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ALTERED STATES / EEUU / 1980
Director
: Ken Russell

Productores
: Howard Gottfried para Warner Bros

Productor ejecutivo: Daniel Melnick
Productor asociado
: Stuart Baird

Guión
: Sidney Aaron [Paddy Chayefsky], sobre la novela de Paddy Chayefsky

Fotografía
: Jordan Cronenweth

Música
: John Corigliano

Montaje
: Eric Jenkins

Efectos especiales: Dick Smith, Craig Reardon (maquillajes)
I
ntérpretes: William Hurt (Eddie Jessup), Blair Brown (Emily Jessup), Bob Balaban (Arthur Rosenberg), Charles Haid (Mason Parrish), Thaao Penghlis, Miguel Godreau, Dori Brenner, Peter Brandon, Charles White-Eagle, Drew Barrymore, Megan Jeffers, Jo
hn Larroquette

Momentos Nescafé antes del delirium

Retomo la sección De Culto para hablaros hoy de una peliculita muy curiosa, bastante freak y totalmente recomendable: Altered States, del zumbado Ken Russell, un tipo de lo más peculiar. Pudo ser uno de los grandes renovadores del cine hollywoodiense a la estela de Coppola, podría haber compartido barra de bar y conversación con De Palma o prestigio y alabanzas como Bodganovich o Scorsese, estoy seguro, pero tuvo la mala suerte de nacer en Inglaterra, muy lejos del delirio creativo-lisérgico de los EEUU de finales de los 60 y gran parte de los 70. Si se perdió de pleno el interés de los pequeños estudios por apoyar el "nuevo cine americano", no se perdió para nada la lisergia inglesa de esos mismos años, anclado en aburridos telefilmes y productos catódicos de lo más variado. De hecho, no es hasta comienzos de la "década mágica" de los 70 cuando da su salto definitivo al celuloide y demuestra su "peculiar" (por decir algo) vena creativa y su particular visión del cine. Lo digo ya: mucha gente considera a Ken Russell un director mediocre perdido en sus propios delirios pop, ostentoso y extravagante, sólo interesado en el afán por confundir y provocar polémica, y en general acuden a su célebre ópera-pestiño-rock Tommy, de los Who, para demostrarlo. Craso error. Si bien es cierto que Tommy es un truñete en toda regla, parte de su filmografía resulta aún hoy de lo más estimulante, a redescubrir: apasionado por la música clásica, filmó biografías de Tchaikovsky (The Music Lovers), Richard Strauss (La Danza de los Siete Velos, que los propios herederos del músico vetaron hasta el punto de quitarle los derechos sobre su música y prohibir la película hasta hoy) o Lisztomania (sobre Liszt, visto como la primera estrella de rock de la historia, interpretada por el Who Roger Daltrey); adaptó a Huxley (The Devils, teneis que verla) y Bram Stoker (La guarida del gusano blanco, tan demencial como divertida), coqueteó con Lord Byron (Gothic, recreación histérico-bizarra del la gestación del mito de Frankenstein) y tuvo uno de sus mayores éxitos con el thriller pseudo-erótico La pasión de China Blue, cuando Kathleen Turner estaba jamona. Después se hundió de nuevo en la tele británica para terminar con su participación en Big Brother VIP 5, en 2007, donde salió voluntariamente de la casa por un altercado con otro concursante.

Russell, crucificado por el sistema

Altered States es mi película favorita de Russell, no podría ser de otro modo algo en lo que convergen científicos (¿locos?), fiestas hippies, drogas muy psicoactivas, tanques de privación sensorial, chamanes, regresiones, los Doors, imágenes dantescas, resquicios surrealistas, látex desbocado, William Hurt, la búsqueda de Dios y... una GRAN historia de amor. Tomando como punto de partida una novela pseudo-científica, un poco en la vena de ese gran fraude que fue Carlos Castañeda, Russell se lleva la historia a su (peculiar) terreno hasta lograr un auténtico revulsivo en su momento: dar un giro al cine de ciencia-ficción para lograr un "impacto interior" y dotar a la expresión "alucinar en colores" de su verdadero significado visual. Afortunadamente, la película no se deja devorar por la abstracción absoluta y mantiene el pulso en (casi) todo momento, ayudada por la magnífica interpretación de un jovencísimo William Hurt y la peculiar, tensa, incluso antipática pero sincera relación amorosa del personaje, que desemboca en un magnífico final que rubrica una hermosa conclusión: la verdad absoluta no existe, sólo existe la vida humana, resumida con una frase simple, verdadera y eterna, un sencillo y mundano "te quiero" que dota de significado y fuerza a todo lo visto anteriormente. La singularidad, lo individual vence ante el ansia por el absoluto, en definitiva.

