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RED STATE / EEUU / 2011
Lo de Kevin Smith es digno de estudio psicológico. Diluido en la marea peliculera yanqui como un azucarillo en un café aguado, es bueno recordar que hace poco más de una década cada uno de sus estrenos era esperado por sesudos críticos y enajenados fans como un acontecimiento mundial. Hoy, casi que hay que perseguirle para poder ver sus películas. Servidor nunca ha sido especialmente fanático de este hombre, un tipo interesante cuyas comedias indies y megareferenciales me hacían más o menos gracia, pero al que nunca le he visto un estilo definido ni una mirada propia más allá de algunos punzantes y reconocibles diálogos. Y es que los últimos tiempos del barbudo han sido tremebundos: tuvo que regresar a su universo más célebre con la descafeinada CLERKS 2, pegó la oreja a los nuevos mesías de la comedia norteamericana vía Seth Rogen en la simpática-y-poco-más ¿HACEMOS UNA PORNO? y finalmente, tocó suelo con COP OUT, una buddy movie de acción con ¡Bruce Willis! que hacía aguas por todas partes, y que aquí fue directa a DVD, si no recuerdo mal. Buf. Llegados a este punto, Kevin da un giro radical (y cuando digo radical quiero decir... brutal) a su carrera y hace justo lo que nadie podía esperar: una película muy difícil de encuadrar en un sólo género, pero que desde luego NO es una comedia. Jugando al despiste desde antes de su estreno, anunciada como una "de terror" (no lo es en absoluto), RED STATE se divide en cuatro grandes bloques narrativos: una introducción de personajes que nos remite a algo parecido a un survival horror con gota de slasher; una segunda parte que es, básicamente, un larguísimo sermón que parece que va a desembocar en un torture porn, pero no; una tercera (y larga) secuencia que viene a ser un tiroteo (con un final, digamos, delirante), y finalmente un epílogo que a más de uno dejará patidifuso. Como núcleo central, la figura de un predicador baptista embrutecido y sus dementes acólitos, dispuestos a escabechar a todo gay que se cruce en su camino en su divina misión, basado en ese hijo de puta integrista, más chalado que un cencerro, que responde al nombre de Fred Helps.  Así pues, la película es un poco sutil retrato de esta panda de enfermos que, como setas resecas, brotan en distintas partes de los EEUU. Smith, cristiano reconocido, deja de lado casi cualquier atisbo de ironía (aunque algunos destellos hay, en especial la última frase del último plano, jeje) para elucubrar no sólo sobre la génesis y éxito de estos monstruos humanos en su tierra, sino sobre el papel que su gobierno tiene en su erradicación, personificado en el magnético rostro del gran, gran John Goodman, enfrentado al mefistofélico reverendo Cooper, un Michael Parks en estado de gracia. Sobre el papel, la idea de arrejuntar cine de género con esta lúcida denuncia mola. El resultado, no obstante, es del todo discutible. Sin saber muy bien qué hacer con su criatura, Kevin Smith va dando requiebros bestiales, frustrando las expectativas una vez tras otra, llegando a un punto (¡las trompetas!) en el que uno, bastante desorientado, ya no sabe si, en el fondo, esto es sólo un caprichito cinéfilo y nos están tomando el pelo a dos manos. Lo de que en el fondo RED STATE sea una chufla con ínfulas pretenciosas, dirigida a la linea de flotación del espectador, que no sabe muy bien a qué atenerse durante buena parte del metraje, y que encima su resolución sea un anti-climax tan radical, tiene su lógica. Yo confieso que RED STATE me mantuvo pegado al sillón de principio a fin, aunque a posteriori no sé muy bien qué pensar de esta película, sinceramente. No me parece la bazofia que se dice por ahí, ni mucho menos, pero no tengo claro dónde narices quería llegar su director y guionista con ella. No obstante, y con miedo a recomendarla (ya me diréis...), me parece lo más interesante y lo más personal que ha parido Kevin Smith en la última década, aunque sólo sea por su riesgo y desconcierto. Os dejo con su impactante trailer.

- Lo mejor: el duelo interpretativo entre Michael Parks y John Goodman, de muchos quilates


- Lo peor: la cabrona y absurda estructura de la película, y lo amorfo del discurso en general


  CABEZAS




1 vituperios:

Karba dijo...

Totalmente de acuerdo con vos. Ese premio en Sitges resulta, como mínimo, imposible de justificar, pues aunque la película tiene algunos puntos de interés, no se sostiene en casi ningún momento.