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Ha sido un verdadero placer compartir este año atiborrado de películas y otras hierbas con todos vosotros/as. Llega el momento de recapitular, y con ello el deseo de que el 2010 sea un año pleno en satisfacciones para todos, tanto en lo personal como en lo colectivo.

Mientras el tiempo y las fuerzas acompañen, seguiré por aquí rodeado de cine, del bueno, del malo, del regular, del que te hace reir y gritar,  del que olvidas al momento y del que recuerdas toda la vida, del que se comparte y del que se disfruta en soledad. Y como soy un envidioso, amigos bloggeros, en nada LO MEJOR DEL 2009. Palabrita de zombi.



 AVATAR / EEUU / 2009
Dirección y guión: James Cameron 
Música: James Horner 
Fotografía: Mauro Fiore
Montaje: James Cameron, John Refoua y Stephen Rivkin
Diseño de producción: Rick Carter y Robert Stromberg
Vestuario: Mayes C. Rubeo y Deborah Lynn Scott.
Interpretación: Sam Worthington (Jake Sully), Zoë Saldana (Neytiri), Sigourney Weaver (Dra. Grace Augustine), Michelle Rodriguez (Trudy), Giovanni Ribisi (Selfridge), Joel David Moore (Norm), C.C.H. Pounder (Mo’at), Wes Studi (Eytukan), Laz Alonso (Tsu’Tey), Stephen Lang (coronel Quaritch), Matt Gerald (Lyle)



En ocasiones sabemos demasiado. Demasiada información, demasiada opinión, demasiados datos que acumulamos en nuestras maltrechas neuronas y que, en mayor o menor medida, acaban construyendo prejuicios y anulan la capacidad de sorpresa. La imparable maquinaria publicitaria nos ahoga aunque queramos recluirnos en una cueva. Todo el mundo ya lo sabía todo sobre AVATAR, calificado como "el evento cinematográfico del año", antes del estreno: su trama, sus personajes, la tecnología utilizada en su desarrollo, entrevistas, trailers, reportajes, lo sabíamos todo... incluso antes de tiempo ya sabíamos que no era para tanto, que el mainstream nos estaban vendiendo la moto otra vez, y que la película no es más que una reluciente cagarruta revestida por todo el oropel y los dólares nortamericanos. Leo por ahí los airados críticos bufando "si esto es el cine del s.XXI, que lo paren que yo me bajo" mientras los acérrimos de la ciencia-ficción saludan con reverencia cuasi mesiánica al "Dios-Cameron" que nos ha alumbrado al nuevo ser cinematográfico más allá del propio cine. Los cinéfilos gafapastosos huyen despavoridos al ver las colas a la puerta de la sala, porque eso nunca puede ser sinónimo de buen cine, of course. Además, la película es simplona, predecible, larga, estruendosa, pura involución artística, y el 60% de su metraje es sintético, artificial, son todo efectos especiales... ¡Esto no es cine, es un maldito videojuego! ¡¿Dónde vamos a llegar?! ¡AVATAR a la picota!



Vale tíos, saquemos todos un palmo la cabeza de nuestras estrechas trincheras ideológicas. AVATAR está muy lejos de ser una película revolucionaria, ni en concepto ni en forma. No habrá un antes y un después de AVATAR, podeis estar seguros, porque el cine es un flujo continuo, no una carrera de obstáculos. La película de James Cameron es un paso más, lógico y coherente, sobre la aplicación de las nuevas tecnologías en el mundo audiovisual. Un paso más en el desarrollo de esa vieja barraca de feria que es el cine, del mismo modo que lo fueron las películas mudas de Melies, NOSFERATU, el primer KING KONG, 2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO, STAR WARS o MATRIX, películas todas ellas ya con un huequecito en la historia, por cierto. La tecnología es sólo una herramienta, y encumbrarla o derribarla por sí misma es una soberana estupidez. Por otra parte, en AVATAR no hay ni una sola sorpresa argumental: te la sabes de cabo a rabo, y todo sucede, más o menos, como puedes esperar. ¿Es pues AVATAR una mala película? En absoluto. AVATAR roza la perfección en todos y cada uno de sus apartados. Pertenece a ese selecto grupo de películas que no se visionan, se experimentan. Sólo es cuestión de olvidarse de todo lo expuesto anteriormente, y de uno mismo, y sencillamente dejarse llevar, porque AVATAR es una experiencia que roza lo sensorial y lo sensitivo a un nivel primitivo, una inmersión en la hiperrealidad de un mundo imaginado, algo parecido a la transmutación en carne del material del que están hecho los sueños y... ¿no dijo alguien alguna vez que el cine era exactamente eso?



AVATAR intercomunica a la perfección dos siglos de narración audiovisual, logra un asombroso equilibrio entre las raíces del relato y la más puntera vanguardia, entre la reivindicación de los códigos clásicos y el espectáculo visual postmoderno. Cameron logra trazar una firme linea recta que hace que en ningún momento de los 160 minutos de la película nos perdamos, ni nos desviemos, ni nos agilipollemos, ni nuestras neuronas agonicen ante el pasmoso bombardeo visual que nos ofrece, porque muy por encima de los píxeles está la maestría del narrador, por encima de los fuegos de artificio, el arte del contador de historias que domina como nadie el su oficio. Es una pérdida de tiempo que trate de explicar aquí las bondades del apartado visual de AVATAR, porque roza la perfección, así que lo resumo con un  solo palabro: belleza. AVATAR es, por encima de todo, una película que desparrama belleza, y es la experiencia de profunda inmersión dentro de esa belleza lo que, seguramente, perdurará por más tiempo en el espectador, mucho después de abandonar la sala. La hermosísima experiencia inmersiva de AVATAR en esa utopía soñada de nombre Pandora  no tiene precedentes a este nivel, una fascinación supongo que muy cercana a los primeros espectadores del cinematógrafo, o de aquellos que corrieron despavoridos cuando vieron una locomotora a vapor abalanzarse sobre ellos proyectada en una tela. Amar lo que es hermoso, en lugar de destruirlo, no sólo a través del conocimiento sino también de la sensualidad, es el eje central de esta película tan sensual y tan bien contada. Todo en el planeta vivo que es Pandora rezuma eso, pura vida por los cuatro costados, una vida evolucionada hasta una forma elegante y pura que tiene en los hermosos Na´Vi su cénit, una especie tribal de raíces chamánicas en plena armonía con su entorno, amenazado por los de siempre, por  el occidental hambriento de recursos y poder. No tengo problema alguno en que el guión sea previsible (que lo es) y los personajes arquetipos (que no estereotipos), porque así existen desde las grandes gestas grecolatinas, muy fantásticas también, por cierto. No me ofusca que el discurso ecologista y de equilibrio sostenible sea tan evidente cuando me lo cuentan de un modo tan sencillo y sincero. Sólo quiero que no me tomen por imbécil, y que la ñoñería esté a un límite soportable en estos casos. Afortunadamente, Cameron construye a sus personajes lo suficientemente bien para que se muevan entre el arquetipo mitológico (con suaves tintes mesiánicos en el caso del protagonista)  y la camaradería de andar por casa, y les dota de una efectiva personalidad (ahí tenemos a la inmesa, en todos los sentidos, Sigourney Weaver) que en ningún caso insulta las neuronas por su sencillez de planteamiento. Incluso toda la parafernalia new age, tan peligrosa ella para las subidas de azúcar y tan del gusto de Cameron (como en ABYSS) , encaja a la perfección en el asombroso entramado natural de Pandora y los (bellísimos) Ni´Vi. Obviamente, AVATAR es una película de ciencia-ficción, pero como casi todas las buenas, nos habla del mundo presente, con la inteligencia y la delicadeza de hacerlo desde la óptica de una fábula clásica sin cargar demasiado las tintas, y no desde el coñazo panfletario. Las extrapolaciones a nuestro mundo son más que evidentes (incluso se habla de "guerra preventiva" y de "daños colaterales"), pero apuntan más a la eterna condición humana que a la recreación de unos hechos concretos. Esa sencillez de exposición, que imagino que muchos verán como mera simpleza, es otro de los puntos que opera en favor de AVATAR, extendiendo esa transparencia hasta los momentos emotivos, realmente enternecedores (como el precioso encuentro final de Neytiri con el cuerpo real de Jake) o desgarradores (la destrucción de Árbol-Madre).



