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 THE DESCENT 2/Inglaterra/2009
Pues regresamos al s.XXI con la secuela de una de las películas de terror puro más impactantes de los últimos años, seguro que más de uno por estos lares estaría de acuerdo con tal afirmación, ¿me equivoco?. THE DESCENT fue una angustiosa pieza de orfebrería visual que llevó el término "claustrofobia" a un nivel superior, una asfixia física (y existencial) que uno podía sentir incluso despanzurrado en la comodidad de su sillón favorito. Todo un alarde de creación de suspense y tensión con muy pocos elementos que el bueno de Neil Marshall probablemente no vuelva a repetir, uno de los ejemplos palmarios de que, mientras todo el mundo estaba mirando a los salvajes franceses, en las islas británicas algo se estaba cociendo. La inevitable secuela llega cuatro años después. ¿Aporta algo THE DESCENT: PART 2  a los logros de la primera? Absolutamente nada. ¿Es un desastre de película? No, tampoco es eso. La secuela de Jon Harris acaba dando lo que promete: más, más y más, pero no necesariamente mejor. Si una de las sorpresas de la original era su perfecto, calculado ritmo interno y lo sugerido frente a lo explícito, aquí las sutilezas se dejan para otra ocasión. Incluso la estimulante premisa original y su gran diseño de personajes, más complejo de lo que parece a primera vista (yo incluso tengo una delirante teoría al respecto, en la que los monstruos no existen, jajaja) se dejan en la cuneta. La excusa para la incursión de la pobre Sarah de nuevo en las cuevas es de lo más pueril,  precipitada y facilona, y de paso se carga de un plumazo la inquietante ambigüedad de la primera parte. La mayoría de los personajes llevan la etiqueta "carnaza" grabada en la frente, y su escabechina no me duele, me resulta indiferente, son peleles. No hay progresión dramática, sino una sucesión de secuencias, eso sí, generosas en sangre y heces (asquerosa la secuencia de la fosa séptica, jejeje). Esa atmósfera angustiosa, oscura y opresiva apenas se intuye, el cartón piedra a veces canta demasiado, y tengo la sensación de que hay demasiada luz en estas nuevas profundidades. Sin embargo, la peli funciona muy bien como lo que es: un divertimento insustancial sólo apto para degustadores del género como nosotros, bien rodado, con ritmo y set-pieces muy conseguidas, que se beneficia además de buenos f/x y de un final bastante molón, pero nada más. Su comparación con la maravilla de Neil Marshall es cruel. No hay más cera que la que arde.

- Lo mejor: se deja ver, es correcta, entretenida

- Lo peor: no aporta nada desde ningún punto de vista, la olvidaremos pronto

  CABEZAS


Retomo la entrañable sección de Incunables y la mezclo con un breve Informe para ventilarme un comentario a cerca de una de las trilogías de ciencia-ficción más deliciosas de la historia del cine: el tríptico del doctor Quatermass producido por la mítica factoría inglesa Hammer entre las décadas de los 50 y los 60.


  EL EXPERIMENTO DEL DOCTOR QUATERMASS de Val Guest (1955)

Aunque la Hammer ya tenía un historial de 20 años realizando policiacos y comedietas de baja estofa para públicos poco exigentes, éste es su primer gran éxito de público y crítica, el título que puso a la productora inglesa en el candelero y la película que empezó a configurar su merecida fama como La Casa Del Terror. Tras comprar los derechos de un célebre serial radiofónico, recultan al eficaz artesano Val Guest para la dirección y le rodean de algunos de los jóvenes talentos que más tarde se convertirían en parte del "nucleo duro" de la empresa: Lester Bowie a los efectos especiales y James Bernard a la música. EL EXPERIMENTO DEL DOCTOR QUATERMASS supone la presentación del homónimo personaje, un huraño, malencarado y antipático doctor en ciencias físicas que se dedica, muy a su pesar, a luchar contra variadas invasiones alienígenas  (una distinta en cada entrega) que insisten en asolar distintos parajes de la campiña inglesa, e incluso en destruir la mismísima London City. Supone también una especie de reacción a todo ese cine de género yanqui que inundó las pantallas durante los años 50 a base de platillos volantes de juguete y psicotrónicos  invasores verdes de cartón piedra en plena Guerra Fría. En la trilogía de Quatermass no hay ovnis como tales, y los extraterrestres son cualquier cosa menos hombrecillos verdes. Una vuelta de tuerca que mezcla ciencia avanzada (que hoy nos parece descacharrante, ¡esos diseños!) con terror cósmico y unos toques de cine de acción conspiranoico, un cocktail que visto hoy día resulta de lo más moderno y refrescante.