Hurt, antes de los dolores

Evidentemente, las secuencias lisérgicas son tremendas (atención a los cuerpos convertidos en arena que el viento va erosionando hasta hacerlos desaparecer, o a las visiones dantescas del infierno, literalmente), haciendo un uso muy poco explotado en el cine del miedo al Vacío en su sentido metafísico, al "terror cósmico" (pues sí, hablo de Lovecraft) y también de las ansiedades y obsesiones modernas del hombre, testigo que sin salirse del género supo recoger con absoluta maestría David Cronenberg en su extraordinaria revisión de La Mosca, una película con más de un punto en común con ésta. Es una lástima que durante el nudo narrativo el asunto se desdibuje un poco, mutando casi en una monster-movie al uso con ese proto-humano correteando en pelotas por las calles, aunque después la cosa se encauza otra vez, y también puede acabar con la paciencia que haya tal vaivén estilístico (vamos de la psicodelia al thriller, pasando por la ciencia-ficción, el terror, el drama y el arte y ensayo) que alguno pueda desistir. Tened paciencia. El caos también es una forma de expresión.

Involución metafísica en technicolor

PD: es posible que la encontréis por ahí con su delirante título español, Viaje alucinante al fondo de la mente. No será una obra maestra, quizás ni siquiera una gran película, pero bien merece una hora y media de vuestras vidas.


- Lo mejor: la audacia del planteamiento y las impactantes imágenes lisérgicas

- Lo peor: el humanoide peludo roza el ridículo



CABEZAS





BORDERLAND / Mexico-EEUU / 2007

Director: Zev Berman
Guión: Zev Berman, Eric Poppen
Productor: Randall Emmet
Música: Andrés Levin
Fotografía: Scott Kevan
Reparto: Brian Presley, Martha Higareda, Jake Muxworthy, Rider Strong, Damián Alcázar, Sean Astin

Curiosa, muy curiosa me ha resultado Borderland desde sus primeros 15 minutos. Si bien su sinopsis y muchos comentarios por ahí parecen definirla directamente como otra más de "escabeche juvenil en territorio fronterizo", o sea, algo totalmente prescindible por pura acumulación en los últimos tiempos, la cosa dista de ser tan simple. Bien es cierto que tenemos chavalería yanqui en busca de emociones fuertes (repetimos: sexo, drogas y rock n´roll), vale que hay sadismo, algo de tortura y hasta secta satánica de por medio, pero, coño, el tratamiento que le han dado al asunto busca otras cosas, tanto estéticas como argumentales, y eso ya es de agradecer. Y mucho.


Aviso: sobre esta película planea el terrible eslógan de "basado en hechos reales", pero no hay que asustarse, esto no es un telefilm de sobremesa. Aquí hay una especie de pálpito, una agradable pulsión por dotar de nuevas formas a tan sobado género. Hay interés por dar a la imagen una textura distinta a la habitual, en este caso unos tonos ocres y terrosos que tiñen toda la cinta, una iluminación lo más naturalista posible y una cámara siempre móvil, libre, sin llegar al punto del cinema-verité, pero acercándose a ese espíritu. Los protagonistas, por una vez, logran implicar emocionalmente al espectador y tienen cierto espesor dramático, rozando el tópico pero esquivándolo con valentía, ayudado por unos actores (desconocidos casi todos) que logran hacer creíbles a los seres que encarnan, que ya es mucho. Atención a la aparición sorpresa de Sean Astin, entrañable en Los Goonies y Sam para la eternidad, el orondo hobbit de El Señor de los Anillos, aquí lidiando con un personaje en las antípodas de todo lo que ha hecho hasta ahora, hasta el punto de que tardé como 5 minutos en reconocerlo. El guión se desarrolla sin problemas de ritmo pero tomándose su tiempo hacia un in-crescendo final bastante logrado (puro western postmoderno), y es perfectamente coherente en cada giro que se plantea, algunos de ellos realmente impactantes. El ambiente fronterizo y la asfixiante atmósfera religiosa convencen. Además, la película tiene momentos, detalles muy brillantes e incluso hermosos (el arranque en la playa, el paseo por la feria) y secuencias de una intensidad y tensión absoluta (la persecución en el motel desde la habitación hasta la azotea, y la brutal atrocidad que viene después).


Sean Astin: la degeneración de un hobbit

Lamentablemente, casi siempre hay un pero. En este caso, el pero es grande y tiene forma de secta satánica. Efectivamente, aunque la subtrama del palo mayombe está bien definida y funciona a nivel narrativo (sangrientos rituales incluídos, chapeau), a los personajes que la sustentan no me los trago. El calvo monosilábico del machete, malo malote, es un cliché hollywoodiense sin más, y el megavillano narcosatánico es digno de un culebrón venezolano, una especie de ridículo galán engominado con permanente expresión de estar oliendo heces y tatuajes hasta en el culo (literalmente). Un lástima, porque siendo los villanos de la función, no llegan ni por asomo al grado de credibilidad y fuerza que el resto del conjunto posee y se quedan cerquita de la parodia involuntaria.