Sigo buscando, pero no encuentro casi nada negativo en esta asombrosa película de James Cameron, de verdad.  Es posible que el habitual consumidor de blockbusters (me refiero al que sólo consume taquillazos palomiteros) la meta en el mismo saco que zurullos de imágenes diarreicas como GI-JOE, TRANSFORMERS o 2012, en el mismo estercolero que capullos techno-fashion como Michael Bay o Ronald Emmerich, pero AVATAR no tiene nada que ver con ellas ni con ellos. Es la obra soñada de un cineasta que adora el cine de aventuras clásico, que ha devorado la ciencia-ficción de la mítica revista Metal Hurlant, que ha paladeado cada ilustración de Moebius y Leloux, que ha estado renovando el imaginario del aficionado con cada nueva obra (dejando aparte la mediocre y pesadísima TITANIC) y que nos regala este año un verdadero peliculón con todas las letras, película que, conviene recordarlo, no es ni adaptación, ni remake, ni secuela ni precuela. Es posible que los que ahora la rechazan de plano se tengan que comer sus palabras dentro de unos años, y no sería la primera vez que le ocurre al bueno de Cameron. Algunas películas necesitan su tiempo para ser apreciadas en su justa medida, y tarde o temprano las de James Cameron se han convertido en referentes generacionales, y para muchos, entre los que me incluyo, en parte integrante de nuestra formación audiovisual y pasión por el cine. Es pronto para afirmar tal cosa, pero por el momento AVATAR me ha proporcionado más de dos de las más placenteras y asombrosas horas que he vivido en una sala de cine este año. Gracias Jim, otra vez lo has conseguido. Un sueño hecho celuloide.



- Lo mejor: su apabullante belleza a un nivel sensorial, físico y mental

- Lo peor: como en TITANIC, letal tonadilla babosa para los créditos

CABEZAS





 TRIANGLE / Inglaterra / 2009
Dirección y Guión: Chistopher Smith
Producción: Jason Newmark, Chris Brown
Fotografía: Christian henson
Música: Robert Humphreys
Intérpretes: Mellisa George, Liam Hemsworth, Rachael Carpani, Emma Lung, Michael Dorman, Henry Nixon



Hay películas puramente narrativas, cuyo eje principal es la evolución de una trama que avanza hacia delante empujada por las acciones de los personajes, digamos que primando el sentido del ritmo, de lo cinético, del movimiento por encima de otras cosas, y luego hay películas de "concepto" que se encargan de desarrollar una idea, de plantear una incógnita, una duda, y tratar de resolverla, de carácter más pausado, más cerebral, y más dialogado, por decirlo así, donde la verdadera dinámica interna reside por completo en los personajes y la acción es más bien mental. Afortunadamente también hay películas (muy escasas, por cierto) que consiguen unificar ambas tendencias, normalmente retorciendo los resortes definidos de algún género para lograr sus objetivos. Bien, TRIANGLE es una de ellas, y más que nunca hay que advertirlo: mejor no saber demasiado sobre esta película para disfrutarla a tope. Desde ya os la recomiendo. Con saber que es un thriller potente con elementos de terror es suficiente. Lanzaos ya sobre los misterios de TRIANGLE... y dejaos llevar, simplemente.



TRIANGLE es la tercera película del inglés Christopher Smith tras la estimable CREEP (vuelta de tuerca al terror subterráneo con ser sobrenatural persiguiendo a la protagonista en los túneles del metro) y la curiosa SEVERANCE (pura escabechina rural con grandes dosis de humor megro y mala leche a costa de unos cuantos ejecutivos perdidos en el campo). Imagino también que supone su proyecto más personal hasta la fecha, del que también es guionista y productor. TRIANGLE se articula en exclusiva dobre dos ejes definidos: Jess, su protagonista, una joven madre soltera con un hijo autista que se ha de enfrentar al mayor reto de su vida, y al propio concepto que deriva de su título, "triángulo". El punto de vista de la historia avanza imparable en paralelo al descubrimiento vital de su protagonista, y por ende del espectador, dicho de otro modo: el proceso de identificación con un personaje, esencial en cualquier historia, adopta en TRIANGLE una intensidad notable, porque como Jess, nosotros debemos ir desgranando una trama en principio imposible, plagada de pistas, giros inesperados y paradojas, acompañamos a esta mujer en un periplo existencial en que se encuentra atrapada como en una tela de araña y del que se esfuerza por salir aún sin entender del todo qué demonios está pasando. Igualito que el espectador. Jess es TRIANGLE, presente en todas las secuencias, en cada plano, de principio a fin. No hay saltos en la dirección de la narración ni cambios en el punto de vista, una decisión arriesgada, sin duda, pero coherente hasta la médula. Por otro lado tenemos el "triángulo" al que alude el título, polisémico y con varias capas de interpretación. Triangle es el nombre del yate en el que arranca la historia, pero también alude a cierto y célebre triángulo que acostumbra a tragarse barcos y tripulaciones según cuenta la leyenda, para luego devolverlos en inquietantes circunstancias. En tres partes observa Jess su rostro en el espejo roto del cuarto de baño, y tres espejos contiguos son también los que le devuelven su reflejo triplicado de forma casi subliminal en más de un plano.