En esta primera parte, un cohete (el experimento al que alude el título, sacado de un tebeo de Tintín) regresa a la Tierra tras su periplo espacial más allá de nuestra galaxia. De sus tres tripulantes, dos se han convertido en pedacitos de gelatina, y el único superviviente se encuentra en una especie de estado catatónico, vive en un mundo de tinieblas mientras su cuerpo está mutando en algo asqueroso. Se ha traido "algo" del espacio exterior dentro de sí. El pobre incauto, cansado de los manoseos médicos, escapa del hospital con ayuda de su novia, que se muere del susto cuando descubre que su brazo derecho se ha convertido en una especie de masa musgosa, razón de más para una ruptura sentimental. Mientras, en bueno de Quatermass, interpretado por Brian Donlevy, un retaco cuadrado que no se quita la gabardina ni muerto, entra y sale de los decorados a toda velocidad, discute con todo el mundo y demuestra una hiperactividad más propia de un cartoon que de un prejubilado como él. Finalmente, el astronauta, que ahora es una cosa informe que repta por muros de diez metros y asusta a borrachinas sin techo, decide que si ha de morir lo mejor es terminar sus días electrocutado en la abadía de Westminster,  marco incomparable que sin embargo es visualizado con  un lamentable pulpo de goma subido a un andamio. A pesar de sus carencias presupuestarias y un monstruo final más que penoso, la película tiene un montón de hallazgos que se han repetido hasta la saciedad en el cine de ciencia-ficción y que siguen siendo tan disfrutables hoy como el primer día. De ritmo trepidante (su primera media hora es rapídisima), condensa en apenas 78 minutos una nueva forma de encarar el género, de un modo más serio, abstracto y terrorífico que sus contemporáneos norteamericanos, jugando con la psicología de masas y el suspense y regalándonos un personaje ya icónico en la historia del género.

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  QUATERMASS 2 de Val Guest (1957)

