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CHRONICLE / EEUU / 2012
CHRONICLE viene a ser lo que un hype musical trasvasado al cine indie. De la noche a la mañana, todo dios hablando de CHRONICLE y, mayormente, poniéndola por las nubes. Expertos y fans, al unísono. Que si la ópera prima de Josh Trank es única, que si Max Landis, guionista e hijo del nunca demasiado reverenciado John Landis, es la gran esperanza de los escritores yanquis. Que si soplo de aire fresco. Que si reinvención radical del género de superhéroes. Bla, bla, bla. CHRONICLE hasta en la sopa, amigos. Uno que es perro viejo, desconfía de tales barrabasadas. Normalmente el opinólogo cinéfago (como un servidor, que todos los somos) tiende a pasarse de largo o de frenada en estos casos. Bien, pues no es para tanto. Ni adoro ni odio CHRONICLE. Es una peli apañada, un puntito provocadora, razonablemente entretenida, con un par de ideas visuales brillantes, buen ritmo y mejor resolución. Problema 1: su única premisa está poco aprovechada. Es a las pelis de superhéroes lo que CLOVERFIELD (MONSTRUOSO) fue a las de GODZILLA. Ni más ni menos. Confieso que, personalmente, el rollete de "found footage" me tiene ya un poco cansado. Aunque el dueto Trank/Landis consigue solucionar con salero algunas de sus evidentes limitaciones (por ejemplo, conseguir vistosos tiros de cámara casera mediante el control mental del prota, más elegantes de la habitual epilepsia del subgénero), se pasan por el arco del triunfo la más mínima coherencia interna (si la cámara terminó en el Himalaya, ¿quién encontró las imágenes? ¿y quién las montó alternando el rollo doméstico con cámaras de vigilancia en el clímax final?). Problema 2: aunque el asunto disfuncional es interesante y otorga momentos intensos, te la sabes de principio a fin. Y el drama intimista que parece que apunta durante la mitad del metraje no casa  muy bien con esa traca final de órdago a lo AKIRA. Pim-pam-pum... ¡destrucción! Aunque la excusa sea la pura furia juvenil, y como metáfora podría funcionar por sí sola, CHRONICLE no acaba de enfocar el tiro del todo. Obviamente, sus personajes son mucho más potables que los modelitos MTV de CLOVERFIELD, tiene momentos vibrantes (seguramente los menos aparatosos) y sus 80 minutos pasan como un suspiro. Y aunque sea un desfase en toda regla, el climax a lo Katsuhiro Otomo mola. Pero en realidad aporta poco más que hora y media de divertimento intrascendente y poco novedoso.

- Lo mejor: cómo la "magia" se cuela en los momentos más sencillos y costumbristas, y algunas ingeniosas soluciones visuales

- Lo peor: predecible 100%, cierto cansinismo ya con las cámaras domésticas

  CABEZAS

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