El calvo del machete: no cuela

Si sois capaces de imaginarlo, meted en una coctelera el potente y polvoriento deje visual de Alejandro González-Iñarritu (hubo secuencias enteras que me recordaron estéticamente a Babel o Amores Perros), destellos del Sam Peckinpah más fronterizo (Quiero la cabeza de Alfredo García, y Pat Garret, of course) y un poco de Perdita Durango, de Alex de la Iglesia, y con ello contad una película de terror adolescente con más chicha de la habitual. Más o menos es lo que vais a encontrar en Borderland. A pesar de sus cagadas, recomendada.

PD: imprescindible verla en v.o.s., no sólo por la constante mezcla de inglés y español en los diálogos, sino porque el doblaje es atroz.


- Lo mejor: la apuesta por el drama realista en una película de terror como esta
- Lo peor: la caterva de malos de feria



CABEZAS:




Y aquí va el trailer amigos, tan engañoso como suelen serlo:


SHROOMS / IRLANDA / 2006
Dirección:
Paddy Breathnach
Interpretación:
Lindsey Haun (Tara), Jack Huston (Jake), Max Kasch (Troy), Maya Hazen (Lisa), Alice Greczyn (Holly), Rob Hoffman (Bluto), Don Wycherley (Bernie), Sean McGinley (Ernie).
Guión: Pearse Elliott.
Producción:
Paddy McDonald y Robert Walpole.
Música:
Dario Marianelli.
Fotografía:
Nanu Segal.
Montaje:
Dermot Diskin.
Diseño de producción:
Mark Geraghty.
Vestuario
: Rosie Hackett

Varias cosas me llamaron la atención de esta peli antes de perder hora y media frente a la tele: es irlandesa y trata de encajar una experiencia alucinógena con hongos en una trama de puro survival-horror. Atractivo a priori, pero uno, que sigue siendo un alma cándida e inocente, parece que no aprende. Qué le voy a hacer si las drogas en el cine siempre me han parecido una combinación apasionante.


Estrenada con año y pico de retraso y ya disponible en sus reductos habituales, la película no aprovecha ni lo más mínimo su, en otras manos, estimulante premisa argumental: cinco estudiantes norteamericanos viajan a Irlanda para encontrarse con Jack, un amigo irlandés que les va a hacer de "guía" en medio de un bosque para un viaje alucinógeno producido por, según él, "la mejor seta del mundo". Evidentemente, el bosque oculta una terrorífica leyenda local que Jack se encarga de narrar a sus colegas al calor de una hoguera. Hasta aquí todo bien, amigos, el megamix argumental de unos personajes que van a vivir una experiencia de supervivencia extrema puestos hasta el culo de alucinógenos prometía. De hecho, toda la introducción hasta la historia de marras funciona bastante bien por lo ligero y dinámico de la presentación de personajes (aunque no dejan de ser los más burdos estereotipos que ya hemos visto cien mil veces), la sinceridad de sus actitudes (quieren sexo y drogas, básicamente) y el imponente paraje natural (bosque, casa maldita y lago).



Lamentablemente es justo en ese punto de inflexión en el que los jovencitos empiezan su sesión psicotrópica cuando la cosa, inexplicablemente, empieza a hundirse en lo soporífero para acabar ahogándose en la mediocridad más absoluta. Esa herramienta tan interesante que podría ser manejar con soltura la difusa barrera que separa la realidad de la alucinación en un entorno hostil se vuelve en contra de la propia película, el tal Paddy se dedica a jugar a la confusión gratuíta en el apartado visual, el guión va diluyéndose en lugares comunes y situaciones más que trilladas y en ningún momento se consigue plasmar con conocimiento de causa esa mágica transición entre la realidad y un estado de conciencia alterada, más allá de los presumibles grititos, distorsiones de lente y montaje atropellado, que además no casa nada bien con este tipo de experiencia lisérgica. A la postre todo queda desdibujado y lo que ocurre es de lo más gratuíto, se acumulan referencias y clichés (los rednecks babeantes al más puro estilo "Deliverance", el niño monstruoso con un saco en la cabeza como el Jason de "Viernes 13", una especie de monje encapuchado que parece salido del Pasaje del Terror de su parque de atracciones más cercano...) hasta rubricar este brodrio con una parte final con la consabida sorpresa argumental, que lejos de sorprender logra que confirmes la sensación de que llevan hora y media tomándote el pelo. Para más inri, los actores, mediada la película, se encuentran tan perdidos como el resto, dando bandazos de aquí para allá, el gore brilla por su ausencia, y la supuesta heroína de la función, con permanente expresión de estreñimiento, resulta antipática, sosainas y del todo estúpida, empezando porque, cual rumiante con síndorme de abstinencia, se abalanza a devorar las primera cosa que crece en el bosque con forma de seta (¿?).