Tras el tremendo éxito, y porque la Hammer siempre ha sabido exprimir el limón como nadie, en dos años la productora ya tenía en circulación una segunda parte, además de una especie de auto plagio (X-THE UNKNOWN) en verdad lamentable en el que no merece la pena gastar dos palabras. Con el mismo equipo técnico que la primera, QUATERMASS 2 arranca otra vez a toda castaña, con una pareja huyendo en coche por la campiña inglesa. A él un meteorito le impactado en la jeta, literalmente, y le ha dejado una extraña marca, como una quemadura en forma de V. Quatermass, que pasaba por allí, empieza a mosquearse con el asunto, y en seguida descubre que cerca hay una especie de complejo militar secreto que, para más inri, es una copia de un proyecto propio de una base lunar que fue rechazado por el congreso, y es que Quatermass no pierde el tiempo, amigos. A su colega unos militares con mascarilla le parten la cara y se lo llevan, por curioso, pero él, que sigue siendo un armario de dos puertas, consigue huir. A partir de aquí, un puro delirio conspiranoico en el que el buen doctor se pelea, con su habitual mala leche y determinación, con todos los estamentos posibles: policía, congresistas, científicos, militares... dispuesto a desenmascarar una sucia trama gubernamental en la que nada es lo que parece. Mientras, los hombres "marcados" por la misteriosa quemadura se multiplican, y dejan de ser ellos y se convierten en especie de zombies autómatas que sólo responden a una directriz (¿os suena?). A la vez, la lluvia de pequeños meteoritos asola la zona. Aunque todo el mundo le saca una cabeza de estatura, Quatermass logra colarse disfrazado en la instalación para descubrir que lo que hacen allí no es trigo limpio, y que hay algo en unas bóvedas que está siendo alimentado, algo... que no es de este mundo. Dicho y hecho, Quatermass, que además de animadversión por los monstruos espaciales tiene dotes de mando, logra organizar una guerrilla y atrincherarse en una de las salas mientras planea un modo de asfixiar a la "cosa" suministrando oxígeno por unas tuberías, pero la "cosa" es más lista de lo que parece, y bloquea el suministro con los cadáveres de algunos guerrilleros. Mal hecho. Quatermass se termina de encabronar, lo manda todo al carajo y ordena lanzar una bomba nuclear al asteroide de origen de los aliens. Él es así. Sin ambargo, las masas informes como montañas se liberan de las bóvedas con su aspecto vagamente lovecraftiano, y comienzan a pisar maquetas y destruirlo todo, en plan Godzilla, aunque el arrebato les dura poco...

Tan vibrante o más que la primera, esta vez la invasión se planea a gran escala, y Quatermass es más resolutivo e hiperactivo que nunca, protagonizando además unas divertidas secuencias de acción metralleta en mano. Toda la trama en la base extraterrestre (en realidad una factoría petrolífera de la Shell) es de lo más entretenida,  mucho más espectacular, y al fin los monstruos finales cumplen, siguiendo la máxima de cualquier secuela: ofrecer más de todo. QUATERMASS 2 fue un nuevo éxito de taquilla, y otra vez una influencia más que notable para muchas películas venideras, pero tuvieron que pasar 10 años para que la trilogía tuviese su merecida y aplaudida conclusión.

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  ¿QUÉ SUCEDIÓ ENTONCES? (QUATERMASS AND THE PIT) de Roy Ward Baker (1967)

Cuando la saga estaba casi olvidada, cambio de tercio. Roy Ward Baker arranca su colaboración con la casa sustituyendo a Guest en las labores de dirección, y Andrew Keir encarna a Quatermass en lugar del mazacote de Brian Donlevy. Además, el pulcro blanco y negro de las dos precedentes se sustituye por un hermoso tratamiento del color en tonos ocres, marca de la casa, un evidente aumento presupuestario y sobre todo, una trama diabólica y compleja con las insinuaciones y lecturas más divertidas e impactantes de la serie. Mi preferida. Una ampliación en las obras del metro de Londres en la estación de Hobbs End (nombre que tomó John Carpenter a modo de homenaje para el pueblo de EN LA BOCA DEL MIEDO) deja al descubierto unos fósiles humanoides que datan de hace 5 millones de años. Junto a los huesos aparece un extraño objeto metálico de origen desconocido. Quatermass ya ha metido su hocico en el asunto, pero los militares no tardan en tomar las riendas: creen que el dichoso artefacto es una bomba V2 de los nazis que no estalló. Craso error. Quatermass, que sabe mucho de estos asuntos, hace camarilla con un paleontólogo y su maciza ayudanta (estupenda Barbara Shelley, una de las más célebres hammerets) para descubrir que el artefacto, más bien una astronave, lleva enterrada ahí el mismo tiempo que los fósiles. El chisme está hecho de una aleación desconocida, es imposible de perforar e irradia una extraña fuerza magnética que vuelve tarumba al personal a su alrededor. Los militares, bastante obtusos, insisten en mantener su teoría, pero Quatermass va por libre y le ha dicho a la prensa lo que opina del asunto. Él es así. Una vez más, el buen doctor se enfrenta al estamento militar  a gritos, aunque la interpretación de Keir es mucho más mesurada y sutil, dotando al personaje de un plus de emotividad y fragilidad emocionante. Finalmente la nave se abre por sí sola, y, como la Caja de Pandora, la cosa se empieza a descontrolar...


