personal humano ha decidido llamar “realidad”?

Mirar el mundo. Mirando TIDELAND. Entonces lo captas. La sutil diferencia entre disfrutar y conectar, entre gustar y sentir como propio. Reconocer el mundo a través de otra mirada. Una sensación acongojante sólo comparable al buen amor y al buen sexo. Y a Terry Gilliam…

Eh… un momento…

No es cuestión de tirarse al sr. Gilliam, ni de mirar las estrellas a su lado en lo alto de un castaño (algo en si mismo bastante gillianiano, y con esto me invento una palabra exclusiva para Sesión Golfa). No es eso. Se trata de esa pequeña descarga eléctrica que sucede cuando reconoces como propio a un yonqui al que su diligente hija le prepara todas las noches su dosis de heroína como el que cocina un pastel, para que “papá se vaya de vacaciones un rato”… y entonces sonríes. Gilliam mira el mundo de una niña que está mirando, devorando el mundo, abandonada en la vida. Y tú miras lo que Gilliam mira. Triple salto mortal con tirabuzón.

A primera vista, TIDELAND es una especie de caos, mayormente ruidoso, en ocasiones estremecedor, a veces desconcertante, siempre deslumbrante en su coherencia, en su sinceridad. Mil y un referentes dando vueltas por ahí. El más obvio, Alicia, su Espejo y su País de las Maravillas, su lógica del caos y su deslumbrante poesía. Mi tesis: Gilliam lleva toda su vida maquinando la misma historia, una variante demencial, alucinada y contemporánea (intemporal) del Quijote del manco de Lepanto. ¿Qué son sino Brazil, El Rey Pescador, Doce Monos, Miedo y Asco en Las Vegas o la mismísima Hermanos Grimm?... La locura auto-celebrada, causante de placer y dolor, la subjetividad más sincera, la búsqueda de una forma rara de justicia, de salir del pozo existencial y sobrevivir dignamente, el único modo humano y plausible de mirar y comprender el mundo. Si el cine de Gilliam es poesía filmada, entonces es que Gilliam es un poeta. Un pequeño milagro ocurre ante nuestros ojos: cuando el cine da ese pasito de gigante para demostrar su grandeza como lenguaje y como forma de expresión. Tal cual, hermanos.







Como dijo Sam Raimi, ese enfant terrible, ya ni enfant ni mucho menos terrible, “el cine sale de debajo de las piedras”. Así es. Gilliam acaba escaldado de su abortado proyecto The Man Who Killed Don Quixote y acaba sumido en una profunda depresión. Una compañía de seguros retiene todos los derechos sobre esta película-feto, mientras el proyecto languidece, paralizado en una maraña de juicios, apelaciones y otros laberintos legales (todo esto está explicado en Lost In La Mancha, un modélico “así no se hizo”, una de las más bellas crónicas de un fracaso jamás filmadas). Gilliam, que no sabe hacer otra cosa en la vida salvo lucir sombreros, baraja otros proyectos, hasta que ve la luz: los hermanos Weinstein, de Miramax, le ofrecen dirigir Los Hermanos Grimm, biopic inventado sobre los famosos cuentistas, que parece que se acopla bastante bien a su universo, y Gilliam acepta. Necesita un taquillazo para seguir haciendo lo que quiere, así de simple. Las discusiones no tardan en llegar. Disgustado porque no le dejan deformar la jeta del guaperas Heath Ledger con una nariz postiza, Gilliam abandona momentáneamente el rodaje y se larga a su casa para recapacitar y fumar marihuana. Entonces cae en sus manos la novela TIDELAND, de Micth Cullin. Revelación. Llamada inmediata a su colega Toni Grisoni, coguionista habitual (recuerdan ¿Miedo y Asco En Las Vegas?) y se ponen a currar frenéticamente en el libreto hasta que el bueno de Terry decide que va a rodar la adaptación. ¿Comor? Terry, ¿no estás rodando ya otra película? Efectivamente. Mientras los Weinstein tratan de averiguar dónde coño está su director, éste está rodando en semi-secreto TIDELAND, con un presupuesto irrisorio y unos cuantos colegas, que como saben de qué va el tema, acuden a la llamada ipso-facto. Jeff Bridges compone un antológico personaje, un Gran Lebowski elevado a la enésima potencia que desaparece de escena (bueno, no exactamente… eh… tienen que verlo…) a los 30 minutos. En cuatro meses tiene la película montada y lista para el… ¿estreno? Como ya ha realizado su catársis personal, Gilliam regresa al set de los Grimm, se la sopla que no le dejen ponerle la prótesis al guaperas, y termina su otra película con diligencia y profesionalidad. Película irregular pero nada desestimable, por cierto, pero eso es otra historia…

El film hace buenos números, los ejecutivos se dan palmaditas en la espalda por haber metido en vereda al problemático Gilliam, por haber logrado domar al viejo zorro, pero… ¿dónde está Tideland?... ¿se ha estrenado Tideland?... ¿qué pasa con Tideland?...

Esto pasa con Tideland...





PD: como en España la mayoría de los distribuidores son disléxicos o imbéciles, aún nadie la ha traído por estos lares. Busquen en e-mule o visiten Poseídos, donde se la ofrecen amablemente.


CABEZAS:

- Lo Mejor: su simple existencia.

- Lo Peor: nos obligan a delinquir para verla.

2 vituperios:

kILL_Yr_Ydols dijo...

Delinquir es un placeeeer... geniaaaaal... sensuaaaaal...
Bien, si ya habíamos descubierto el cigarrito "de ver como va el emule" (allá por el año... mmmm... a principios de siglo, vaya)... a la altura del cigarrito de después, del cigarrito de hablar por teléfono, del cigarrito del café, del cigarrito de "llego cinco minutos antes de la hora"... ayer fue descubierto por Vindaloo el resfriado de ver como va el emule... (a la altura del resfriado de después, ese que consiste en salir de la cama en invierno para acercarte descalzo a por un cigarrito... después) y es que a veces el Diógenes cultural cobra más sentido que nunca.
Bajarme OldBoy (un par de años antes del estreno nacional - Rajoy, quiero ver ondear esas banderas de Korea! - ) ya justificó mi vida completa de delincuente y parte de la del torete... y haber hecho lo propio con Tideland dadas las circunstancias, creo que lo aplaudiría el mismo Gillian y su corte Guillianiana... niana niana... música de violines.
Cuando la estrenen en los cines nos pasamos por allí, que no?

Cine absolutamente libre... rara avis. Precioso.

Karba dijo...

Que sí, por allí estaremos, en panatalla grande y con dolor cervical, como debe ser