Resumiendo: nada nuevo sobre el horizonte en este engendrillo de segunda que sólo podrá provocar una sonrisa ocasional y nada de sustos, de la que se podría eliminar por completo el dichoso Fungus Mortalis de la trama y la cosa quedaría igual, como una mediocridad sin alma que ayuda a intensificar la mala prensa que sigue teniendo mi adorado género, una muestra indigna de película prescindible. Un verdadero tostón.


- Lo mejor: los primeros 15 minutos, la secuencia de los rednecks en la cabaña y la vaca que habla
- Lo peor:
desperdiciar y destrozar por completo la estimulante premisa argumental


CABEZAS





A Gus Van Sant le sigo, pero con el intermitente puesto. Me gustan bastantes de sus películas (Mi Idaho Privado, Drugstore Cowboy, El Indomable Will Hunting), otras las detesto (Psycho o Last Days, por el amor de dios), alguna me causa indiferencia total (Elephant, Persiguiendo a Forrester), y otras pocas siguen en la recámara esperando su turno (Paranoid Park). Supongo que mis opiniones sobre su cine son como su propio cine, que varía de estilo y pretensiones con una alegría que unas veces me contagia y otras no. Afortunadamente, Mi Nombre Es Harvey Milk pertence al primer grupo, a las buenas.

Como buen cineasta que es, Gus sabe acoplar como un guante lo que quiere contar al cómo lo quiere contar, y eso es muestra de sabiduría, amigos, es la base del buen cine. En esta ocasión nos regala uno de esos biopics tan al gusto hollywoodiense con la vista puesta en los oscars, que supongo muchos gafapasteros van a rechazar de plano porque la peli no está rodada en 16 mm con un grano como el culo de un vaso, los diálogos se entienden, la cámara (el director) nunca es protagonista de la historia y el montaje es limpio y claro como el cristal. Allá ellos, porque lo que aquí ha hecho el bueno de Gus es su jugada maestra, su supremo acto de reivindicación ética dentro del propio sistema de estudios, su más inteligente muestra de activismo jugando a placer con las convenciones mainstream, y, a posteriori, la forma más efectiva y masiva de lanzar a la palestra, una vez más, los conflictos políticos y sociales derivados/provocados por la militancia gay, con un trasfondo histórico absolutamente sincero, emocinante y, ante todo, didáctico, sin caer nunca en el panfleto ni en la propaganda barata. ¡Ole!

James Franco, subiendo como la espuma

Utilizando de manera sabia muchas imágenes de archivo que a la postre funcionan como un puzzle en la trama, esta historia se beneficia de un perfecto equilibrio entre el recreacionismo histórico del San Francisco de los años 70 y la formación y desarrollo del movimiento gay en la ciudad (perfectamente plasmado y explicado en imágenes, gracias), pero también de los momentos íntimos del protagonista, curiosamente sin caer nunca en la hagiografía demagógica ni en el dramatismo barato. Como siempre que Sean Penn asoma la jeta, pero en esta ocasión aun más, su interpretación vertebra toda la película con un trabajo formidable, preciso y sutil, en un tipo que parece que nunca pone el piloto automático (como sí hacen otros "grandes" consagrados), sino que vive y siente y hace sentir cada gesto, cada palabra y cada mirada como propio, y sabe transmitirlo al espectador con una pureza y una verdad que te desarma. El resto del elenco le secunda, contagiado de esa especie de infinito ánimo del Harvey Milk real, de su optimismo y de su fuerza ética y vital, y todos rubrican un coro de seres absolutamente vivo y creíble, a excepción del mexicano Diego Luna, que construye un personaje incomprensible con una interpretación nefasta. Una nota discordante y fuera de tono en una bella y sencilla sinfonía sobre el sacrificio (involuntario), la justicia y la esperanza.



Como decía antes, una jugada maestra y mayoritaria para una película notable y sincera, llena de energía, que quizás a alguno le pueda parecer trasnochada (lucha por los derechos civiles de los gays, a estas alturas) pero que, si uno se para un poquito a analizar los discursos (reales) de la ultraderecha católica yanqui de hace 30 años, quizás pueda encontrar ecos casi literales en algunos discursos que, aún hoy, la ultraderecha católica española sigue enarbolando sin rubor. ¿Una lucha trasnochada? Vean Mi Nombre Es Harvey Milk y piénsenlo otra vez, por favor.


El Milk real, frente a su tienda fotografía y militando


- Lo mejor: la película en su conjunto

- Lo peor
: la interpretación de Diego Luna



CABEZAS