Aunque el primer tercio de la peli es un tanto plomizo, rodado casi exclusivamente en un solo decorado (la excavación en el metro), la cosa no tarda en animarse y desplegar todo su potencial. Sólo deciros que la teoría acerca de la invasión alienígena (más bien una invasión "por poderes") es tremendamente original y sugestiva, mezclando mutaciones genéticas, lecturas cerebrales, psicología freudiana, esoterismo y control de masas al estilo nazi, y su conclusión una divertida blasfemia: el ser humano no es hijo de Dios, sino del mismísimo Diablo. Su parte final, una auténtico apocalipsis de cartón piedra en pleno Londres sobre el que gravita una deidad extraterrestre de claros aromas lovecraftianos ha pasado a la historia e influído a un montón de films posteriores, con un desolador plano fijo de los dos únicos supervivientes durante los créditos finales simplemente memorable. Todas editadas recientemente en DVD en España, así que no teneis excusa para no disfrutar de este festín de pura y encantadora ciencia-ficción artesanal, y de paso descubrir los auténticos orígenes de algunos de los conceptos e imágenes que el cine de género lleva manoseando desde hace décadas.

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SHUTTER ISLAND / EEUU / 2010
Dirección: Martin Scorsese
Guión: Laeta Kalogridis; basado en la novela de Dennis Lehane 
Producción: Mike Medavoy, Bradley J. Fischer y Martin Scorsese
Fotografía: Robert Richardson
Montaje: Thelma Schoonmaker
Diseño de producción: Dante Ferretti
Vestuario: Sandy Powell
Interpretación: Leonardo DiCaprio (Teddy Daniels), Mark Ruffalo (Chuck Aule), Ben Kingsley (Dr. John Cawley), Michelle Williams (Dolores Chanal), Patricia Clarkson (Rachel), Max Von Sydow (Dr. Naehring), Jackie Earle Haley (George), Emily Mortimer (Rachel)


Una semanita ha esperado su turno la nueva película de Martin Scorsese en la recámara de Sesión Golfa, el tiempo que han necesitado mis neuronas para poder escudriñar los cientos de vericuetos creativos y narrativos de SHUTTER ISLAND, una peli que me sugiere más preguntas que respuestas me ofrece, a muchos niveles.  Una para empezar: Scorsese es un clásico moderno, todos conocemos en mayor o menor medida su filmografía, y algunas sus imágenes ya forman parte de nuestra formación cultural, de nuestra vida, así que me pregunto hasta qué punto puede influir su propio nombre a la hora de comentar una película tan peculiar como SHUTTER ISLAND. ¿Mi percepción de la película sería distinta si no supiese nada de ella, si no tuviese acceso a los créditos, si el nombre de su director fuese invisible? Segunda cuestión: ¿es SHUTTER ISLAND una peli de género o una peli de autor? ¿O más bien las dos cosas? Y por último y más importante: ¿es SHUTTER ISLAND una buena película?


Mi impresión inicial nada más terminar la proyección: ésta es una de esas pelis que a priori no admiten medias tintas, o entras en el juego y la disfrutas como un enano o te parece una soberana tomadura de pelo, cualquiera de las dos opciones son legítimas y perfectamente viables. Desde la primera imagen que vemos (creo que definitoria del sentido de toda la película, un barco emergiendo entre una densa bruma gris) la sensación de extrañeza se apodera de los sentidos. En pocos minutos ya estamos metidos en harina: esto es un thriller con todas las de la ley, un auténtico film noir ambientado en los años 50, una historia de tintes clásicos que trata de aclarar una desaparición. Dos detectives, un misterio y un espacio físico (y metafórico) que resulta impactante e imponente: una prisión de máxima seguridad aislada en una isla cuyos presos son enfermos mentales. Ahí es nada. A partir de ahí, una diabólica tela de araña que se va desplegando poco a poco mientras acompañamos al detective Teddy Daniels en sus pesquisas, una historia que se retuerce sobre sí misma hasta mutar el sentido de la realidad del protagonista y del espectador mismo y convertir la película en otra cosa, y perdonad que sea tan críptico pero os tengo mucha estima y a nivel argumental aquí me debo plantar. Me lo agradecereis.

