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 SUCKER PUNCH/EEUU/2011
Dice el amigo Snyder que SUCKER PUNCH es su peli más personal, y no lo dudo, aunque sea sólo porque es la única de su filmografía que no se basa en material ajeno, sino en una historia original suya y coguionizada por él. Y se nota. Lejos de las magnas referencias que había manejado hasta el momento, a saber: los zombis plusmarquistas en AMANECER DE LOS MUERTOS, los cómics de Miller (300) y Moore (WATCHMEN), y ahora también metido en harina con SUPERMAN: MAN OF STEEL..., el bueno de Snyder, porque a pesar de sus delirios es un tipo que me cae bien, condensa en un ¿guión? todo lo que le mola, lo aliña con sus más reconocibles tics visuales, y lo sirve con una pequeña carga de reflexión. O, dicho de otra manera, el chungo viaje hacia la autoría a base de la abrumadora acumulación de referencias audiovisuales digitales, la creación de un espasmódico Frankenstein fílmico hecho de retales saltarines que, curiosamente, acaba conformando una especie de engendro original que avanza a trompicones, tropezando con sus propias costuras, pero que suplica cariño al respetable y que, aunque sólo sea porque en el fondo es una verdadera marcianada, logra sus objetivos. Epatar al público a través del estruendo cada vez es más jodido, y sobra decir que SUCKER PUNCH toma la vía rápida con esa intención: cualquier verosimilitud de la propuesta se fulmina tras los primeros 10 minutos (en realidad, un videoclip de 10 minutos como figura narrativa), así que eso es lo que hay: o te abandonas a los sentidos primarios y disfrutas o te provocas una úlcera. SUCKER PUNCH es el puto infierno del gafapasta, amigos. Simboliza y sintetiza todo aquello que cualquier cinéfilo intimista festivalero abomina, reune en casi dos horas un nutrido catálogo de ese tipo de audiovisual que, todavía hoy, mucha gente considera popular, intrascendente o, directamente, despreciable. Me la suda. Cierto es que si uno echa un vistazo aleatorio a cualquier momento de la cinta puede encontrarse sin problemas con un videoclip de Lady Gaga, con la fase final de cualquier videojuego de lucha, con zombies nazis, con una batalla de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS (Orcos mediante) o con sendas adolescentes en corsé meneando caderas mientras acribillan a los malos al ritmo del bullet-time ese (cámara hiper-lenta para los amigos), todo ello incrustado en una especie de magma steampunk calentorro dentro de una narración con, al menos, tres niveles de "realidad": la del manicomio, la del prostíbulo y la de los delirium-tremens de la prota cada que vez que baila, una manceba que uno no sabe si va hasta las cejas de setas o tiene superpoderes por su cara bonita. Si jugueteando con el metalenguaje y las realidades alternativas Scorsese se quedó bien a gusto con SHUTTER ISLAND y Nolan hizo lo propio con ORIGEN, el sonrosado y sanote Snyder nos ha regalado su personalísima SUCKER PUNCH, con todo lo que puede ofrecer una peli cuya protagonista se llama BabyDoll y una de sus coleguitas SweetPie, donde aparece Scott Glenn como reencarnación del malogrado David Carradine, donde suenan versiones criminales de los Pixies y Queen y donde, finalmente, todo es tan abrumadoramente cool, frenético, inocente y adolescente que uno sólo puede abandonarse y disfrutar del invento. Y con la postrera sensación de que, seguramente, el amigo Snyder ya tocó su techo creativo con sus WATCHMEN.

- Lo mejor: pese a todo el cacao, horterada y desparramo, la peli deja extraño poso y curioso regusto

- Lo peor: el alambicado ensamblaje de la historia parece una mera excusa para fliparlo en colores

  CABEZAS




3 vituperios:

Unknown dijo...

Por mucho que se carguen, ha sido su peli más menospreciada, yo seguiré defendiéndola a capa y espada...

Lolo dijo...

uff pues yo no se que le veis

Cthulhu dijo...

A mi me agotó, literalmente, y creo que es porque debajo de todo el artificio (magnífico, eso sí), tan sólo hay un cascarón vacío. Eso sí, la epilepsia casi se toca con la punta de los dedos!