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JAPÓN / 2004
Dirección: Takashi Miike
Guión: Shigenori Takeshi
Producción: Taizô Fumukaki y Fujio Matsushima
Música: Kouji Endo
Fotografía: Nobuyuki Fugazawa
Montaje: Yasushi Shimamura
Diseño de producción: Toshiyuki Matsumiya
Vestuario: Noboru Kawakami, You-ko y Michiko Kitamura
Interpretación: Kazuya Nakayama, Kaori Momoi, Ryuhzi Matsuda, Ryousuke Miki, Beat Takeshi, Kenichi Endo, Susumu Terajima, Kazuki Tomokawa, Hassei Takano

Hacía un tiempo que un servidor no se metía entre pecho y espalda una buena dosis de Miike, y menuda ración, ¡la virgen! Los parroquianos del nipón más delirante (y bruto) del panorama actual ya irán con las neuronas sonriendo, y se van a encontrar con lo que siempre se topa uno cuando encara a Miike: diversión, violencia, delirio y... asombro constante. Los demás, agarrense los remaches que el viaje es movidito de cojones.


IZO, la versión miikiana del género de katanas y luchas medievales niponas, le pilla a uno desprevenido desde los primeros 5 minutos. Comenzar cualquier cosa con una especie de crucifixión hiper-gore meclada con imágenes de archivo en blanco y negro de catástrofes nucleares y un parto no resulta muy habitual. Y mucho menos cuando nuestro héroe medieval resucitado se cruza en su primera carrera con un trovador con sombrero que, en estricto japonés, narra sus desventuras guitarra acústica en mano, cual cantautor death-metal con un sentimiento que ya quisiera para sí Silvio Rodriguez. Después la cosa, lejos de tranquilizarse, se retuerce mucho más. A una media de 3 combates salvajes cada 10 minutos, el bueno de Izo avanza en su desesperada lucha CONTRA TODOS (sí, ha leído usted bien) con la sencilla tarea de exterminar al Dios Creador y a toda clase de casta política o dirigente (popes religiosos varios incluídos), puesto que ellos son los causantes del mal que campa a sus anchas por el mundo. Pero Izo no es un justiciero, sino una especie de alma errante inmortal con una mala leche cósmica reconcentrada, que disfruta masacrando a todo bicho viviente que se le cruza en su camino (esto es literal), una ira eterna que hará que su cuerpo vaya mutando en una especie de demonio con un traje y una máscara superchula. Su camino hacia la destrucción total no será fácil, puesto que él es un error en el sistema cósmico que organiza la realidad tal y como la conocemos, y las leyes temporales se las pasa por el arco del triunfo. El pobre Izo pasa katana en mano de masacrar a un grupo de ronin medievales a luchar contra soldados kamikazes armados con bayonetas que habitan en una especie de limbo, de masacrar estudiantes zombies a punto de lanzarse a por el Thriller de Michael Jackson (se permiten carcajadas) a matar a su madre y otros parientes, de una pelea pandillera de un suburbio de Tokyo a una guerra psicológica en un estanque con una bruja que se saca una enorme katana que ocultaba en la entrepierna. Mientras le recuerda que una vez fueron amantes, él le replica, inexpresivo: "Una vez mi pene se frotó con tu frasco del amor, entrar en tu frasco era agradable pero tenia un hedor insoportable, apestaba. Perros y gatos lo soportarian, pero nosotros somos humanos". Enternecedor.


El trovador, Izo y los zombies-kamikazes


Neófitos en Miike, no me digan que no mola. Es muy probable que más de uno no llegue ni a los 30 minutos de metraje, completamente desorientado (y asqueado) ante lo que está viendo. Continuos saltos temporales y espaciales, elipsis continuas, personajes que mueren y reaparecen, violencia hiperbólica desatada, detalles que rozan el mal gusto, sexo, drogas y en vez de rock ´n roll, nuestro amigo el Sabina nipón, que ameniza la velada regularmente con sus apariciones por sorpresa y sus tonadas trovadorescas, retratadas con verdadera dedicación por la cámara de Miike. También el rostro pétreo del gran Takeshi Kitano (aquí Beat Takeshi) que aparece por ahí de vez en cuando... Y por si fuera poco, después de sobrevivir a los 123 minutos que dura el film (una auténtica prueba de resistencia, pero hay que llegar), un final apoteósico y megapoético, de una belleza que roza lo abstracto y la obsesión del amigo Miike con los partos y la maternidad (y un tipo de fondo que nos recita un bello e incomprensible poema). Qué, ¿no les pica la curiosidad?





IZO no es mejor ni peor que otras obras de Miike, es suya hasta la médula, tan personal como VISITOR Q y tan salvaje como ICHI THE KILLER. Aunque a ratos parece que la Teoría del Caos gobierna la función, no hay que dejarse vencer ni recurrir al manido "esto es una tomadura de pelo": a pesar de la lógica resistencia del espectador ante esta propuesta, Miike tiene las ideas muy claras en todo momento y actúa en consecuencia. Izo, el guerrero, no es más que el anarquista supremo decidido a desmontar las mentiras y las falacias que los hombres han construído (atención a la definición de "nación" que vocifera un niño) y en consonancia se mueve por el mundo y a través del tiempo, con una completa anarquía. Decidido a destruir de una vez por todas los estamentos de poder, su rabia, su ira y su frustración le llevarán hasta un punto de no retorno existencial en el que, tras acabar con las esferas de poder (de la manera más sangrienta posible) tiene un cara a cara con el Ser Supremo, que le aniquila sólo para permitirle resucitar, esta vez más puro y limpio, pero en un mundo que no ha cambiado. A mí me parece de lo más coherente...



Miike, dando clases


- Lo mejor: la radicalidad de la propuesta y esos destellos poéticos entre tanta víscera (la manita ensangrentada de la niña agarrando la hoja de la katana de Izo, absolutamente todo el final...)

- Lo peor: le sobran minutos por un tubo


CABEZAS

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