SHUTTER ISLAND es una película que requiere una especial atención a los detalles, a todo lo que vemos y oímos. Mientras el viejo zorro neoyorquino nos lleva de la mano a través de la apasionante investigación y uno se dedica a atar cabos argumentales, absorto, resulta que incrustados en cada secuencia, en cada plano, hay detalles casi subliminales que van cargando la peli de un sentido que la hace trascender y redirigirla sin prisa  pero sin pausa a otro nivel de narración que, como es de suponer, implosiona en el tramo final de la película y la transforma. Scorsese, genio y figura, utiliza a su antojo sus géneros preferidos y va punteando este thriller  tan modélico como marciano con secuencias que se deslizan hacia otros sabores: el melodrama, pequeños toques bélicos, momentos oníricos y surrealistas y, ovación amigos... ¡cine de terror!. Pues sí, al menos dos secuencias completas (la del cementerio, de un gótico desaforado, y la del módulo C, puro horror expresionista) mezclan con temple los aromas del thriller (del que nunca se huye del todo) hacia un cine de género que, para sorpresa de un servidor, ya me hace desear una peli de terror del bueno de Martin. De hecho, ese aire enrarecido, sórdido y tormentoso, como de constante peligro inminente que rodea a toda la película, me hace pensar si, en realidad, no estamos más bien ante una muestra de terror psicológico disfrazada de thriller. Como os dije, muchas preguntas en el aire... Se ha comentado mucho también del preciso toque hitchcockiano de la peli, y lo cierto es que es algo difícil de rebatir. Hitchcock, el más oscuro e inquietante (VÉRTIGO o RECUERDA, quizás, y también LOS PÁJAROS) sobrevuela sobre SHUTTER ISLAND como una sombra alargada, sin duda un pequeño placer que se da a sí mismo un tipo tan cinéfilo como Scorsese. Me pregunto qué habría hecho Brian De Palma con semejante material... ¿dónde te escondes, Brian?. Pero no sólo Hitchcock, también obras maestras del cine negro clásico como LAURA o CORREDOR SIN RETORNO, de Samuel Fuller, están por aquí en mayor o menor medida, al igual que otros grandes de la serie B. Un homenaje soterrado que, en manos de cualquier otro, probablemente sería simple plagio.


El meollo de la cuestión, quizás, sean los polémicos momentos oníricos. Ejerciendo de orfebre, Scorsese engarza la trama con secuencias soñadas por Teddy Daniels, estallidos del subconsciente en los que, obviamente, se agazapan algunas de las claves de la película. Lo genial del asunto es que estas piezas (algunas de ellas bellísimas) no se aislan del conjunto, sino que más bien lo van fagocitando hasta trastornar la regla universal del cine: el punto de vista. No es que el punto de vista cambie de un personaje a otro, es que la propia naturaleza del mismo se transforma: lo que comienza siendo un relato objetivo muta en una subjetividad paranoica poco a poco hasta llegar a ese punto que suele poner nervioso a buena parte de la platea: "coño, ¿lo que estoy viendo es real o imaginario?". Desde los tiempos de la olvidada AL LÍMITE, con Nicholas Cage de conductor de ambulancias (peli a reivindicar pero ya), Scorsese no había hecho uso del delirio con una firmeza y convicción tan potente, y ese es precisamente el único escollo al que se tiene que enrentar el espectador, al que Scorsese, desde el principio, le ha planteado una cuestión básica: "¿juegas o no juegas?". Si la respuesta el afirmativa, vas a disfrutar mucho. Si tu cerebro se resiste, la película se te desmorona como un castillo de naipes.