 TRIANGLE va desgranando toda su artillería poco a poco como un puzzle desordenado que debemos recolocar, secuencias y diálogos fractales que se van superponiendo pero que, lejos de distorsionar la historia, la van ordenando en el caos, componiendo poco a poco la imagen global del periplo vital de esta mujer maldita, imagen que no vemos clara y nítidamente hasta el mismísimo final de la película. ¿Es TRIANGLE, pues, una película "fantástica"? Sí y no. Como las buenas, es posible aceptarla es su dimensión más superficial, de puro género, incluso de esa ciencia-ficción más intelectual que física en su esencia, que nos habla de conceptos más que de hechos, no hay problema. Sin embargo, TRIANGLE también puede ser un complejo tinglado metafórico que, en el fondo, nos habla de una mujer rota y de su búsqueda de redención personal, de purificación. En todo caso, que nadie se confunda: pese a jugar constantemente con todos estos elementos, TRIANGLE es un película tremendamente física en su concepción, articulada mediante el movimiento y la acción, en la que la reflexión sobre lo que estamos viendo debe hacerse sobre la marcha, pues no hay respiro ni espacio para parase a pensar. Visualmente exquisita por su elegancia y planificación, por su pálido, casi fantasmal tratamiento del color, sin abusos ni excesivos fuegos artificiales, se beneficia además del buen trabajo de su protagonista absoluta, una Melissa George que sabe transmitir en todo momento las contradictorias emociones que vive esta pobre mujer, con una creíble composición que bascula entre la fragilidad y la determinación. Sin embargo, y pese a los esfuerzos de Christopher Smith porque las pistas e indicios del guión no sean excesivos pero tampoco crípticos (para no engañar al respetable, vamos), su propuesta tampoco supone una novedad total para el espectador más curtido en estas lides, y por poco aficionado que uno sea a la literatura y cine de ciencia-ficción más duro (desde el SOLARIS de Stanislaw Lem hasta los CRONOCRÍMENES de Nacho Vigalondo), no es complicado descubrir el pastel bastante antes de lo que su director desearía, en especial por una frase repetida en el guión que alude a una leyenda mitológica y que resulta demasiado esclarecedora en todos los sentidos. Afortunadamente, Smith es capaz de rematar la faena con una parte final que, seguro, impactará hasta al oteador más listo y que demuestra lo mucho y bien que se ha currado un guión sobre el que, supongo, ha derramado litros de esfuerzo y sudor, igual que yo tratando de comentaros TRIANGLE sin destriparla ni fastidiaros la función...  uf. Poco más que añadir para una de las propuestas más interesantes del año, sin duda, y de obligado visionado, por descontado. Y después... discusión al calor de unas birras.



Lo mejor: su osadía, determinación y buena construcción del guión dentro de un género muy complejo y poco explotado

Lo peor: el riesgo de descubrir el pastel antes de tiempo, y con ello "desactivar" la película. ¿Soportaría un segundo visionado?

CABEZAS




 CELDA 211 / España / 2009
Dejo a medio escribir otra reseña para concentrarme en CELDA 211, película tan poco navideña que me acabo de tragar en pantalla grande y que me ha dejado alucinado. ¡Esto es un cañonazo, señores! Ya había leído un montón de buenos comentarios de la  cuarta película de Daniel Monzón, pero no estaba yo preparado para algo tan potente, fresco, redondo, intenso y trepidante. Muy pocas veces tiene uno la oportunidad de asistir en tiempo real al disfrute de ese milagro que se obra cuando todo en un film funciona a la perfección, como un engranaje bien engrasado disparado siempre hacia delante: guión, puesta en escena, ritmo, montaje, interpretaciones, dirección, música... Todo en CELDA 211 está calculado al milímetro para que arrase como un mecanismo de relojería cinematográfico y emocional sin perder ni un ápice de  espontaneidad. Nunca se había hecho en España una película "de cárceles" de este calibre, ni de cerca. Hacía tiempo que no disfrutaba de una interpretación tan absolutamente magistral, digna de un titán, como la que nos regala Luis Tosar con su ya eterno Malamadre, una lección de oficio e intensidad, de genio, digna de estudio en las escuelas de arte dramático. Sólo un par de veces este año una película me ha abducido de la manera que lo ha hecho CELDA 211. Ni un minuto de respiro, tregua o arritmia, nada de morralla ni momentos vacíos, de vacilaciones ni tiempos muertos. Todo en su sitio a disposición de una gran historia, plena en detalles y capas a todos los niveles, con una galería de personajes precisa y seca y rodada con una inteligencia, una "verdad", una seguridad y un empuje que merece aplausos y vítores. El bueno de Daniel Monzón ya nos lleva avisando años de su pasión por cimentar su carrera creando buen cine de género (algo tan escaso en este país), desde EL CORAZÓN DEL GUERRERO hasta LA CAJA KOVAK, pero con CELDA 211 se ha graduado cum laude, amigos. No sólo ha firmado su mejor película, de largo, sino el mejor film español del año, sin duda, y uno de los mejores ejemplos de su género que estos ojos han visto en su vida. Volviendo al tópico, nunca mejor empleado: una lección de puro cine. Imprescindible.

- Lo mejor: cada elemento funciona a la perfección, desde el prólogo hasta su resolución... ¡chapeau!

