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HAYWIRE / EEUU / 2012

Steven Soderbergh ha pasado de anunciar su retirada del cine ha estrenar prácticamente una peli por año. Presto a conseguir que hasta el más seguidor le pierda la pista, cambia de rumbo, género, formato y tono con cada proyecto, normalmente rodado a la velocidad del rayo, y a otra otra cosa. A su puta bola. Eso sí, sigue manteniendo una constante primordial en su cine: mejores o peores, más redondas o más irregulares, todas sus pelis siempre tienen algo interesante. Siempre. A priori, un proyecto como HAYWIRE (obviemos su horrendo título en castellano) supone una "pieza menor" en su filmografía. Peli de acción de consumo rápido, un poco en la vena de la saga BOURNE con frecuentes guiños a las action-movies setenteras y ochenteras, un pasatiempo ligero con el que matar el tiempo. Esto a priori, porque resulta que HAYWIRE es, posiblemente, lo mejor que ha rodado este insobornable en los últimos diez años. Agarrando por los cuernos una trama de cuerpos especiales de élite, espías macizos, traiciones varias y venganzas saltarinas, funcional pero nada sorpresiva, el bueno de Steven prima ante todo en su planificación el cómo sobre el qué, y logra que un argumento tan anémico resulte absorbente de principio a fin. Que nuestro action-hero de turno sea una maciza en vez de un cachas ya no es cosa novedosa, aunque sea una fémina puteada por diversos machos, pero sí lo es que la maroma sea una luchadora real de kickboxing y otras lindezas, pues al parecer la tal Gina Carano se pasa la vida dando cera en cosas como AMERICAN GLADIATOR y tal. Pues sorpresa: la maciza convence, y de qué manera, y no sólo repartiendo estopa a diestro y siniestro, sino también en las delicadas escenas en las que debe transmitir algo más que furia o dolor. Fumata blanca. Habemus actriz. Sabedor de que tiene un diamante en bruto delante del objetivo, deja a su actriz-atleta ejecutar con primorosa elegancia y nervio una serie de set-pieces de acción que, sencillamente, están entre lo mejor rodado del género de la última década. Mallory, pues así se llama la tremenda, amenaza cada secuencia con salirse de plano (amplios generales, a contracorriente del rollete videoclipero hiperpicado) o rebasar por velocidad al operador de la steadycam en sus carreras por la urbe, rodadas, para mayor goce, en purísimos planos secuencias de una fisicidad que quitan el aliento, literalmente. O sea, justito lo contrario que el horror de Michael Bay. No voy a decir que la brutal gresca en la habitación del hotel con Michael Fassbender es la mejor pelea rodada en el s.XXI, pero podría. Incluso hasta cuando la peli no está a tortas o tiros, funciona que es un primor. Pienso en la larga secuencia por las azoteas o la "huida caminando" por una acera (de nuevo en fastuoso plano secuencia), que bien podrían haber firmado un Hitchcock en plena forma. O la atención enfermiza que le presta a los tiempos muertos de la asesina, a sus pequeñas rutinas, de una poética digna de un Jean-Pierre Melville. Que sí, de verdad. Así pues, Soderbergh ha perpetrado (otra vez) un capricho personal con casting de lujo, su particular action-movie para los anales, una película que vuelve a confirmar que, cuando hay mucho talento  e ideas claras detrás de las cámaras y un equipo que sabe dónde anda, casi todo lo demás es secundario. Cine pequeño. Cine inmediato. Cine vibrante. Gran cine.

- Lo mejor: la hermosa planificación visual, tan a contracorriente en los tiempos que corren para una peli de acción pura

- Lo peor: que el cine de acción por la pata te provoque urticarias y sarpullidos

  CABEZAS



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