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Retomo la entrañable sección de Incunables y la mezclo con un breve Informe para ventilarme un comentario a cerca de una de las trilogías de ciencia-ficción más deliciosas de la historia del cine: el tríptico del doctor Quatermass producido por la mítica factoría inglesa Hammer entre las décadas de los 50 y los 60.


  EL EXPERIMENTO DEL DOCTOR QUATERMASS de Val Guest (1955)

Aunque la Hammer ya tenía un historial de 20 años realizando policiacos y comedietas de baja estofa para públicos poco exigentes, éste es su primer gran éxito de público y crítica, el título que puso a la productora inglesa en el candelero y la película que empezó a configurar su merecida fama como La Casa Del Terror. Tras comprar los derechos de un célebre serial radiofónico, recultan al eficaz artesano Val Guest para la dirección y le rodean de algunos de los jóvenes talentos que más tarde se convertirían en parte del "nucleo duro" de la empresa: Lester Bowie a los efectos especiales y James Bernard a la música. EL EXPERIMENTO DEL DOCTOR QUATERMASS supone la presentación del homónimo personaje, un huraño, malencarado y antipático doctor en ciencias físicas que se dedica, muy a su pesar, a luchar contra variadas invasiones alienígenas  (una distinta en cada entrega) que insisten en asolar distintos parajes de la campiña inglesa, e incluso en destruir la mismísima London City. Supone también una especie de reacción a todo ese cine de género yanqui que inundó las pantallas durante los años 50 a base de platillos volantes de juguete y psicotrónicos  invasores verdes de cartón piedra en plena Guerra Fría. En la trilogía de Quatermass no hay ovnis como tales, y los extraterrestres son cualquier cosa menos hombrecillos verdes. Una vuelta de tuerca que mezcla ciencia avanzada (que hoy nos parece descacharrante, ¡esos diseños!) con terror cósmico y unos toques de cine de acción conspiranoico, un cocktail que visto hoy día resulta de lo más moderno y refrescante.

En esta primera parte, un cohete (el experimento al que alude el título, sacado de un tebeo de Tintín) regresa a la Tierra tras su periplo espacial más allá de nuestra galaxia. De sus tres tripulantes, dos se han convertido en pedacitos de gelatina, y el único superviviente se encuentra en una especie de estado catatónico, vive en un mundo de tinieblas mientras su cuerpo está mutando en algo asqueroso. Se ha traido "algo" del espacio exterior dentro de sí. El pobre incauto, cansado de los manoseos médicos, escapa del hospital con ayuda de su novia, que se muere del susto cuando descubre que su brazo derecho se ha convertido en una especie de masa musgosa, razón de más para una ruptura sentimental. Mientras, en bueno de Quatermass, interpretado por Brian Donlevy, un retaco cuadrado que no se quita la gabardina ni muerto, entra y sale de los decorados a toda velocidad, discute con todo el mundo y demuestra una hiperactividad más propia de un cartoon que de un prejubilado como él. Finalmente, el astronauta, que ahora es una cosa informe que repta por muros de diez metros y asusta a borrachinas sin techo, decide que si ha de morir lo mejor es terminar sus días electrocutado en la abadía de Westminster,  marco incomparable que sin embargo es visualizado con  un lamentable pulpo de goma subido a un andamio. A pesar de sus carencias presupuestarias y un monstruo final más que penoso, la película tiene un montón de hallazgos que se han repetido hasta la saciedad en el cine de ciencia-ficción y que siguen siendo tan disfrutables hoy como el primer día. De ritmo trepidante (su primera media hora es rapídisima), condensa en apenas 78 minutos una nueva forma de encarar el género, de un modo más serio, abstracto y terrorífico que sus contemporáneos norteamericanos, jugando con la psicología de masas y el suspense y regalándonos un personaje ya icónico en la historia del género.

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  QUATERMASS 2 de Val Guest (1957)

Tras el tremendo éxito, y porque la Hammer siempre ha sabido exprimir el limón como nadie, en dos años la productora ya tenía en circulación una segunda parte, además de una especie de auto plagio (X-THE UNKNOWN) en verdad lamentable en el que no merece la pena gastar dos palabras. Con el mismo equipo técnico que la primera, QUATERMASS 2 arranca otra vez a toda castaña, con una pareja huyendo en coche por la campiña inglesa. A él un meteorito le impactado en la jeta, literalmente, y le ha dejado una extraña marca, como una quemadura en forma de V. Quatermass, que pasaba por allí, empieza a mosquearse con el asunto, y en seguida descubre que cerca hay una especie de complejo militar secreto que, para más inri, es una copia de un proyecto propio de una base lunar que fue rechazado por el congreso, y es que Quatermass no pierde el tiempo, amigos. A su colega unos militares con mascarilla le parten la cara y se lo llevan, por curioso, pero él, que sigue siendo un armario de dos puertas, consigue huir. A partir de aquí, un puro delirio conspiranoico en el que el buen doctor se pelea, con su habitual mala leche y determinación, con todos los estamentos posibles: policía, congresistas, científicos, militares... dispuesto a desenmascarar una sucia trama gubernamental en la que nada es lo que parece. Mientras, los hombres "marcados" por la misteriosa quemadura se multiplican, y dejan de ser ellos y se convierten en especie de zombies autómatas que sólo responden a una directriz (¿os suena?). A la vez, la lluvia de pequeños meteoritos asola la zona. Aunque todo el mundo le saca una cabeza de estatura, Quatermass logra colarse disfrazado en la instalación para descubrir que lo que hacen allí no es trigo limpio, y que hay algo en unas bóvedas que está siendo alimentado, algo... que no es de este mundo. Dicho y hecho, Quatermass, que además de animadversión por los monstruos espaciales tiene dotes de mando, logra organizar una guerrilla y atrincherarse en una de las salas mientras planea un modo de asfixiar a la "cosa" suministrando oxígeno por unas tuberías, pero la "cosa" es más lista de lo que parece, y bloquea el suministro con los cadáveres de algunos guerrilleros. Mal hecho. Quatermass se termina de encabronar, lo manda todo al carajo y ordena lanzar una bomba nuclear al asteroide de origen de los aliens. Él es así. Sin ambargo, las masas informes como montañas se liberan de las bóvedas con su aspecto vagamente lovecraftiano, y comienzan a pisar maquetas y destruirlo todo, en plan Godzilla, aunque el arrebato les dura poco...

