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FRANKLYN/Inglaterra/2008
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¿Franklyn?... 

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Más o menos este fue mi único pensamiento tras fundir a negro el último plano de FRANKLYN, ópera prima de un tal Gerald McMorrow, que viene a ser como una película que tiene los cordones desatados y se tropieza a sí misma durante todo el metraje, tanto que, a uno que ya le patinan las neuronas a fuerza de deglutir audiovisuales, sufrí ese curioso pensamiento que bascula entre "creo que no me he enterado de casi nada" y "pero qué rica está Eva Green". Decir que FRANKLYN es una película farragosa es ser un pedante con pintas. Decir que es de honda complejidad es para que le arrojen por la ladera emplumado en brea. FRANKLYN es un puto lío que tira por la borda tanto la coherencia como, y esto es mucho más peligroso, la posible inteligibilidad del discurso. Efectivamente, FRANKLYN es una película bastante incomprensible, uno de esos casos en el que el todo resulta mucho menos gratificante que la suma de sus partes. Sí, ya sé que el propio comentario me está saliendo un tanto obtuso, pero... ¿por dónde comienzo a desgranar la madeja? Pues, para empezar, durante muchos, muchos minutos, se nos cuentan cuatro historias que avanzan en paralelo sin ninguna conexión aparente entre ellas: la de la muchacha autodestructiva con ínfulas de videoartista, la del chaval plantado en el altar que se reencuentra con una "amiga imaginaria" de la infancia, la del padre en búsqueda de su hijo desaparecido... Lo jodido es que la esencia individual de cada una, además, discurre por el cripticismo más total: no sabemos qué está pasando en realidad en ninguna de ellas, mucho menos su relación con las demás, y aún menos con otra que... ¡ocurre en una especie de universo paralelo neogótico stampunk!. Pozi Amparo, la cosa es como una marabunta de enigmas solapados, medio guiados por un personaje enmascarado (trasunto del Rorschach de WATCHMEN) que no para de hacer discursos en off tocando temas todos ellos trascendentes: la fe, el concepto de realidad, el totalitarismo, la soledad, la alienación y la ausencia de padre, madre y perrito que le ladre, todo ello paseando por un universo híbrido entre el BRAZIL de Terry Gilliam y el DARK CITY de Alex Proyas, con un notable trabajo de diseño y escenografía, eso sí. No digo yo que la premisa no tenga su punto, ni mucho menos. Hay destellos interesantes aquí y allá, los ingredientes a veces son sabrosos, pero el potaje resultante es harto indigesto: por exceso de seriedad, exceso de confusión y un tosco trabajo de masilla unificadora, mayormente. Ni siquiera su tramo final, quizás el más fino y enhebrado de toda la peli, el más potente (pero hay que llegar a él, ojo) consigue pulir lo suficiente lo arisco del conjunto, pues la presumible conexión entre todo resulta muy arbitraria. Ni siquiera una muy potente Eva Green, puro carisma, logra definir uno de esos personajes que es dificir asirlos, empatizarlos. Ni siquiera el deslumbrante diseño de producción logra acaparar la atención por lo fragmentario de la narración. Y es una pena, porque estoy seguro de que el tal McMorrow tiene ojo para esto del cine, simplemente ha tratado de abarcar demasiado con pretensiones muy elevadas. Podeis probarla amigos. Quizás podais sacarle más jugo que yo a esta errática marcianada.

- Lo mejor: los aislados destellos de buen cine

- Lo peor: mayormente incomprensible... y ¿quién coño es Franklyn?

  CABEZAS



1 vituperios:

dvd dijo...

... mismo sentimiento, misma conclusión...
A mí se me pareció mucho a V DE VENDETTA, pero peor todavía...
Francamente, me importa un bledo quién era Franklyn...
Un saludo...