Vamos con la estrella de la función. Siempre he pensado que el peor enemigo de Leonardo Di Caprio es su propia jeta de eterno jovenzuelo. Aprecio sus esfuerzos por salirse del canon, especialmente con su ya dilatada alianza con Scorsese (con la excepción de su inverosímil personaje para GANGS OF NEW YORK, que me destrozó la peli por sí solo), pero no he acabado de tragármelo en sus papeles adultos hasta SHUTTER ISLAND. Aquí sí. Di Caprio lidia con el personaje más difícil y complejo de su carrera, y no me queda otra que quitarme el sombrero ante un trabajo tan currado, sutil y entregado. El plantel que le rodea (pues su personaje es el prota absoluto de la función) está a la altura, lanzando constantes guiños al espectador en ese subtexto escondido que os comentaba. Desde los psiquiatras interpretados por Ben Kingsley y Max Von Sydow (eso es ir sobre seguro, qué cracks) hasta el personaje de Chuck, el compañero de Daniels, encarnado por Mark Ruffalo, un secundario sólo en apariencia anodino.


Si algo puede resumir una peli tan compleja y apasionante como SHUTTER ISLAND quizás sea la completa, redonda ambivalencia de su final. Cuando creemos que ya está todo el pescado vendido, el cabrón del italoamericano nos regala una última secuencia que retuerce la función en un nudo final, y con un ultimísimo plano que consigue, por sí solo, elevar a la película hasta una ambigüedad casi perfecta, dejando al espectador entre noqueado y desnortado. Si tienes a alguien al lado, sólo te hará falta mirarle la cara, pues lo más probable es que los dos tengais dos versiones distintas de la peli, y lo más cojonudo es que ambas pueden ser válidas. A la postre, SHUTTER ISLAND me ha parecido un auténtico y genuino divertimento cinéfilo de Martin Scorsese. Un artefacto que juguetea sin compasión con los géneros y las espectativas del espectador, una película que transpira pasión por el cine, una joya (otra más) en la filmografía del maestro, que será considerada como una "obra menor" pero que en mi opinión resulta mucho más estimulante y apasionante que sus últimas pelis, en las que la palabra "riesgo" parecía haber sido borrada del diccionario personal del director. Además, tengo la intuición de que SHUTTER ISLAND ganará con el tiempo, y soportará como una campeona la dura prueba del segundo visionado, algo en lo que la mayoría de su estilo suelen fracasar estrepitosamente. Sí, disfruté mucho con la última de Scorsese. Como un enano.


- Lo mejor: Martin Scorsese se arriesga en plan kamikaze con la fuerza de un principante y la sabiduría de un maestro