- Lo peor: que el reconocimiento se lo van a llevar los mismos de siempre

CABEZAS



 DREAD / Inglaterra / 2009
En los últimos años el cine ha regresado con fuerza al oscuro universo creativo de Clive Barker tras el pelotazo  que supuso en su momento HELLRAISER y derivados. Tras el (merecido) batacazo que se pegó con EL SEÑOR DE LAS ILUSIONES, Barker abandonó la dirección para siempre jamás, dedicándose tan solo a producir/bendecir con su nombre algunas adaptaciones de sus relatos, mayormente de los míticos LIBROS DE SANGRE. En poco tiempo han caído la intensa y afilada como un estilete MIDNIGHT MEAT TRAIN y la fallida pero interesante BOOK OF BLOOD. Ahora llega el turno de la adaptación del relato homónimo DREAD, que pertenece a su vertiente psicológico-realista, por decirlo de algún modo, y el resultado no está nada mal. Como casi todas las películas que parten de un relato corto de escasa páginas, esta también sufre el "efecto chicle" en su parte central, dando vueltas sobre lo mismo sin llegar a avanzar como debiera, pero eso no es mayor problema cuando la resolución es como un aldabonazo en toda la jeta, ole. La película está muy bien planteada y rodada, con imagen muy contrastada y jugando con la oscuridad como elemento funcional de la narración, sin grandes parafernalias inútiles (cosa que se agradece), aunque con exceso de recursos gótico-siniestro-modernillos (para mi gusto personal), la película tiene la inteligencia de concentrar sus momentos fuertes en secuencias breves y bastante impactantes (la "tortura vegetariana" es de muchos quilates), sin abusar de la hemoglobina. El macabro estudio que Barker hace sobre la "psicología del miedo" en su relato está bien plasmado (cosa nada fácil, por cierto, debido a sus raíces filosóficas), pero al final me quedó cierto regusto a "quiero y no puedo" con el rollo freudiano de su antagonista, finalmente bastante superficial, pero sobre todo por la incapacidad del tal Jackon Rathbone (el prota, para más señas) para lograr una interpretación ni siquiera pasable. El emo-actorcillo (también en la saga CREPÚSCULO, de casta le viene al galgo) se limita abrir mucho los ojos cuando está sorprendido/asustado o a entornarlos cuando está triste/meditabundo, y así no hay manera de transmitir el profundo desasosiego existencial que merece esta historia. No obstante y pese a estas meteduras de pata, recomendable para los seguidores de Clive Barker y del terror en general, aunque he de reconocer que el escritor inglés me gusta mucho más cuando se pone en plan "goyesco-surrealista del más allá".

- Lo mejor: la base psicológica de la película, alejada de los parámetros habituales del género, y la buena resolución de los "experimentos"

- Lo peor: precisamente ese sustento no acaba de cuajar del todo, se queda demasiado en la superficie. Y el lamentable Jackson "ojos grandes" Rathbone

CABEZAS




HALLOWEEN 2 / EEUU / 2009
Dirección y guión: Rob Zombie
Producción: Weinstein Company / Dimension Films
Música: Tyler Bates
Fotografía: Brandon Trost
F/X Maquillaje: Wayne Toth
Intérpretes: Scout Taylor-Compton, Tyler Mane, Malcolm McDowell, Brad Dourif, Margott Kidder



La fiebre de los remakes de clásicos del terror setentero y ochentero parece no tener fin. Una vez (casi) agotado el filón nipón, que en realidad no nos deparó ninguna sorpresa, los mandamases yanquis arremetieron con el fondo de catálogo patrio (mayormente) y nos han ido regalando una tras otra mediocridades totalmente prescindibles que arrasan las neuronas con aburrimiento y falta de talento, hamburguesas insípidas sin sustancia, fotocopias industriales destinadas a engrosar celuloide desechable de usar y tirar. Afortunadamente hubo excepciones: la extraordinaria LAS COLINAS TIENEN OJOS de Alexandre Aja, superior en todo a su original; la muy estimable AMANECER DE LOS MUERTOS de Zack Snyder, y la gran sorpresa que supuso el HALLOWEEN, de Rob Zombie, en realidad un semi-remake sobre el clásico indiscutible que sentó por si sólo las bases de slasher con psicópata enmascarado, y cuya influencia en millones de películas posteriores sólo logró repetir esquemas hasta la náusea. Todo estaba dicho en el HALLOWEEN de John Carpenter, una precisa pieza de orfebrería cinematográfica redonda, pulida y brillante, tan precisa que fue capaz de dar a luz y matar al subgénero en apenas dos horas. Lo demás sólo fueron copias más o menos logradas. Por esto, pensaba yo que su remake sólo tenía un destino: el fracaso total... y me tuve que tragar mis palabras. Rob Zombie consiguió rubricar la carambola cuasi perfecta en una película que supo mantener el complicado equilibrio entre respeto e innovación, una notable experiencia cinematográfica que supo destilar lo mejor de la obra original con su particular universo propio, un modo de entender el cine de género anclado en los años setenta pero sin resultar ni retro ni anacrónico. Además, la película se beneficiaba de un trabajo de dirección sobresaliente, perfectamente ajustado a sus diferenciados tres segmentos en lo visual que resultó tan personal como reconocible en el manejo que hacía de la iconografía clásica del personaje de Michael Myers, incorporando nuevos elementos que lograban ampliar el universo que creó Carpenter sin traicionarlo. Para ello Zombie jugó una baza inédita en el género: dotarlo de todo el realismo posible dentro de sus estrictos parámetros estructurando la película más como un drama psicológico que como una muestra de género pura, manteniendo la tesis de que los personajes SÍ importan, algo realmente revolucionario en un slasher.



Dos años después llegó la secuela que ahora nos ocupa, HALLOWEEN II, firmada de nuevo por Rob Zombie y con el mismo equipo que la anterior. Lo primero que hay que apuntar es que, otra vez, no es  exactamente un remake de la homónima dirigida por Rick Rosenthal, aunque el cachondo de Zombie es capaz de colarnos una primera parte que funciona a la vez como homenaje y ruptura radical con ella:  los más de veinte minutos iniciales de climax brutal en el hospital (más propios de un final que de un arranque, bestial) que, en un arriesgado retruécano del guión, es capaz de hacer punto y a parte para dar paso a la película "real" y que sienta las bases de todo lo que vamos a ver a continuación. Así, Zombie se desvincula ya del todo con el "legado Carpenter" para zambullirse por completo en su propia película y su propia visión del mito, y se queda bien a gusto, desde luego. Al contar con todo el casting original (excepto el Myers infantil, que cambia de rostro) la película se permite el lujo de plasmar la evolución psicológica de todos ellos con gran riqueza de detalles: desde las dos supervivientes de la primera entrega (Laurie y Annie) hasta el sheriff (inmenso Brad Dourif) pasando por el Doctor Loomis (sarcástico Malcolm McDowell) e incluso el propio Michael Myers, todos ellos, insisto se desarrollan respecto a la primera entrega ganando en complejidad y, en algún caso, como el de Samuel Loomis, se radicaliza hasta el extremo de acabar resultando detestable, algo muy curioso para tratarse, a priori, del heroe de la función. Lejos de resultar complaciente o continuista en exceso, la película, de hecho, busca los extremos en todos sus apartados, con el riesgo añadido que ello supone.