Tan vibrante o más que la primera, esta vez la invasión se planea a gran escala, y Quatermass es más resolutivo e hiperactivo que nunca, protagonizando además unas divertidas secuencias de acción metralleta en mano. Toda la trama en la base extraterrestre (en realidad una factoría petrolífera de la Shell) es de lo más entretenida,  mucho más espectacular, y al fin los monstruos finales cumplen, siguiendo la máxima de cualquier secuela: ofrecer más de todo. QUATERMASS 2 fue un nuevo éxito de taquilla, y otra vez una influencia más que notable para muchas películas venideras, pero tuvieron que pasar 10 años para que la trilogía tuviese su merecida y aplaudida conclusión.

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  ¿QUÉ SUCEDIÓ ENTONCES? (QUATERMASS AND THE PIT) de Roy Ward Baker (1967)

Cuando la saga estaba casi olvidada, cambio de tercio. Roy Ward Baker arranca su colaboración con la casa sustituyendo a Guest en las labores de dirección, y Andrew Keir encarna a Quatermass en lugar del mazacote de Brian Donlevy. Además, el pulcro blanco y negro de las dos precedentes se sustituye por un hermoso tratamiento del color en tonos ocres, marca de la casa, un evidente aumento presupuestario y sobre todo, una trama diabólica y compleja con las insinuaciones y lecturas más divertidas e impactantes de la serie. Mi preferida. Una ampliación en las obras del metro de Londres en la estación de Hobbs End (nombre que tomó John Carpenter a modo de homenaje para el pueblo de EN LA BOCA DEL MIEDO) deja al descubierto unos fósiles humanoides que datan de hace 5 millones de años. Junto a los huesos aparece un extraño objeto metálico de origen desconocido. Quatermass ya ha metido su hocico en el asunto, pero los militares no tardan en tomar las riendas: creen que el dichoso artefacto es una bomba V2 de los nazis que no estalló. Craso error. Quatermass, que sabe mucho de estos asuntos, hace camarilla con un paleontólogo y su maciza ayudanta (estupenda Barbara Shelley, una de las más célebres hammerets) para descubrir que el artefacto, más bien una astronave, lleva enterrada ahí el mismo tiempo que los fósiles. El chisme está hecho de una aleación desconocida, es imposible de perforar e irradia una extraña fuerza magnética que vuelve tarumba al personal a su alrededor. Los militares, bastante obtusos, insisten en mantener su teoría, pero Quatermass va por libre y le ha dicho a la prensa lo que opina del asunto. Él es así. Una vez más, el buen doctor se enfrenta al estamento militar  a gritos, aunque la interpretación de Keir es mucho más mesurada y sutil, dotando al personaje de un plus de emotividad y fragilidad emocionante. Finalmente la nave se abre por sí sola, y, como la Caja de Pandora, la cosa se empieza a descontrolar...


Aunque el primer tercio de la peli es un tanto plomizo, rodado casi exclusivamente en un solo decorado (la excavación en el metro), la cosa no tarda en animarse y desplegar todo su potencial. Sólo deciros que la teoría acerca de la invasión alienígena (más bien una invasión "por poderes") es tremendamente original y sugestiva, mezclando mutaciones genéticas, lecturas cerebrales, psicología freudiana, esoterismo y control de masas al estilo nazi, y su conclusión una divertida blasfemia: el ser humano no es hijo de Dios, sino del mismísimo Diablo. Su parte final, una auténtico apocalipsis de cartón piedra en pleno Londres sobre el que gravita una deidad extraterrestre de claros aromas lovecraftianos ha pasado a la historia e influído a un montón de films posteriores, con un desolador plano fijo de los dos únicos supervivientes durante los créditos finales simplemente memorable. Todas editadas recientemente en DVD en España, así que no teneis excusa para no disfrutar de este festín de pura y encantadora ciencia-ficción artesanal, y de paso descubrir los auténticos orígenes de algunos de los conceptos e imágenes que el cine de género lleva manoseando desde hace décadas.

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