- Lo peor: es muy exigente con el espectador

  CABEZAS




MULBERRY STREET / EEUU / 2006
Siempre me ha parecido que el subgénero zombie es el más político-social de todos los derivados del terror. MULLBERRY STREET es otro curioso ejemplo de ello. Rescato esta joyita de 2006 gracias a los fenómenos de cultmoviez, página de obligada visita para cualquier lector de Sesión Golfa. Opera prima de Jim Mickle de ínfimo presupuesto y grandes resultados, me alegra seguir comprobando que la serie B contemporánea, la auténtica, aún es capaz de parir films tan estimulantes como este. Mulberry St. es una calle real de Manhattan y uno de los centros neurálgicos de la vida italoamericana de la gran manzana, y en ella transcurre la mayor parte de la acción. Tan neoyorquina como cualquiera de Woody Allen, la escueta trama se toma su tiempo en presentar un vecindario muy modesto, variopinto y multirracial, un submundo que roza la marginalidad pero que permite empatizar con la rica galería de personajes que entran en juego, todos ellos muy bien planteados y desarrollados, y alejados por completo de los estereotipos teenager/fashion acostumbrados. No son títeres sin alma ni mera simple carne de cañón para el exterminio. Todo aquí supura verdad por los cuatro costados, incluido ese edificio vecinal ajado y decadente y los hogares  de sus habitantes, plasmados con texturas sucias y un hermoso grano en la fotografía, cuya integridad es amenazada por la construcción de una gran torre de oficinas. Por otra parte, la guerra de Irak  gravita en segundo plano en la historia, reforzando la veracidad de la función con pequeños apuntes. Evitando tópicos y cualquier tono de chufla (aunque la peli no es nada solemne), una vez entrados en harina la plaga estalla, y una vez más nos vemos inmersos en una cruenta batalla por la supervivencia que toma como modelo al moderno "infectado" pero añadiendo una curiosa variante zoológica. Estructurada en brillantes secuencias bien hilvanadas y aprovechando los escasos recursos al máximo, con puntuales momentos gore perfectamente  encajados, el ritmo feroz y lo estimulante de su propuesta visual (que en ocasiones me recordó a las primeras pelis de David Cronenberg, VINIERON DE DENTRO DE... y RABIA) nos llevan de la mano sin descanso hasta el final, una rúbrica tremenda que rinde homenaje al creador de todo esto allá por 1968. MULBERRY STREET es una película notable, perfectamente pensada, planificada, rodada e interpretada, que además de las "delicias" que todos esperamos ofrece un inteligente y humanista plus de emotividad y un tono algo triste e incluso melancólico, punteado con esporádicos arrebatos de furia. Espero vuestras opiniones.

- Lo mejor: la rica galería de personajes y lo veraz de sus vidas y relaciones en un contexto tan de género

- Lo peor: que joyitas como esta sigan con una distribución/repercusión  tan pésima, sobre todo por la ceguera integrista de todos los que siguen despreciando este género per se

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 THE COLLECTOR / EEUU / 2009
 La pareja de guionistas de las últimas entregas de la serie SAW (que sigo sin ver, ni ganas) cambian de tercio y se zambullen en el slasher sin perder esos toques de torture-porn que tanta fama y dólares (y clasificaciones X, jajaja) le han dado a la saga. A priori, merendola de higadillos más bien poco apetecible, pero una noche de sábado insomne cualquier cosa puede pasar frente a la pantalla y el cerebro no atiende a razones. Mayúscula sorpresa pues cuando a los 45 minutos de peli descubro que estoy atenazado al sofá como una garrapata al lomo de un perro callejero. Hasta que llegan los higadillos y la peli se convierte en más o menos lo que podíamos esperar, podríamos estar hablando de uno de los mejores hallazgos del género de los últimos años, ahí es nada. Esta primera mitad de THE COLLECTOR es un notable ejemplo de cómo manejar los resortes de un thriller de terror hasta llegar a un sublime estado de tensión constante usando con aplomo y sabiduría todos lo resortes audiovisuales, o dicho de otro modo, un trabajo milimétrico de puesta en escena, ritmo, montaje y planificación que se debe al señor Marcus Dunstan y, en igual medida, a la magnífica interpretación de Josh Stewart, muy por encima de lo habitual en este tipo de productos. El macabro juego del ratón y el gato que se traen entre manos protagonista y antagonista en el claustrofóbico escenario de una casa clausurada a cal y canto y plagada de trampas mortíferas merece por sí solo figurar desde ya en cualquier antología de género que se precie. El problema es que, sin que esa precisa labor de dirección flaquee en ningún momento, la trama no consigue dar mucho más de sí y en cuanto el psicópata comienza su labor más, digamos, creativa, la película se deja llevar por los consabidos tópicos que todos conocemos. Insisto, el trabajo tras las cámaras es excepcional en todo el metraje, pero la falta de consistencia en un guión demasiado esquemático y, sobre todo, la ausencia total de cualquier atisbo de explicación sobre lo que estamos viendo, acaba bajando el listón gravemente. Parece evidente que THE COLLECTOR quiere inaugurar una nueva franquicia, y quizás esa sea la razón de tal carencia de asideros a los que agarrarse, pues las pistas sobre las motivaciones de este nuevo asesino son tan difusas que, al final, la película acaba siendo un deslumbrante ejercicio de estilo sin sustancia. Imagino que esas tremendas lagunas quedarán subsanadas en posteriores entregas, pero son las que, precisamente, evitan que THE COLLECTOR sea por sí misma una película excepcional y se quede sólo en una grata sorpresa. Aún así, muy recomendada.