En realidad, HALLOWEEN II es una inmersión en el universo creativo de Rob Zombie mucho más que en el contexto de la saga a la que pertenece, más incluso que la primera. La película no supone un viaje complaciente para el espectador, y los asideros no son fáciles de encajar de buenas a primeras. Si Loomis aqui ya se convierte en un carroñero despreciable que vive a todo tren  gracias a los despojos de la tragedia, del dolor ajeno, la propia heroína Laurie es una criatura traumatizada y desequilibrada, incapaz de vivir con normalidad pese a sus esfuerzos. La figura de Myers irrumpe de nuevo en una cotidianidad que ya no es luminosa como en la primera parte, sino que está viciada y supura demencia por los cuatro costados desde el comienzo. Zombie opta por radicalizar su estilo visual al máximo: película granulada en 16mm y aspecto de suciedad constante, noche eterna y sombría y tonos grisaceos y austeros que ni siquiera se atenuan en los "momentos pop" tan del gusto del director, sino que esos instantes de supuesta distensión también funcionan para acumular tensión y desasosiego. Los momentos fuertes, una vez más, son brutales: nada de estilismos  vacíos que embellezcan el asunto, aquí la violencia es seca e inmediata como un hachazo por sorpresa, y las heridas duelen de verdad. Los personajes, al menos los principales, sufren, y el espectador no puede tomarse a chufla ese sufrimiento (la muerte de Annie) ni el de sus seres queridos (la  desgarradora secuencia del sheriff con su hija en el baño, la del padre de una de las víctimas ante Loomis). Como decía, los personajes SÍ importan. Y por si esto fuera poco, además Zombie incluye en el menú unas elevadas dosis de surrealismo onírico como método para entrar en la mente de Myers, algo inaudito en la trayectoria del famoso psycho killer. Precisamente es este punto el más peligroso de la función: la presencia intermitente de su madre (estupenda Sheri Moon) puede resultar un tanto forzada dentro de este slasher esquizofrénico, malsano y bestial, aunque personalmente me convenció del todo.



HALLOWEEN II no pone el piloto automático ni juega a la parodia ni al distanciamiento barato. La sorna con la que Zombie trata diversos temas forma parte de la propia esencia de la película (atención a cuándo suena la melosa balada Nights of White Satin, al tratamiento de los talk shows y los media ansiosos de carnaza) y por no aparecer, ni siquiera aparece el mítico Halloween Theme de Carpenter durante la película (sólo en los créditos), sustituído por una ecléctica (y rockera) banda sonora muy al gusto del también genial rockero Rob Zombie. En definitiva, HALLOWEEN II es suya de principio a fin, tanto que la máscara de Myers, icono perpetuo de la saga, casi pasa desapercibida en esta ocasión, cubierta de mugre y casi desecha cuando la lleva puesta. Aplausos miles pues para esta notable insubordinación a la propia mitología myeriana, que no hace sino demostrarme que, por si alguien lo dudaba, tras cuatro películas a sus espaldas Rob Zombie es un autor con todas las letras con una personalidad definida, voz propia y un dominio de la técnica y la narración cada vez más preciso (atención al uso de la cámara lenta y del montaje paralelo). Por el momento, su participación en esta franquicia queda finiquitada para siempre por deseo propio, y por extensión su inmersión en el slasher (aunque habrá un HALLOWEEN III que sin él ya no me interesa nada), pero debemos esperar grandes alegrías en el futuro de uno de los directores más creativos, potentes y personales del género, si es que se llegan a estrenar, porque una vez más, esta película sigue sin distribución es España. Cretinos.



- Lo mejor: su capacidad para llevar al mito a su personal terreno aún más que en la primera parte, sin concesiones

- Lo peor: el ocasional caos de la historia y lo gratuito de algunas secuencias

CABEZAS




 CALVAIRE / Bélgica / 2004
Segunda reseña insomne del día, de digestión bastante más compleja que SEVENTH MOON. Con un retraso de más de cuatro años (tela marinera), CALVAIRE es una de esas con opiniones encontradas: ¿obra maestra o tomadura de pelo? Ejem... tomadura de pelo, que de tan extravagante y seriota resulta simpática, sin quererlo. Qué peligro. Otra vez nos vamos a las europas profundas con sus buenas dosis de terror campestre, drama insano y gotitas de delirante surrealismo, como para irse  de camping sin un GPS. En otras palabras: el bueno de Fabrice nos cuela el survival de siempre pero con intenciones de auteur, que escrito en francés siempre impresiona más. Con un argumento tan extremo e irracional que acaba resultando gracioso y un dibujo psicológico de los personajes sencillamente infumable, las taras mentales de todos y cada uno de los mendas de la película se van superponiendo sin misericordia: acoso geriátrico para empezar, algo de travestismo forzado, trauma sentimental hardcore, su poquito de zoofilia, esquizofrenia paranoide, endogamia galopante, iniciación a la sodomía y mística incomprensible para rubricar un final de esos que de tan poéticos y abiertos a uno le deja con cara de poker. No es que la película sea un desastre total, porque tiene momentos con una viciada atmósfera muy logrados y algunos alardes visuales de tomo y lomo (el travelling circular de la cena o ese  elaborado plano cenital para el recuerdo), pero el problema es que la película se toma demasiado en serio a sí misma, incluso cuando opta por el delirium tremens surrealista en plan "esta va por David Lynch" (el bailecito en el bar, ya me direis....) y a la postre su protagonista acaba siendo un simple sparring siempre dispuesto a recibir hostias como fundas de piano, que en el fondo es de lo que se trata, por mucho oropel y brillo de autor con el que su director quiera vestir la función.

- Lo mejor: cuando la película opta por la atmósfera densa y malsana y la inquietud sin subrayados innecesarios

- Lo peor: demasiado seria, pretenciosa y excesiva, cuando en el fondo esta historia ya la hemos visto millones de veces

CABEZAS



 SEVENTH MOON / EEUU-China / 2008
Cada cierto tiempo me ataca el insomnio, y además de leerme hasta el prospecto de las aspirinas, me pego atracón de películas hasta el desmayo. La primera de esta tanda insomne es SEVENTH MOON, dirigida por Eduardo Sánchez, la mitad responsable de la famosa THE BLAIR WITCH PROJECT. Sin ser nada del otro jueves y retomando postulados de ese célebre referente, como que un 90% son escenas nocturnas, la sempiterna cámara con temblores tratando de imitar el rollete documental y un grano en la imagen más abundante que un risotto, la película me gustó. Exótica como pocas habreis visto este año, rodada íntegramente en China y con un argumento basado en una vieja leyenda local, SEVENTH MOON aguanta el tirón (a pesar de la epilepsia visual) precisamente por su minimalismo, su acertado tono realista y por un buen dibujo de personajes, que por una vez no se comportan como memos, en el que la pareja de recién casados protagonista invierte sus papeles: la chavala aquí es la arrojada y fuerte, el marido el débil, miedoso y llorón. A su favor también una buena planificación de la tensión y de lo sugerido por encima de lo explícito (nunca llegamos a ver del todo a los inquietantes demonios albinos) en esta película pequeña que logra con sencillez y pocos recursos su objetivo: acojonar un rato, que ya es mucho.

- Lo mejor: su implacable búsqueda de la tensión por encima de todo y su tratamiento visual tan realista y parco en recursos

- Lo peor: su tramposillo tramo final y el exagerado tembleque visual en algunos momentos

CABEZAS



 LESBIAN VAMPIRE KILLERS / Inglaterra / 2009
Tras las estupendas THE COTTAGE y I SELL THE DEAD, seguimos en las islas británicas con LESBIAN VAMPIRE KILLERS, zona de las europas que parece querer desbancar este año a Francia como último reducto militante del terror, aunque, curiosamente, todas estas son comedias. En este caso no hay mucho lugar para las sorpresas, de hecho, lo único que sorprende es la alarmante ausencia de sexo y sangre que uno podría esperar con semejante título... ¿o no? Siguiendo los pasos muy de cerca a la ya mítica SHAUN OF THE DEAD (ZOMBIES PARTY) en su planteamiento y ritmo, al menos al comienzo, LESBIAN VAMPIRE  KILLERS tiene la fortuna de tomar como referente puramente inglés a las deliciosas películas de la Hammer en el buen gusto de decorados y en la visualización de las vampiresas, de lo más clásico, sobra decir que con el tamiz postmoderno y descreído de las últimas comedias adolescentes (en la que los jovenzuelos sólo pensan en términos sexuales) y un ritmo incesante y alocado. Por lo tanto, que nadie le pida peras al olmo: el guión es simplón, las interpretaciones (sobre todo de las recauchutadas  féminas) lamentables, y todo depende de la conexión que se pueda tener con la inmisericorde avalancha de chistes y gags con los que, sin descanso, el bueno de Phil Claydon nos bombardea, algunos buenos, otros pésimos y unos pocos realmente tronchantes. No obstante, no hay motivo por el que uno no pueda disfrutar y divertirse con esta chorradita burlona disparada a velocidad de vértigo (no hay un segundo de descanso) a la que sólo se le puede achacar su falta de un tono más mordaz, sangriento, lascivo o canalla, más chicha y carne, porque al final acaba pareciendo uno de esos capítulos de Scooby-Doo con ambientación fantasmal, o sea, totalmente inane. Ay, si la hubiese pillado el amigo Jess Franco con un buen presupuesto...

- Lo mejor: su ritmazo y algunos gags muy graciosos (atentos a la última imagen antes de los créditos)

- Lo peor: es tan inofensiva como un peluche

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Para mí sorpresa, me acabo de percatar de que ya hay más de 80 películas comentadas por estos lares, así que he añadido un buscador a la derecha, por si a alguien le resulta útil para orientarse en el cementerio. Ale!

 THE HOUSE OF THE DEVIL / EEUU / 2009
Igual que hay directores de género muy infravalorados al que nadie hace ni puñetero caso, hay otros pululando por ahí que se llevan todo tipo de aplausos que escapan a mi comprensión. Por ejemplo Eli Roth con sus HOSTEL, películas mediodres donde las haya. O Ti West, cuya THE HOUSE OF THE DEVIL viene precedida por una más que favorable corriente de opinión allá donde se proyecta. Pues que me lo expliquen. Vale, como me adelantó Alexcore, que la película es una virguería respecto a su excelente ambientación ochentera en todos los detalles (música y créditos incluídos, jejeje), no lo discuto. Las interpretaciones están un poquito por encima de la media habitual de este tipo de productos (con cameo "ochentero" incluído de Dee Wallace, la mamá de Elliot en E.T, entre otras) y la factura general está bastante cuidada, pero... ¿qué pretende Ti West con la estructura de esta película, con su ritmo, con su apresurado tramo final? En el cine de terror los "tiempos muertos" son recursos muy útiles siempre que se sepan dosificar y estén pensados como una parte más del engranaje que debe llevar a la historia a una resolución lógica, a crear tensión y expectación, a dar un respiro al espectador o a explicarnos mejor a los personajes. Ejemplo satánico y magistral: LA SEMILLA DEL DIABLO, de Roman Polanski. Sin embargo, la primera hora y pico (repito amigos: hora y pico) de THE HOUSE OF THE DEVIL es un largo, interminable tiempo muerto sin sentido. El minimalismo es tal que el bueno de West rellena minutos y minutos de metraje en un desesperado intento de acumular tensión que resulta bastante inútil. Ya desde el comienzo, la obsesión por seguir a su protagonista Samantha en todas y cada una de sus (cotidianas) acciones es exagerada, pero cuando se planta en la famosa casa y se queda sola, la cosa sólo se puede calificar de enfermiza: vemos a Samantha ponerse cómoda, pedir una pizza, hablar con un pez en la pecera, abrir una puerta, encender una luz, ir a orinar, abrir otra puerta, ponerse los walkman, echarse un bailecito, jugar al billar, recostarse en el sillón, romper un jarrón, comerse la pizza, abrir otra puerta, caminar por el pasillo, asomarse a la ventana... No me entendais mal, está muy bien rodado e interpretado y hay cierto gusto por lo sutil y los detalles (y no llega a ser mortalmente aburrido, menos mal), pero sólo sería justificable si eso tuvise algún sentido, o si la resolución fuese algo realmente original o sorprendente... pero no lo es. Tras el esperado estacazo en la cabeza (que podría haberse producido media hora antes sin problemas), el tramo final no deja de ser un triste "más de lo mismo" versión secta satánica, exactamente lo que teneis en la cabeza pero mucho más urgente y apresurado de lo normal, tanto que sabe a poco, muy poco, sobre todo después de habernos tragado más de una hora de "tiempo muerto" sin justificación alguna. Supongo que Ti West se habrá quedado a gusto realizando este particular homenaje a un cine que sin duda le apasiona, pero descuida todo lo demás en un acto de onanismo fílmico que acaba cayendo en el vacío y estoy seguro que no soportaría un segundo visionado.