- Lo mejor: la puesta en escena, sobre todo en su primera mitad, sencillamente ejemplar por su capcidad para poner en tensión cada nervio del espectador

- Lo peor: el esquemático desarrollo del guión y la frustración que generan tantas preguntas sin respuesta

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 VINYAN / Francia-Bélgica / 2008
Sólo hay una cosa peor que un director de cine crea que es un genio, y es tratar de hacérselo saber al mundo entero. El belga Fabrice Du Weltz pertenece a esta categoría. Con sólo dos películas en su currículum, VINYAN y la delirante CALVAIRE, el bueno de Du Weltz ya se permite el lujo de titular su película a toda pantalla con su nombre (FABRICE DU WELTZ´S VINYAN), buscando una autoría y un prestigio que todavía le queda un poco grande. Muy poca trayectoria para estos arrebatos ególatras amigo. Los que me leeis ya sabeis que CALVAIRE me pareció una curiosa tomadura de pelo de lo más freak, que para nada alcanzaba la categoría de "perturbadora obra maestra" que parece que ansiaba (y que algunos no tardaron en anunciar a los cuatro vientos). VINYAN reincide en muchos de los aspectos chungos de su opera prima, pero resulta bastante más interesante. La historia se traslada a un entorno exótico, Birmania, y toma como telón de fondo el pavoroso tsunami que arrasó la zona en 2004. Precisamente la traumática experiencia de una pareja occidental que perdió a su hijo en la catástrofe es el eje central de una película a caballo entre el dramón psicológico, la aventura selvática y el terror, digamos, abstracto-infantil. La búsqueda del niño desaparecido deviene en uno de esos "descensos a los infiernos de la mente" en paralelo al viaje físico de la pareja, cuya cordura y lucidez se van diluyendo poco a poco mientras se internan en las profunidades ignotas de la jungla birmana. Guardando las distancias y la prudencia, a años luz del genio de Coppola, podríamos hablar de un remedo de APOCALYPSE NOW sin guerra, sustituyendo al coronel Kurtz por Josh, el niño perdido, y al personaje de Martin Sheen por la madre coraje lunática que interpreta con su habitual frialdad una recauchutada Emmanuelle Beart. Al final, una vez más, "el horror", absurdo, telúrico y abstracto y, esta es la pena, bastante gratuíto. Película de atmósfera y sordidez controlada más que de acción, VINYAN, pese a sus logros, tiene el problema de no saber muy bien qué hacer con los elementos en juego una vez alcanzado el nudo de la historia, repetitiva en su tramo central y difusa en su última parte, buscando una especie de solución casi chamánica y freudiana del trauma materno-infantil con ese final a la vez poético y terrible, pero mal desarrollado repecto a la psique de su personaje central. Resolución arriesgada que, curiosamente, me lleva a pensar en el ANTICHRIST de Lars Von Trier, pero rodado un año antes. ¿Habría visto el danés VINYAN antes de enfrascarse en su paranoia misógino-satánica? En cualquier caso, otra curiosa película de Fabrice Du Weltz, a la espera de que nos entregue en algún momento algo bueno de verdad.

- Lo mejor: su lograda y malsana atmósfera, algunas genialidades visuales y el eterno segundón Rufus Sewell, que logra sacar petroleo de su personaje-comparsa

- Lo peor: demasiado pretenciosa y artificiosa

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