- Lo mejor: su perfecta y detallista recreación del ambiente de los ochenta
- Lo peor: eso no es suficiente para levantar una película, ni mucho menos

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 INGLOURIOUS BASTERDS / EEUU / 2009
Dirección y guión: Quentin Tarantino 
Producción: Lawrence Bender
Fotografía: Bob Richardson
Montaje: Sally Menke
Diseño de producción: David Wasco
Vestuario: Anna B. Sheppard
Interpretación: Brad Pitt (teniente Aldo Raine), Diane Kruger (Bridget von Hammersmark), Mélanie Laurent (Shosanna Dreyfus), Christoph Waltz (coronel Hans Landa), Michael Fassbender (Archie), Daniel Brühl (Frederick Zoller), Eli Roth (Donny), B.J. Novak (Smithson), Til Schweiger (Hugo Stiglitz), Gedeon Burkhard (Wilhelm Wicki), Julie Dreyfus (Francesca Mondino)



 Con la celeridad que me caracteriza, vamos con la última (y polémica) obra de Quentin Tarantino y... eh... ¿por dónde empiezo? Es curioso, porque quizás más que nunca en su carrera, esta película ha polarizado del todo las encendidas opiniones habituales que siempre aparecen cuando este hombre estrena: o la consideras una indiscutible obra maestra, la cima de su obra, o te parece un desastre absoluto, lo peor de su filmografía. No voy a negar que creo que la peli requiere una digestión larga y algo pesada, pero en esta ocasión (y ya sabeis que muchas veces el entusiasmo me puede) voy a intentar ser ecuánime: ni una cosa ni otra. Vamos por partes.



Para empezar, creo que el mayor enemigo de Tarantino empieza a ser él mismo: las expectativas que se crean a su alrededor a menudo son exageradas, y es posible que empiece a ser presa de su propio estilo. De ahí que las exigencias con su cine, lo que se espera de él, estén por las nubes y casi siempre vayan en una dirección muy concreta. Por su parte, parece que al bueno de Quentin esto se la sopla, hace lo que le viene en gana en cada ocasión, sólo así puedo explicar el principal escollo al que se tiene que enfrentar el espectador a la hora de encarar MALDITOS BASTARDOS: la constante frustración de las expectativas creadas, secuencia tras secuencia, puede hacer a más de uno desesperar. Por contrapartida, la sorpresa, por  lo inesperado del planteamiento, es continua. No es nuevo que Tarantino estructure una película a base de capítulos, pero nunca lo había hecho de forma tan radical, entendidos como partes practicamente independientes cuya unión con el resto es más bien escasa, por no decir arbitraria. No es nuevo que el tipo se explaye a gusto con sus aclamados diálogos, pero nunca había llegado a estos extremos minimalistas, vertebrando casi cada capítulo con una larguísima secuencia dialogada, secuencia que funciona, sobra decirlo, en función de la calidad del texto e interpretaciones. No es nuevo que Tarantino juegue a su antojo con los géneros cinematográficos, lo que es sorprendente es que los neutralice de una forma tan brutal, dinamitando  sus constantes hasta llegar casi al punto de la abstracción, a la creación del "género Tarantino" por encima de todas las cosas. Se mire por donde se mire, puro riesgo.



Así pues: ¿funciona MALDITOS BASTARDOS con esta arriesgada propuesta? A ratos. La película es tan monumental y excesiva en metraje que lograr la cuadratura del círculo hubiese sido tarea imposible. Además, el ego de Quentin es tan enorme que nos cuela aquí y allá secuencias y momentos que cualquiera  con dos dedos de frente hubiese desechado del montaje en un primer vistazo, a no ser qué tú seas su autor y pienses en tí mismo en términos de genialidad. Vamos por capítulos. El primero es, sencillamente, sensacional. Bien aprendida la lección de Sergio Leone, Tarantino se monta una minimalista secuencia en una granja al más puro estilo spaghetti-bélico cuyo pivote es una conversación de media hora alrededor de una mesa. Aparece Hans Landa, el "cazador de judíos" (memorable Christoph Waltz) y por el momento se lleva la película de calle. Una filigrana con un magistral uso del tempo y la tensión y un ajustadísimo diálogo, probablemente de lo mejor que ha escrito Tarantino. La cosa promete. Pasamos a los bastardos para descubrir algo sorprendente: en esta cinta, supuestamente bélica, las acciones militares están en off, apenas se vislumbran. Por lo tanto, no vemos a los bastardos en acción. Nada de "película de comandos con una peligrosa misión". Nos la han metido doblada. De nuevo, diálogo. Seguimos con un rollo spaghetti-belico, pero ahora en plan serie B. La presentación de los bastardos, genial. Brad Pitt como Aldo Raine, enorme. Una versión hilarante de un Hitler atacadísimo de los nervios irrumpe en la historia, muy divertido. Cuando finaliza el capítulo, un sólo pensamiento: me ha sabido a poco, quiero más bastardos,  verles en acción, que me cuenten su historia, quiero saber por qué Aldo tiene una cicatriz en el cuello y de dónde ha salido el "Oso Judío" y por qué está tan cabreado. Lamentablemente, eso quedará para una secuela o precuela, porque nada más vamos a saber al respecto. Una pena. Pasamos a terrenos urbanos de la Francia ocupada, y la película cambia de registro. La cosa se afrancesa del todo (y el listón de interés baja preocupantemente) y recuperamos dos personajes del capítulo inicial. Por si no había quedado claro, esta película trata sólo y exclusivamente sobre un tema: la venganza, obsesión particular de Tarantino desde los dos KILL BILL y DEATH PROOF. El cine como concepto, como arma (literal) aparece en primer plano, y Tarantino nos hace saber una y otra vez la de pelis que ha visto y lo versado que está en la materia, hasta el punto de colarnos secuencias absurdas como la protagonizada por Mike Meyers, el soldado crítico de cine y un improbable Churchill, totalmente prescindible, falta de ritmo y gracia y muy aburrida, un acto de onanismo injutificable que tendría que haber acabado en la papelera de la sala de montaje a la primera de cambio. Diez minutos perdidos. Retomamos el ambiente militar (que no bélico) para el siguiente capítulo: una excesiva y larguísima secuencia en un bar, un tour de force en la puesta en escena, una vez más minimalista, cuyo mayor problema es, otra vez, la desmesura de Tarantino. Los equívocos del idioma (alemán, inglés, francés) y el buen in-crescendo se ven lastrados por demasiado diálogo inútil entorpeciendo una secuencia que podría haber sido genial. Estallido de violencia final (muy bien rodado) para pasar al último tramo, quizás el más variado y variopinto de la función: la resolución de las dos venganzas. Esta es la parte de la película, digamos, más convencional. Varias tramas paralelas que confluyen en ese estreno al que acude la plana mayor del Reich, Hitler incluído. La presencia de los bastardos, haciéndose pasar por italianos, es tronchante (Brad Pitt está tremendo), y al cacao idiomático unimos el italiano. El atentado, y sus preliminares, son soberbios: momentazo íntimo bajo la voz de David Bowie y el posterior rostro de Shoshanna en la pantalla riendo mientras las llamas devoran la imagen y los nazis son acribillados, una imagen para el recuerdo. Giro de guión que incumbe al tremento Hans Landa (de lo mejor de la función, sin duda) y epílogo cachondo. Fin.



Si alguien esperaba una película bélica "de Tarantino" se habrá quedado con un palmo de narices. No lo es. Apenas hay un par de momentos de acción en dos horas y media. La guerra está escamoteada, siempre en off, porque a Tarantino le interesan otras cosas. MALDITOS BASTARDOS es más bien su venganza personal hacia la Historia usando la única arma que tiene en sus manos: el cine y su modo de entenderlo,  quizás algo frívolo o incluso un punto infantil, pero perfectamente válido. Excesiva e irregular, pero con momentos magistrales e interpretaciones sobresalientes, sobre la película pesa el nombre de su autor por encima de todas las cosas. Estoy seguro de que si hubiese estrenado con pseudónimo el punto de vista de mucha gente hacia la película habría cambiado, probablemente para mejor. Porque no nos engañemos: haga lo que haga, la nueva película de Quentin Tarantino siempre está entre lo destacable del año. ¿O no?



- Lo mejor: las partes buenas son magistrales, las interpretaciones también
- Lo peor: la tendencia al onanismo verbal sin control, la poca autocrítica de Tarantino con su propio trabajo y que los bastardos dejan con muchas ganas de más

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 THE COTTAGE / Inglaterra / 2008
Pues seguimos por las islas británicas y su particular modo de entender la comedia, o sea, con tonos muy muy negros. He leído algunos comentarios demoledores acerca de THE COTTAGE y, la verdad, ni los entiendo ni los comparto. ¿Sabeis esa reacción tan "nuestra" que es abrir los ojos como platos, soltar un sonoro ¡¡uaaaah!!, levantarse de la butaca/sillón y aplaudir ante una genial ocurrencia fílmica? Pues eso me ocurrió un par de veces en esta película, y amigos, eso es un lujazo en los tiempos que corren. Lo confieso: me lo pasé como un crío viendo THE COTTAGE, disfruté de lo lindo, me enajené, tiré la birra a la alfombra de una patada y hasta solté unas sonoras carcajadas a altas horas. Supongo que será cuestión de conexión con el particular humor de esta película, que llega a ser muy, muy, muy salvaje y gore. Donde otras pinchan, en lo más difícil a la hora de construir una buena comedia, en el timming, el ritmo de las secuencias, THE COTTAGE triunfa por todo lo alto y además planteando una vuelta de tuerca que supongo será muy indigesta para muchos espectadores y que no debo desvelar aquí ni por lo más remoto.  De hecho, si no sabeis nada de la película lo mejor es que os senteis a verla sin más, ni trailers ni zarandajas, me lo agradecereis. Sólo deciros que en THE COTTAGE hay un cambio de género (que no de registro, porque la mala baba no sólo se mantiene sino que se intensifica) hacia mitad de la película simplemente genial, sin perder en ningún momento el norte. Salvando las distancias, pensad en ABIERTO HASTA EL AMANECER y os hareis una idea de lo que hablo. Y poco más voy a comentar de esta pura diversión con orgullo de serie B perpetrada por Paul Andrew Williams. Sólo apuntar que las interpretaciones están a la altura de lo esperado, en especial las de los dos hermanos protagonistas (el cada vez mejor actor Andy Serkis y el desconocido Reece Shearsmith, ambos con una vis cómica de muchos quilates), que hay una kamikaze utilización de música clásica en la banda sonora y que, cuando llega la escabechina, la sangre trotona desbarra por doquier. Parafraseando una de las mejores frases de la peli... OH, THIS MUST BE A JOKE!. No os la perdais por nada del mundo.

- Lo mejor: es muy divertida y no se corta en ninguno de los palos que toca
- Lo peor: los puristas en general la van a odiar

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 I SELL THE DEAD / Irlanda / 2008
Tres asuntos hicieron que me fijase en esta película: mi adoración por Ron Perlman, mi curiosidad por Angus Scrimm (el mítico Hombre Alto de la saga PHANTASMA) y el intrigante poster promocional (¿zombies de época? ¿ein?). Después me entero de que la película es irlandesa (no yanqui como dicen por ahí), que es una comedia, y que su co-protagonista es el sueco Larry Fessenden, director de THE LAST WINTER. Desde luego, ingredientes más que suficientes para hincarle el diente, no me lo negareis. I SELL THE DEAD arranca con la confesión de un ladrón condenado a muerte (estupendo Dominic Monaghan) momentos antes de ser guillotinado. Su interlocutor, un enorme Ron Perlman que recupera los hábitos tras la lejana EL NOMBRE DE LA ROSA, le escucha con atención, y la película se estructura como un largo flashback que narra los pormenores de una excéntrica pareja de ladrones de tumba de poca monta, y las peripecias que les han llevado hasta la guillotina. Aunque en apariencia pueda parecer una mezcla indigesta, I SELL THE DEAD supone una auténtica rareza por la excentricidad de su planteamiento, su decidida apuesta por el humor negro (que gana en delirio según la película va avanzando y los elementos sobrenaturales empiezan a inundar la pantalla poco a poco) y su magnífico acabado a pesar de su, presupongo, ajustado presupuesto. Y es que la película de Glenn McQuaid, aún lejos de ser redonda, engancha porque tiene un encanto especial, un arriesgado y suculento festín para los devoradores de comics clásicos tipo Creepy con un agradable aroma de aventuras tipo La isla del tesoro (salvando las distancias) mezclado con las viejas comedias inglesas de la Ealing (aquellas con Peter Sellers y Alec Guiness) cuya única pega es, precisamente, su excesiva acumulación de elementos (algunas secuencias funcionan mucho mejor que otras) y su errático tramo central, lo que tampoco supone gran problema ya que la película sabe encauzarse de nuevo y concluir con una parte final tan gozosa como sorprendente y divertida. En fin, estoy seguro de que, aún con sus arritmias, si le dais una oportunidad I SELL THE DEAD os va a sorprender y la vais a disfrutar como enanos, yo ya le tengo un cariño especial. Además, su brillante conclusión y epílogo logra que el primer pensamiento que acude a la mente sea ¡segunda parte ya!. Os dejo con el trailer.

- Lo mejor: su original planteamiento, sus carismáticos protagonistas y el tramo final en la isla con los zombies
- Lo peor: su irregular parte central

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Como os comentaba justo abajo, aquí teneis el corto original de 9 de 2005, creado también por Shane Acker, en el que ya está plasmado todo el corpus conceptual de la película en unos asombrosos diez minutos. Cuatro años y medio de trabajo y un reducido y talentoso equipo creativo que consiguen esta extraña filigrana de colores terrosos e intensa tristeza. A disfrutar.